Una visita poco afortunada
Palabras clave:
Benedicto XVI, integridad heterodoxo, creenciaResumen
En este país en donde el estado de bienestar social consignado en la Carta Magna ha sido reducido a su pura expresión verbal (a un mero flatus vocis, un mero ruido vocal —diría un escolástico perdido en la modernidad tardía: educación gratuita, salario digno, derecho de huelga, sanidad, empleo, presunción de inocencia, transparencia, rendición de cuentas y, digámoslo de una vez, el estado mismo), la visita de Benedicto XVI, prevista para el mes de marzo, en una etapa previa y muy próxima al proceso electoral, pondrá a prueba de ácido lo que queda en la semántica de ese baluarte que nuestra Reforma hizo suyo: el Estado Laico como garante de la libertad de culto, pero también de la integridad del heterodoxo, del incrédulo y del agnóstico.
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No resisto la tentación de preguntarme, cómo es posible que un país agobiado por la crisis económica diseñe un plan de austeridad que afecta a la educación y a la seguridad social, pero no incluye la abolición del acuerdo, vigente desde 1979, en el cual el Estado español asume el pago de los salarios de obispos y sacerdotes de la iglesia católica.
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