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Apuntes en torno a la ciudad como sujeto político en el performance artivista de las protestas feministas
Notes on the city as a political subject in the artivist performance of feminist protests
DECUMANUS. REVISTA INTERDISCIPLINARIA SOBRE ESTUDIOS URBANOS., vol. 11, núm. 11, 2023
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

Reflexiones Contemporáneas

DECUMANUS. REVISTA INTERDISCIPLINARIA SOBRE ESTUDIOS URBANOS.
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, México
ISSN: 2448-900X
ISSN-e: 2448-900X
Periodicidad: Semestral
vol. 11, núm. 11, 2023

Recepción: 20 Febrero 2023

Corregido: 14 Julio 2023

Publicación: 31 Octubre 2023


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Resumen: En el presente ensayo se plantea un análisis sobre la relación entre la ciudad y las expresiones artísticas de las protestas que caracterizan las variadas manifestaciones de los movimientos feministas en Latinoamérica. En una primera parte se pone en el centro de la discusión la dicotomía poder-performance y el dilema de la representación político-escénica en la ciudad. Después se examina la “liminalidad”, es decir, la frontera teórico-conceptual entre la comprensión del arte protesta o “artivismo”, y su aparición en los espacios públicos de las ciudades, en específico de las instalaciones artísticas y los performances. El argumento central del documento refiere a la ciudad no solo como espacio para la representación de la protesta, sino como sujeto en la dinámica de transformación política contemporánea.

Palabras clave: performance, movimientos feministas, artivismo, protestas, Latinoamérica.

Abstract: This essay presents an analysis of the relationship between the city and the artistic expressions of protest that characterize the various manifestations of feminist movements in Latin America. In the first part, the power/performance dichotomy and the dilemma of political-scenic representation in the city are placed at the center of the discussion. It then examines the "liminality", that is, the theoretical-conceptual boundary between the understanding of protest art or "artivism" and its appearance in the public spaces of cities, specifically of art installations and performances. The central argument of the paper refers to the city not only as a space for the representation of protest but also as a subject in the dynamics of contemporary political transformation.

Keywords: performance, feminist movements, artivism, protests, Latin America.

Introducción

Las protestas que hacen uso del performance han estado presentes regularmente en los discursos feministas de Latinoamérica. Estas acciones, así como instalaciones, happenings, coreografías, paste ups, etcétera, son tipos de representaciones artísticas integradas por elementos sonoros y visuales, cuyos símbolos reconfiguran nuestra percepción sobre los problemas de la sociedad3 (López, 2023). En este contexto, los artistas parecen haber dejado atrás el monopolio del museo y la institucionalidad academicista del arte hegemónico para pasar a exponer fuera de él sus más variadas expresiones, las cuales constituyen focos importantes para el desarrollo de las artes contemporáneas en sí, así como la manera en que concebimos a la protesta, en contraste con los grandes mítines y marchas que caracterizaron a los movimientos sociales de mitad del siglo XX en toda la región latinoamericana.

En este escenario, la ciudad ha cobrado especial relevancia porque se ha convertido en el locus de la protesta actual; es un espacio de lucha y conflicto donde se ponen de manifiesto las expresiones y posturas muchas veces antagónicas entre grupos sociales (Islas-Ruiz, 2022). No obstante, dichas expresiones también están influenciadas por las características propias de los lugares desde donde se producen. El diálogo entre protesta y ciudad parece estar imbricado; es difícil de rastrear, de modo tal que resulte igual de importante para el estudio de las protestas, el estudio de las ciudades y sus singularidades. En este sentido, vale decir que las ciudades latinoamericanas se han caracterizado por ser lugares fragmentados, disímiles, y con lógicas más bien diversas sobre cómo se articulan las luchas por el ejercicio del poder (Becerril-Tinoco, 2019), configurando así una doble complejidad en su estudio, o en otros términos, estudiar a la ciudad es parte fundamental del análisis sobre las protestas y viceversa, convirtiéndose así en una dicotomía indisoluble.

En la primera parte del análisis que aquí se expone se discute la interrelación entre la ciudad, el cuerpo y el performance. El argumento central plantea que las manifestaciones artísticas realizadas durante las protestas feministas, al utilizar el cuerpo como medio de expresión, tienen un impacto más allá de la visibilización de las demandas de las mujeres frente a la violencia sistémica (institucional, política, cultural, económica, entre otras), de las que son víctimas. Estas manifestaciones, además de exponer dichos problemas, también reconfiguran el sentido de lo público en las ciudades donde se llevan a cabo. Hay un proceso de corporalidad en la protesta que se extiende a las calles de la ciudad. Así pues, el cuerpo-ciudad es un todo orgánico con una complejidad singular en la dinámica política contemporánea.

Los procesos de reforma democrática implican directa o indirectamente una discusión sobre el papel que juega la ciudad en tanto actor que influye a los sistemas de planeación y participación ciudadana. Bajo esta óptica se recupera, por así decirlo, la etimología ciudad en el concepto de ciudadanía. La ciudad-anía es en esencia una adscripción espacio-temporal que, además de conferir derechos y obligaciones, conlleva al ejercicio fáctico de capacidades sociales para transformar los entornos más próximos (Tamayo, 2015).

En general, consideramos que hay al menos cinco fenómenos relacionados con la dinámica de protesta artivista feminista: 1) reconquista del espacio público. Las protestas feministas, al ocupar calles, plazas y otros espacios públicos, desafían la noción tradicional de la ciudad como un lugar predominantemente masculino y heteronormativo. Al hacerlo, cuestionan y subvierten las dinámicas de poder arraigadas en la estructura urbana y reivindican su derecho a ocupar y dar forma a los espacios comunes. Estas acciones conllevan a una, 2) transformación de la experiencia urbana. El cuerpo y el performance en las protestas feministas generan una experiencia urbana alterada. Los gestos, movimientos y expresiones corporales de las manifestantes irrumpen en el paisaje urbano, creando un ambiente de confrontación, reivindicación y solidaridad. Esto modifica la forma en que las personas perciben y experimentan la ciudad, invitándolas a reflexionar sobre las problemáticas de género y a repensar las dinámicas urbanas existentes.

Estos discursos puestos así en la ciudad, tienen como uno de sus propósitos fundamentales la 3) desnaturalización de la violencia de género. Las manifestaciones artísticas realizadas durante las protestas feministas exhiben y denuncian las diversas formas de violencia de género presentes en la sociedad. Al hacerlo, desnaturalizan y evidencian la violencia que muchas veces se invisibiliza o se considera como parte normal del entorno urbano. Esto contribuye a generar conciencia sobre la urgencia de abordar y erradicar estas formas de violencia.

A nivel social, quienes involuntariamente coparticipan en las protestas, son parte de un proceso más amplio de 4) reconfiguración del imaginario colectivo. El cuerpo y el performance en las protestas feministas desafían los estereotipos y roles de género establecidos en la sociedad. Al presentar nuevas formas de expresión corporal y de ocupación del espacio público, se rompen barreras culturales y se amplía el repertorio de posibilidades para la acción política y social. Esto promueve la construcción de un imaginario colectivo más inclusivo y diverso.

Empero, con la exposición de la variedad de demandas, muchas veces polémicas por parte de las artivistas feministas, existe un proceso de 5) generación de diálogos y debates. Las manifestaciones artísticas en las protestas feministas invitan a la reflexión y al diálogo en torno a las demandas y problemáticas de género. Al llamar la atención a través del cuerpo y el performance, se estimula la participación ciudadana, se promueven discusiones públicas y se fomenta la toma de conciencia colectiva sobre la necesidad de transformar las estructuras de poder y las relaciones de género en la sociedad. Estas manifestaciones contribuyen a reconfigurar el sentido de lo público en las ciudades, desafían las dinámicas de poder existentes, haciendo de la ciudad no solo un ente material como fondo de la acción social, sino partícipe de los procesos de cambio y reforma política contemporánea.

En el presente escrito se busca discutir algunas de estas implicaciones desde la intersección de por lo menos dos perspectivas teóricas a modo de reflexión sobre su potencial para el análisis; los estudios urbanos contemporáneos y la sociología cultural. Se dialoga intersticialmente sobre artivismo feminista y la relación que se fragua entre la ciudad y la protesta de las mujeres en la realidad contemporánea en América Latina, entendida como un conjunto de condiciones sociales, políticas, económicas y culturales más o menos compartidas y estables en la región, las cuales motivan a que los sectores de mujeres artistas que hacen activismo, desplieguen acciones desde la multidisciplina artística para intervenir a través de sus más variadas expresiones a los grandes espacios públicos; plazas, monumentos, edificios y calles que conforman el equipamiento mayoritariamente urbano que existe en las ciudades.

Los ejemplos referidos a lo largo del texto se seleccionaron a través de material recopilado en medios de comunicación y redes sociales, los cuales llamaron la atención de la opinión pública por su rápida socialización, tomando como criterio que usaran el cuerpo y el performance como herramientas de expresión para la visibilización de demandas específicas durante el 8M. La ruta de análisis que plantea es, en este sentido, aproximativa, y pretende abrir una discusión sobre la utilidad y el posible alcance de los conceptos y enfoques que aquí se proponen.

Cuerpo, poder y performance. Una aproximación desde la sociología cultural

Desde mitad del siglo XX los estudios sobre el cuerpo se transformaron para entenderlo no únicamente desde su dimensión biológica, sino que lo abordaron como un espacio que se encuentra constantemente en lucha, y mediante el cual es posible observar los sentidos y contenidos de los valores sociales. De tal modo que se entendió al cuerpo como una construcción social, contenido de formas de ser y hacer cambiantes en función de los imaginarios de la sociedad moderna (Bauman, 2003; Csordas, 1994).

Por lo tanto, el cuerpo es “cuerpo-acción”, o sea, remite a un actuar constante y dinámico, por lo que las protestas sociales son esencialmente acuerpamientos; integraciones de estas dinámicas personales en lógicas comunes que dejan ver las políticas del uso del cuerpo en los espacios públicos. Los acuerpamientos se erigen entonces como herramientas de las que se disponen como recurso o capital para lograr ciertos objetivos propios de los movimientos sociales.

La sociología cultural es una perspectiva teórica desarrollada desde finales del siglo XX para discutir la relevancia de la cultura no solo como objeto de estudio (como lo hace la sociología de la cultura, por ejemplo), sino como punto de partida en el análisis social; admitir que la acción social es producto de múltiples orígenes, tanto de la dimensión personal como social. En este entendido, la orientación de estudio del cuerpo-acción observa las motivaciones, emociones, la ética y moral de los actores que participan y toman parte de estas movilizaciones (Alexander, 2017).

Subsecuentemente, el cuerpo-acción de las protestas está cargado de textos, códigos y narrativas que se ponen de manifiesto mediante prácticas como las artes escénicas, los rituales de diversa índole; imbrican tradiciones, discursos de la cultura popular, el mainstream, ámbitos como la religión, la nación, la clase, la etnia, la familia, el género y la sexualidad. El texto presente en el cuerpo-acción es un conjunto de todos estos códigos y configuraciones retóricas, por lo que resulta importante el despliegue de mecanismos para interpretar y reinterpretar sus contenidos y significados.4

Esta labor de interpretación va en múltiples sentidos, pero guarda en su esencia la búsqueda por el cambio social; posibles ideas sobre cómo fue el pasado, cómo es el presente y cómo debería ser el futuro. Las protestas sirven de canal para publicar necesidades y expectativas que se fraguan en el colectivo.

La relación cuerpo-acción y protesta desde la sociología cultural tiene como centro de análisis el éxtasis colectivo que anuncia y problematiza una energía profunda de transformación, materializada en emociones como la ira, el odio, etcétera, que van dando forma a lo social más allá de un mero reflejo de una estructura económica o política (Alexander, 2017).

Investigaciones como las de Taylor (2003) examinan el papel del performance en la representación y empoderamiento de las mujeres en contextos políticos y sociales. La autora destaca cómo las artistas feministas utilizan el cuerpo y el espacio para desafiar y subvertir las normas establecidas, creando nuevas narrativas y perspectivas que promueven la inclusión y la justicia social.

En este sentido, estudios como el de García y Valdivieso (2006), retratan la estrecha relación existente entre el arte y las protestas feministas en la región latinoamericana. A través de una revisión exhaustiva de la literatura, las autoras destacan cómo el performance se ha convertido en una herramienta clave para la expresión de las demandas feministas y la construcción de identidades políticas de género en espacios públicos. También señalan la importancia de estas manifestaciones artísticas para desafiar y cuestionar las estructuras de poder patriarcales y promover la equidad de género (García y Valdivieso, 2006).

Otro estudio relevante es el de Freire (2020), quien examina el alcance político en los movimientos sociales del arte de performance en el caso chileno, planteando cómo es que las artistas feministas utilizan el cuerpo y el movimiento para desafiar las normas de género, crear espacios de resistencia y promover la transformación social (Freire, 2020).

En la medida que esta clase de estudios muestran los mecanismos sociales que activan procesos más amplios de ruptura o cambio, han abierto una serie de cuestionamientos no menos válidos e importantes acerca de la dimensión interna de la acción. En ella se observa un proceso de comunicación de necesidades; demandas que se presentan ante los demás, pero al mismo tiempo una complejidad que deviene en la redefinición de posturas, por lo que las protestas son fuertemente dialógicas y constituyen espacios más horizontales que verticales en el ejercicio del poder.

El concepto de “performance” parece indicar este proceso, pues hace referencia al desarrollo de un acto social en vivo. Es el cuerpo-acción presente en un espacio de representación. Desde esta posición, la protesta es un performance per se, como así lo puede ser otro tipo de acuerpamiento público. Taylor propone a lo “performático” como el límite de las dimensiones discursivas que alcanza el performance, permitiendo distinguir a este de otro tipo de creaciones artísticas como el performance art y los happenings, los cuales si bien mantienen elementos creativos desde diferentes artes, pueden no presentarse en el espacio público como sí lo hace el performance (Taylor, 2012).

Por lo tanto, el campo de lo performático y los performances de los grupos feministas abren espacios para la interlocución que conecta directamente al Estado con las demandas sociales, con y a través de la ciudad, la cual actúa como un sujeto político en sí misma, lo cual tensiona el proceso de gobernanza y gobernabilidad de estas espacialidades.

La ciudad performada. La protesta como reconstitución del espacio público

Las protestas feministas funcionan como muestras en la actualidad sobre cómo se han especializado las formas para exponer demandas públicas, al mismo tiempo que se han extendido y normalizado las prácticas artísticas alrededor de las prácticas de denuncia como el teatro, la danza, la pintura, la música, etcétera. La importancia de la lucha feminista en cuanto a los diferentes problemas que vivimos/viven las mujeres, como son los casos de violencia y feminicidio en el país, hacen del estudio de la protesta un tema de discusión necesario para el contexto en el que cohabitamos en las grandes ciudades.

Así entonces, las protestas sociales generadas por las activistas feministas, aquí entendidas en general como artivismos, dan visibilidad a demandas públicas por medio de diversas expresiones artísticas en eventos masivos de reunión como en el caso del 8M en varias ciudades del mundo. El auge en Latinoamérica por el uso de dispositivos artísticos como el performance ha estado acompañado por la diversidad de técnicas y disciplinas artísticas, independientemente de los recursos y profesionalización de estas prácticas. El término “artivismo” no tiene un consenso claro y plantea al menos la discusión sobre cuál es el papel del arte en tanto objeto o práctica (Posada, 2022). En cuanto a su semántica, refiere al campo expandido del arte que reconoce sus instrumentos para demandar y hacer pública una determinada expresión política (Amao, 2022).

Las artivistas que conforman los grupos y colectivos de protestas se integran a partir de varias áreas y perfiles no únicamente provenientes de los sectores profesionales y académicos del arte, sino que existe una mezcla interdisciplinaria a partir de la cual se vierte una gran variedad de ideas y posturas de clase, de modo que las demandas artivistas son específicas y particulares, espacial y temporalmente situadas, y complementarias entre sí o no, por lo que hay un diálogo muchas veces contrapuesto en la ciudad.

Subsecuentemente, las narrativas de las protestas artivistas reflejan necesidades que se vinculan con imaginarios de subculturas que cohabitan a las ciudades actuales (Posada, 2022). Las ciudades latinoamericanas se caracterizan por ser escenarios de un conflicto y lucha constantes por el reconocimiento público de demandas. Estos espacios urbanos albergan una multiplicidad de posiciones y demandas contradictorias, lo que los convierte en actores activos en el escenario político. Los performances de las protestas artivistas desencadenan un desbordamiento catártico que transforma la ciudad, rompiendo con su aparente funcionalidad estática (Ramírez, 2015).

En este contexto, la ciudad no es simplemente el telón de fondo de las movilizaciones sociales. Es un elemento simbólico que representa la acción social y el sentido de lo público (Harvey, 2013). La intervención de expresiones artísticas en su arquitectura y equipamiento son también reflejo de este proceso político. Los performances artivistas se valen de símbolos y estéticas para cuestionar y subvertir el orden social, generando un impacto visual y emocional en la ciudad y sus habitantes. El performance es un tipo de expresión artística que se presenta por única ocasión, logrando así politizar el espacio, permitiendo a quienes observan interactuar directamente con el “elenco” y los elementos escénicos, en una relación cercana con los contenidos de las demandas, así como sus sentipensares como la ira, miedo, odio, dolor e impotencia que se visibilizan y mezclan.

El arte contenido en los performances feministas de las protestas tiene como propósito poner en pausa el presente y exponer lo que vulnera los derechos de las mujeres. Empero, las creaciones artísticas están matizadas también por las subjetividades de quienes las realizan. Son manifestaciones que surgen desde dentro de las mismas estructuras de dominación, por lo que corren el riesgo de permear en sentido inverso de sus intenciones.

Dadas estas condiciones, las artistas y performers navegan en una suerte de condiciones que deben sortear para distinguir, de entre toda la complejidad que coexiste en las ciudades, lo importante en su proceso de denuncia. Esta dirección en su actuación deviene en una suerte de intuición que se anida en la experiencia, en lo vivido, y en menor medida de la técnica. Ello explicaría por qué la tendencia de manifestarse por mujeres que no necesariamente tienen una formación artística formal. Al respecto, la sociología cultural considera que los mecanismos de organización colectiva en los movimientos de protesta actuales son más efectivos cuando justo es más simple su proceso social de adhesión; cuando menos segmentadas y diferenciadas están sus jerarquías organizacionales internas, y por el contrario, más fuertes son sus motivaciones sociales (Alexander, 2017). Es decir, entre más conscientes están las causas que dan origen a las protestas, como con el caso de las violencias, las múltiples violaciones a derechos o demanda de estos, resulta más proclive el despliegue de acuerpamientos y manifestaciones artísticas en las ciudades, incluso mediante procesos de reunión a través de redes sociales u otros medios digitales (Peláez y Flores, 2022).

Para Alexander, estos procesos creativos alrededor de los movimientos de protestas conectan o desconectan con quienes los aprecian. Entiende como refusión al alcance del discurso de protesta que se vuelve más convincente y efectivo. En contraparte, cuando existe un proceso de desfusión, las realizaciones artísticas parecen artificiosas o fuera de contexto. La paradoja en los performances es que son eventos espontáneos, y que la refusión o desfusión tiene efectos no conocidos y en ocasiones en contra del objetivo que se quiere alcanzar (Alexander 2017). En suma, las protestas artivistas que se hacen notar o se hacen públicas, erigen un tipo de act up, el cual constituye lo que se entiende como artivismo, es decir, la forma en que a través del arte se participa para politizar asuntos de diversa índole en las ciudades (Centella, 2015).

A modo de ejemplo, con el movimiento “Ni Una Menos” en Argentina que surgió en respuesta a los altos índices de feminicidios en el país, se generaron en la capital un sinnúmero de performances y manifestaciones masivas en la calles, donde las mujeres denunciaron la violencia de género y exigieron justicia a través de intervenciones artísticas, como la proyección de nombres de las víctimas en edificios públicos y la creación de murales. Otro ejemplo es el movimiento “Un violador en tu camino“, creado por el colectivo feminista chileno LasTesis. Esta intervención artística que se realizó en diferentes ciudades de Latinoamérica consistió en una coreografía masiva que denunciaba la violencia sexual y la impunidad. La danza fungió un papel interesante en este caso porque implicó un uso singular del espacio. La coreografía requirió una organización y acomodo de los cuerpos, un “acuerpamiento” en plazas públicas, de modo que cobró reconocimiento público casi de forma espontánea, junto con la letra de denuncia que conmocionó y generó un impacto colectivo al menos sobre la literalidad de su texto y códigos, convirtiendo así a las ciudades en un espacio de reafirmación de las demandas feministas de toda la región en América Latina. El acuerpamiento de LasTesis tiene que ver con un vínculo social que se establece desde la subjetividad, en la que se reafirma el uso del cuerpo y su capacidad de agencia (Polti, 2021).

En México, el movimiento de las “Mujeres de la Resistencia”, utilizó al arte como una herramienta de protesta contra la violencia y la impunidad en el país. Estas mujeres realizan intervenciones artísticas en espacios públicos, como la colocación de zapatos rojos para representar a las mujeres desaparecidas, o la pintura de murales que visibilizan la lucha feminista. En suma, estas acciones no solo generan un impacto visual, sino que también crean espacios de diálogo y reflexión en y para la ciudad, involucrando a la comunidad las demandas propias del movimiento feminista (López, 2023).

Los performances sacan a la luz al cotidiano, lo politiza usando los espacios como parte de sus narrativas. Luego entonces, los variados grupos artivistas tienen como basamentos a las amplias condiciones de desigualdad y violencia que afectan a las mujeres de la región. Por lo que con los artivismos de protesta se abren también brechas, espacios ficcionales que proponen estructuras sociales alternas, aunque de modo temporal pero trascendentales para el día a día en las ciudades. Este espacio ficcional que genera el artivismo feminista es el que se entiende como espacio liminal (Diéguez, 2014).

Así entonces, la liminalidad que propone el performance feminista es agónico, porque pugna por la transformación y la reapropiación de lo común. La ciudad no es un espacio imaginado, es una realidad concreta, con contenidos y lógicas propias. Lo que atañe a la ciudad no solo conforma el escenario contenedor de la protesta feminista, sino forma parte del proceso mismo por la búsqueda de la transformación social mediante el orden social liminal imaginado. Lo liminal en el artivismo es, dicho esto, un campo del lenguaje al margen que rompe la institucionalidad y el academicismo del arte, permitiendo recuperar —al menos desde el punto de vista narrativo— la libertad y con ella el control colectivo de la ciudad (Vidal, 2020).

Los grupos artivistas que performan las ciudades y abren en ellas espacios liminales, incorporan la diversidad-materialidad de la ciudad, proponiendo usos alternativos que se enmarcan en un juego contra el régimen cultural y el biopoder que delimita el margen de actuación de los cuerpos y las cosas en los espacios públicos (Foucault, 2009). El espacio público, en tanto ente abstracto de lo político, se reconstituye en la medida en que continuamente son puestos en tensión los acuerpamientos que le dan sentido.

Quienes participan en los performances de las protestas articulan por única ocasión técnicas artísticas que cruzan la intuición-emoción, permitiendo a quienes observan interactuar directamente con el problema y sus elementos, se entabla una relación interrelacional con los contenidos de los discursos feministas; sus sentipensares de ira, miedo, odio, dolor e impotencia que se visibilizan y mezclan con la cotidianidad de la ciudad.

De tal modo que las ciudades cobran vida, organicidad que hace fluir a sus habitantes, transeúntes quienes se identifican o rechazan los contenidos de las protestas, pero que en cualquier caso son copartícipes de dicha dinámica de transformación política.

Conclusión

Las protestas feministas de la región latinoamericana visibilizan los problemas que sufren las mujeres; sus condiciones políticas, económicas y culturales ante el patriarcado y todo el sistema social que constriñe y dicta cómo se debe comportar y ser en el espacio público. Los performances se desplazan con precisión a través de estas demandas y lo que ocurre de ellas al interior de quien habita la ciudad. El artivismo feminista de protesta, como el performance, tiene consecuencias por este proceso en la movilidad, los gestos y en general los usos que puedan darle y definirle.

La búsqueda por construir poéticas y narrativas en la protesta feminista genera variados discursos que chocan y convergen en la ciudad. Las expresiones artísticas de sus performances configuran desde la aversión hacia el gobierno hasta la negación de todo lo social. Los performances feministas reflejan la creciente heterogeneidad y complejidad que coexiste en las ciudades actuales, y estas a su vez muestran la importancia de analizarlas no solo como objetos de estudio, sino como sujetos para el análisis social. El artivismo feminista reivindica la relación del arte con la vida pública que, por decirlo de algún modo, le fue despojada por el academicismo e institucionalidad del arte museístico. Ello sin considerar la crítica a su origen y verdaderos alcances para moldear un orden social completamente alterno (Delgado, 2013).

En general, consideramos cuatro grandes dimensiones para el análisis de la relación entre la protesta feminista y la ciudad, sobre las cuales se entrecruzan y combinan enfoques y perspectivas multi, inter y transdisciplinares:

1. Comunicación y visibilización. Las expresiones artísticas de protesta permiten a las mujeres y grupos feministas hacer visibles sus demandas en espacios públicos. Estas manifestaciones desafían la invisibilidad y marginalización histórica de las mujeres en la esfera pública, reclamando su lugar y voz en la ciudad. Al ocupar y transformar los espacios urbanos, las protestas artísticas generan un impacto simbólico y material en la conciencia colectiva y la agenda política.

2. Reconstrucción del imaginario urbano. La ciudad, como entorno físico y simbólico, es moldeada por las expresiones artísticas de protesta. Estas intervenciones artísticas en el espacio público rompen con la homogeneidad y la normalización de la ciudad, desafiando los estereotipos de género y generando nuevas narrativas que reconfiguran el imaginario urbano. Esto impulsa una reflexión crítica sobre las desigualdades de género y promueve la diversidad, la inclusión y la justicia social en el entorno urbano.

3. Participación ciudadana y construcción colectiva. Las protestas artísticas fomentan la participación ciudadana y la construcción colectiva de la ciudad. Al convertirse en una plataforma de expresión y acción, estas manifestaciones invitan a la ciudadanía a cuestionar y repensar el espacio público como un lugar de encuentro y diálogo. Las instalaciones artísticas y los performances pueden servir como catalizadores para la movilización social y la formación de comunidades activas, creando redes de solidaridad y promoviendo la construcción conjunta de alternativas para una ciudad más inclusiva y equitativa.

4. Transformación política y social. La protesta artística en el espacio público tiene el potencial de desencadenar transformaciones políticas y sociales. Estas manifestaciones desafían las estructuras de poder establecidas, exponen las violencias y las desigualdades de género, y demandan cambios fundamentales en las políticas y prácticas institucionales. Al movilizar a la sociedad civil y generar debate público, las expresiones artísticas de protesta pueden influir en la agenda política y contribuir a la adopción de políticas más inclusivas y respetuosas de los derechos de las mujeres.

Por otra parte, las ciudades latinoamericanas se erigen como espacios de constante conflicto y lucha por el reconocimiento público de demandas. Las protestas sociales y, en particular, las manifestaciones artísticas feministas, o artivismos feministas, transforman el espacio urbano y rompen con su aparente funcionalidad estática. La ciudad se convierte en un elemento simbólico de acción social y sentido de lo público.

Con el desarrollo de intervenciones artísticas las protestas feministas enriquecen el discurso político, visibilizan problemáticas de género y generan conciencia colectiva. Estas manifestaciones artísticas no solo tienen un impacto estético y emocional, sino que también desafían las normas y estructuras de poder existentes en la sociedad. Son reflejo de lo que ocurre a un nivel más profundo en lo social. En este sentido, existen enfoques en las ciencias sociales que ayudan a comprender esta complejidad, como con la sociología cultural, la cual incorpora estas condiciones en los análisis sobre los fenómenos sociales contemporáneos, de modo que resulte un importante potencial para estudiar a este tipo de movimientos sociales.

En el caso de Latinoamérica, estas protestas artísticas feministas encuentran un terreno fértil debido a la historia de lucha y resistencia en la región. Movimientos como el feminismo latinoamericano han estado luchando contra la opresión de género y las desigualdades durante décadas. En este sentido, valdría la pena reflexionar sobre si este tipo de recursos artivistas encontrarán en el futuro próximo algún proceso de institucionalización o son inherentes a la lógica efímera del arte contemporáneo. En cualquier caso, la ciudad se convierte en un espacio que exige su operacionalización en los programas y políticas que comprenda su importancia en tanto actor que influye en la transformación democrática actual, espacios donde estas demandas encuentran eco y se hacen visibles ante la sociedad.

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Notas

3 Si bien el texto plantea de forma singular el caso del performance, es importante decir que la diversidad de expresiones artísticas tiene implicaciones estéticas y políticas distintas. Las expresiones artísticas referidas, por tanto, se presentan de modo aproximativo pero no limitativo dada la aparición cada vez más imbricada entre técnicas, disciplinas y espacios de representación artísticas.
4 En este sentido, véase por ejemplo la crítica a la teoría social clásica que hace Butler sobre los límites y alcances de la acción social en tanto fenomenología del objeto-sujeto (Butler, 2007).

Notas de autor

1 Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales con especialidad en Sociedad y Territorio por la Universidad Autónoma Metropolitana - Xochimilco. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, y maestro en Planeación y Desarrollo Regional por El Colegio del Estado de Hidalgo. En el ámbito profesional pertenece a diferentes asociaciones civiles donde colabora con el diseño de proyectos de intervención cultural. Actualmente realiza actividades de investigación y docencia independientes. Los temas de interés son la planeación pública, procesos de gobernanza metropolitana, estudios sobre ciudadanía, y el análisis de las violencias urbanas.
2 Maestra en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, y licenciada en Arte Dramático con énfasis en dirección escénica por la misma institución. Es profesora en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo en el área de artes. Es directora y actriz de teatro, fundadora de la compañía “Amphibia. Teatro de Investigación Social”. Actualmente es acreedora del estímulo al desarrollo artístico PECDA Hidalgo en el campo de formación actoral. Los temas de interés son los estudios del performance, el teatro de frontera, los artivismos y los estudios feministas.

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