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Paternidades, crianza y cuidado infantil en los discursos de jóvenes varones en ciudad Juárez, Chihuahua
Paternity, upbringing and child care in the discourses of the young men of Ciudad Juarez, Chihuahua
NÓESIS. REVISTA DE CIENCIAS SOCIALES, vol. 25, núm. 50-1, Esp., pp. 119-142, 2016
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

Ciencias Sociales


Recepción: 19 Febrero 2016

Aprobación: 14 Noviembre 2016

DOI: https://doi.org/10.20983/noesis.2016.21.6

Resumen: En este texto se presentan las historias que narra un conjunto de jóvenes varones entre los 18 y 25 años de edad, en donde se analizan las expresiones, recuerdos y valoraciones sobre la experiencia de ser hijos y sus elaboraciones sobre el ejercicio propio de la paternidad. Se trata de varones que en su mayoría son solteros, y que son entrevistados acerca de sus vivencias y recuerdos sobre su infancia, la crianza y las relaciones afectivas, de disciplina, de cuidado-descuido, que ellos resignifican como parte de la paternidad de los varones adultos con quienes convivieron durante su infancia. Al mismo tiempo, cuales son las prácticas que ellos valoran como deseables y aquellas indeseables en el ejercicio de la paternidad.

Palabras clave: paternidades, cuidado infantil, relatos de infancia, jóvenes en Ciudad Juárez.

Abstract: This text narrates the stories of a group of young men between 18 and 25 years old, where the expressions, memories and judgments about the experience of being sons and their elaborations on the proper exercise of paternity are analyzed. It is integrated by several men, mostly single. They are interviewed about their experiences and memories about their childhood, their upbringing, affective relationships, discipline, care-neglect. These young men redefine the experiences which they went through during their childhood with the men that represented a father figure. At the same time, what are the practices they value as desirable and undesirable in the exercise of paternity.

Keywords: Paternity, child care, childhood stories, young men of Ciudad Juarez.

Introducción

Los estudios enfocados en el tema de la crianza y el cuidado infantil parental[2], principalmente subrayan las vinculaciones entre las mujeres y sus hijos, desde ahí cuestiones de la cotidianidad de las mujeres tales como el empleo, las relaciones de pareja, la sexualidad y reproducción, las relaciones al interior del grupo doméstico, la trayectoria escolar, etcétera, son aspectos que quedan intrínsecamente vinculados con las experiencias en torno a la maternidad. Estamos pues ante una implícita aceptación de la naturalización de la maternidad. Asimismo, los estudios que enfatizan la condición de hogares de jefatura femenina han mostrado el abandono o total desvinculación en muchos de los casos de los padres. Diversas investigaciones feministas y los estudios de las mujeres han contribuido a mostrar la incursión de ellas en el ámbito público, específicamente en el espacio laboral, así como la cada vez mayor aportación a la sobrevivencia y reproducción del grupo familiar en calidad de coproveedoras o proveedoras absolutas, encargadas entonces de tareas domésticas y extradomésticas. En cuanto a los varones hay aún mucho camino por recorrer para conocer sus experiencias, aprendizajes y valoraciones concretas sobre la vida doméstica, y sobre las potencialidades de construir a partir de dichos aprendizajes, nuevas experiencias de socialización que repercutan en prácticas de género más equitativas, democráticas y solidarias que redunden en beneficio para las familias y para la sociedad en general.

Algunos estudios recientes sobre las masculinidades subrayan la importancia de incorporar el análisis de los aspectos emocionales, en torno a qué piensan y sienten los hombres acerca de sí mismos. Estudios que reclaman la realización de investigación empírica para conocer las emociones de los hombres desde una dimensión individual, colectiva e institucional en un determinado corte espacial y temporal, es decir, en un contexto cultural específico (Minello, 2002). Actualmente siguen siendo pocos los estudios que se dirigen al análisis de los varones y la paternidad, en muchos de los casos los textos se refieren a los varones adultos y sus percepciones o autovaloraciones acerca de las actividades, negociaciones, formas de proveeduría y de convivencia con los hijos. De lo anterior, en este espacio se propone contribuir a la reflexión sobre las paternidades resaltando las experiencias de los hijos, esto es, desmenuzando los discursos y resignificaciones que un conjunto de varones jóvenes elabora respecto a la convivencia y las interacciones que mantuvieron con el padre durante la infancia. Discursos en cuanto a las historias narradas de la convivencia con el padre; resignificaciones en cuanto a la dotación de sentidos, significados y valoraciones que otorgan a la paternidad, tanto del padre, como del padre que ellos esperan llegar a ser.

La enunciación paternidades, crianza y cuidado hace referencia a las prácticas y las interacciones acontecidas entre el padre y los hijos durante el proceso de crianza, es decir, mientras los hijos son menores y requieren la atención, protección y seguridad que obtienen a través de los cuidados provistos al interior del grupo familiar.

Algunas líneas trazadas en los estudios de las paternidades

Los estudios acerca de las paternidades y las prácticas concretas que los varones llevan a cabo respecto a la crianza y cuidado de los hijos pequeños han evidenciado una diversidad de experiencias concretas, en una gama que muestra tanto la desvinculación de los varones o nula participación, como el ejercicio de la paternidad expresado principalmente a través de la proveeduría; además, las transformaciones en los sectores con población más escolarizada y el llamado tiempo de calidad; los estudios que miden y cronometran el tiempo que las madres y los padres dedican a convivir y atender a los hijos; y más recientemente varias líneas de estudio que muestran las maternidades y paternidades en los hogares monoparentales. Asimismo, se suman estudios que exponen las diferencias entre familias de las áreas rurales y urbanas como si unas fuesen más tradicionales y conservadoras y las otras más modernas y liberales.

Es importante subrayar que, en lo general, las historias de vida que los académicos han recolectado así como los análisis ofrecidos para la situación de las paternidades, tanto en méxico como en América Latina, han sido vinculados a una noción de familia tradicional, conformada por una pareja de un hombre, una mujer y la descendencia de estos. Es posible considerar que ello es debido a que en nuestra sociedad, el ejercicio de la paternidad no se visibiliza desvinculado de la relación de pareja del varón con la mujer[3]. Los estudios que se enfocan en los varones como padres sin ser identificados como parejas de una mujer son escasos y se refieren a quienes viven la paternidad en calidad de viudos, separados o divorciados, es decir, adjetivos que aluden a la otrora relación con la madre de los hijos.

La figura del padre y la paternidad son construcciones sociales enmarcadas en la llamada masculinidad hegemónica desde donde los varones se posicionan en las jerarquías de mayor reconocimiento y cumplimiento de la función social,

“...estar casado eleva el rango social, ...el matrimonio, a partir del cual se obtiene el estatus de jefe de familia, pues representa que es capaz de tener a su cargo el cuidado y manutención de una mujer y de hijos, es decir, se puede hacer cargo de otros, contribuyendo a mantener y mejorar su imagen y desarrollo como hombre, adquiriendo reconocimiento social por su capacidad de proveer y procrear para mantener el orden ́natural ́ y los mandatos de la masculinidad hegemónica. Por lo tanto, cuando cumple con la conyugalidad, reafirma e incrementa su valía en relación con su familia (esposa e hijos) porque se convierte en jefe de un hogar y posee la autoridad en el grupo familiar, con respaldo legal y social.” (Gómez y Salguero, 2014:81).

La paternidad está presente en las aspiraciones de los varones, en tanto signo de empoderamiento y de posicionamiento social, no obstante, vale la pena subrayar que es una aspiración latente, que es una condición deseable –que no indeseable- para los varones. Condición deseable y necesaria que se conjuga con la función sexual de reproductora-gestante de las mujeres, lo que conlleva a la vinculación ineludible de ellas con la maternidad, algunos estudios refieren que las mujeres y la maternidad se explican como una unidad de análisis en donde las mujeres, más allá de su rol sexual, están en condiciones de llegar a ser madres (Mora, Otálora y Recagno, 2005:120). Enfatizando aquí la condición de la posibilidad de la maternidad, no el “anhelo natural” socialmente construido. Las mujeres aprenden a ser madres como la suprema valoración de sí mismas y como la consagración de su ser social, por su parte, se socializa al hombre para tener hijos y no para ejercer la paternidad, según la expresión de las autoras Mora, Otálora y Recagno.

Las aportaciones al conocimiento del tema que ofrecen los estudios antropológicos, las experiencias de trabajo de campo y las prácticas etnográficas, han visibilizado las condiciones concretas que se viven al interior de los grupos familiares, y en lo general, se ha encontrado a los varones negociando las masculinidades entre su participación en el ámbito laboral, el cumplimiento de la conyugalidad y la paternidad y las relaciones afectivas involucradas en la crianza de los niños, en confrontación con el imaginario de la masculinidad del hombre fuerte, adusto y extradoméstico. Una línea que sobresale refiere el incremento del trabajo asalariado de las mujeres y la responsabilidad compartida de la proveeduría entre la madre y el padre, así mismo, las madres con ingresos mayores a los del compañero o incluso el varón desempleado (Tena y Jiménez, 2006); lo que subyace en estos discursos es la figura del padre proveedor y el desmoronamiento o insostenibilidad de la condición.

Proveeduría y cuidado paterno son dos dimensiones de la interacción entre los varones y los hijos de las que resulta complejo demostrar la autonomía de una con la otra. El padre puede expresar el cuidado del hijo a través de la función de proveeduría aunque no lleve a cabo actividades de dar cuidado; sin embargo, aun cuando es valorado el cuidado directo otorgado por el padre, si no cumple la función social de proveedor es sancionado como un padre incompleto que, “a pesar” de ello, es un padre que cuida al hijo. En su estudio sobre prácticas de cuidado de algunos varones en méxico, figueroa y flores refieren al cuidado como un proceso, que como toda construcción histórica es una práctica aprendida, transmitida y sancionada socialmente; sin embargo, hoy en día la ética del cuidado apelará a una postura no esencialista, en donde sus características no son exclusivamente femeninas (Figueroa y Flores, 2012:21). Figueroa y Flores presentan al cuidado subdividido en cuatro fases, una de reconocimiento e interés por el Otro (preocuparse); la segunda implica tomar acciones para satisfacer ciertas necesidades (encargarse); la tercera implica tomar acción y contacto directo con el sujeto del cuidado (dar cuidado), la cuarta es la de recibir el cuidado. Se explica que los varones han estado menos involucrados en la tercera fase, misma que se traduce en tareas que han sido ejecutadas por mujeres,

“[En la fase 3] se realizan actividades corporales que a menudo interactúan con otros cuerpos, permanecen en el ámbito de lo femenino, en donde cuerpo, naturaleza y emoción se mezclan en un marco de interpretación que los ubica como inferiores a la razón, la cultura y la objetividad, que de alguna manera pueden estar presentes en las primeras dos fases.” (Figueroa y Flores, 2012:19).

Figueroa y Flores muestran entre sus hallazgos que existen variaciones en las interpretaciones hechas por los varones acerca de su involucramiento como cuidadores, sin embargo los entrevistados perciben que estas prácticas tienen un carácter de excepcionalidad (Figueroa y Flores, 2012:24). El rasgo común entre los entrevistados es que se trata de padres con la pareja ausente, escenario familiar que orilla a los varones a dar cuidado a los hijos, es sobresaliente entre el grupo de varones entrevistados que su involucramiento familiar se enfoca en el cuidado de los hijos pero no incluye la realización de otras tareas domésticas, tales como la preparación de alimentos y el aseo del espacio en el que se habita. Las posturas encontradas entre estos varones reflejan la parte complementaria del sistema binario sexo-género integrado por lo femenino y lo masculino, es la pieza que a manera de contraparte con los relatos de las mujeres sin pareja que logaron proveer para sus hijos, estos varones expresan sorpresa y orgullo ya que sí pudieron dar cuidado a los hijos (Figueroa y Flores, 2012:47). Al interior del espacio doméstico las prácticas de estos varones son diferentes al imaginario tradicional, pero las valoraciones y significados sociales del entorno mantienen los rasgos fundamentales desde la masculinidad hegemónica. Desde ese estudio se evidencia que el cuidado que otorgan los padres no implica su integración al ámbito doméstico, sino una especie de adaptación de una forma de masculinidad cuidadora, guiadora, protectora, todas estas manifestaciones domesticadas de la masculinidad hegemónica.

La figura del padre proveedor trae implícitas las funciones de cuidar, proteger y criar a los hijos por medio de garantizar los recursos necesarios para su manutención y desarrollo. Además, el ser proveedor resalta la “presencia moral de éste en términos del trabajo, responsabilidad y estatus” (Tena y Jiménez, 2006:441). Es esa misma figura la que justifica la ausencia del padre en el ámbito doméstico. Aquí es posible visibilizar una tríada que intrínsecamente se articula, auto determina y dinamiza sin brindar posibilidades de ruptura:




Desde el imaginario de la masculinidad hegemónica que está presente en los hogares tradicionales el buen padre idealmente provee económicamente con holgura, con abundancia; para lograr ese objetivo el padre debe mostrar que trabaja la jornada completa, es socialmente sancionado que el dinero o ingresos que trae al grupo familiar sea escaso mientras él disfruta de tiempo libre, el padre trabajador no es perezoso, entre más ardua sea la jornada de trabajo con tal de traer más recursos, es mayor la valoración de la calidad del proveedor, incluso si los ingresos son bajos a cambio de largas jornadas laborales, entonces el proveedor está aportando con la totalidad de sus posibilidades a la manutención del grupo familiar. La ausencia del padre se justifica con tal de cumplir con la función social asignada, altamente valorada, del muy trabajador proveedor padre de familia. Esta tríada atraviesa los imaginaros respecto a la construcción de la cotidianidad de la vida familiar, la madre y los hijos son los miembros presentes y visibles en el ámbito doméstico, juntos construyen la experiencia de vida familiar doméstica (Mora, Otálora y Recagno, 2005:122).

Las investigaciones de Mora, Otálora y Recagno concluyen que los hijos se forman con la ausencia del padre y sin el referente de éste como pareja de la madre, que de este modo cierran el ciclo de la crianza que se abre nuevamente con lo que ellas expresan como el “abandono paterno y el establecimiento por parte de los hijos de lazos afectivos exclusivamente con la madre” (2005: 122). Es importante identificar que la usencia del padre no es equiparable al abandono, es impreciso generalizar que ante un padre ausente de la dinámica doméstica los hijos serán afectados como si se tratara de un acto de abandono, es decir, el padre está presente en la dinámica familiar al ser proveedor ya sea total o parcialmente, y en tal sentido los discursos maternos refuerzan los imaginarios sobre las contribuciones del padre y su figura de autoridad encomendada a ella durante la ausencia del varón, en este sentido, Aguilera y Aldaz exploran sobre las dificultades que enfrentan las madres para, aun siendo proveedoras, recibir el reconocimien-to como autoridad tanto en el ámbito privado como en los espacios institucionales del ámbito público (2003:5). La figura del padre, ausente o presente, proveedor parcial o total, es la figura que en los hogares tradicionales encarna la autoridad y la jefatura de familia, el sometimiento y control social de las mujeres no se modifica tan sólo por el ingreso de ellas a los espacios laborales o por la ausencia de ellos en el hogar (véase Aguilera y Aldaz 2003:7).

La asignación cultural de las mujeres al ámbito doméstico funcionará como vehículo facilitador para configurar con mayor intensidad las interacciones con los hijos, y sin duda multiplica las ocasiones en que las madres dan cuidados, sin embargo, limita el reconocimiento de su autoridad o jefatura. Por su parte, la asignación cultural de los varones al ámbito público funciona como elemento de contención para la intensidad de las interacciones con los hijos, tanto en las manifestaciones del padre como en la propia receptividad de los menores, al mismo tiempo que potencia sus funciones como proveedor. Desde una mirada antropológica a las paternidades y las prácticas de crianza y cuidado infantil, una veta de exploración se encuentra en las resignificaciones y valoraciones que los propios hijos elaboran a partir de las interacciones cotidianas con el padre, más allá de una evaluación que los estudiosos sociales pretendan adjudicar, medir o interpretar a partir de la voz de los propios varones adultos o de las mujeres que fueron las compañeras durante la crianza.

Acercamiento metodológico

El interaccionismo simbólico como método postula tres premisas, expresadas literalmente por Herbert blumer de la siguiente manera. Primera: los seres humanos orientan sus actos hacia las cosas en función de lo que éstas significan para ellos, esto es, el comportamiento humano no es en sí mismo el producto de factores sociales contextuales que influyen en las personas[4]. Segunda: el significado es un producto social, una creación que emana de y a través de las actividades definitorias de los individuos a medida que estos interactúan. Tercera: la utilización del significado implica un proceso interpretativo, el sujeto como agente social, selecciona, verifica, elimina, reagrupa y transforma los significados a tenor de la situación en la que se halla inmerso y de la dirección de su acto (Blumer 1982:30). A partir de estos postulados, este artículo analiza las paternidades desde los significados que los hijos elaboran de la interacción con el padre y la interpretación que realizan a través de su capacidad de agencia. Este reconocimiento de los sujetos, la elaboración de significados y la agencia, constituyen la contribución al estudio del fenómeno así como la participación en la discusión académica sobre el tema.

En este artículo se exponen algunos hallazgos de investigación en la que se consideró como principal estrategia de indagación la práctica etnográfica y la reconstrucción y dictado de historias de vida, en donde la voz central es la de los sujetos que reconstruyen, organizan y jerarquizan las experiencias propias; a partir de ello el principal objetivo y a la vez instrumento de análisis serán las narrativas de los jóvenes varones, desde donde se reflexiona en torno a los discursos acerca de las interacciones y las prácticas de crianza y cuidado entre ellos y sus padres.

Este documento muestra una parte de la información generada a partir de las conversaciones sostenidas con 25 jóvenes varones entre 18 y 25 años de edad, quienes accedieron a hablar en entrevistas a profundidad, tarea muy minuciosa y compleja ya que los jóvenes varones no abordan tales tópicos comúnmente, por lo tanto, fue necesario generar un ambiente en donde fuera posible que ahondaran en los relatos. Inicialmente los participantes respondieron un cuestionario con información general de donde se obtuvo un perfil del conjunto en cuanto a edad, escolaridad, empleo, estado civil, número de hijos. Posteriormente, se llevó a cabo una serie de entrevistas, algunas realizadas durante dos o tres sesiones, en donde se les solicitó hablar explícitamente sobre sus recuerdos de la infancia y las relaciones y actividades que llevaron a cabo con el padre, o en su caso, con quien ejerció la figura paterna. Finalmente, se abordan las elaboraciones que generan estos jóvenes sobre el ser un buen o mal padre y la forma de paternidad que ellos desearían ejercer.

Se considera aquí la delimitación etaria de los 18 a los 25 años ya que se busca indagar en los discursos y los significados que los varones dan a la paternidad del padre con quien convivieron en la infancia. Para lograr destacar la capacidad de agencia de los hijos es primordial conversar con población adulta pero que aún se mantenga al interior del grupo familiar, entre la diversidad de varones abordados que aceptaron conversar sobre el tema fueron surgiendo jóvenes en este rango de edad que ya estaban desempeñando la función de padres, lo que no se considera una limitación o fractura al conjunto, sino que enriquece la construcción de significados al sumar experiencias sobre el imaginario del padre que se desea llegar a ser, y específicamente sobresale la agencia, al interpretar y auto interpretar la crianza, cuidado y vínculos afectivos con el padre y la formas como ellos se relacionan en el momento actual con sus niños. El presente artículo no se enfoca en los discursos de auto evaluación del padre con proyección retrospectiva, la centralidad la tiene los relatos de la infancia elaborados por hijos jóvenes que tienen la posibilidad de recrear episodios transcurridos durante la última década de su vida.

A través de las respuestas a seis preguntas se reflexiona en torno a los cuidados que el padre dio a los hijos, las preguntas permiten elaborar un concepto de cuidado que involucra la satisfacción de las necesidades materiales y de sobrevivencia del hijo, pero además incorpora otros elementos considerados estéticos: la alegría del juego, el cariño, la ornamentación personal, el intercambio de experiencias y aprendizajes. Una noción de cuidado que muestra la crianza parental a través de un proceso integrado por una gama de prácticas e interacciones que se construyen sobre una base de proveeduría material desde donde se continúa hacia la ramificación de otros otorgamientos concretos: tiempo, escucha, acompañamiento, demostración de interés, etcétera.

Un perfil de los Jóvenes varones

Escolaridad. Los jóvenes participantes fueron abordados en diversas áreas de la ciudad, en sus lugares de trabajo, afuera de algunas instituciones educativas y a través del contacto de algún otro varón anteriormente entrevistado[5]. El nivel de escolaridad entre los hombres de ciudad Juárez rebaza la media nacional ubicada en 8.6 años, mientras que en la ciudad fronteriza es de 9.2, también por encima del promedio de la entidad federativa con 8.8. De lo anterior, tenemos que los jóvenes participantes sobrepasan la escolaridad promedio del estado y del municipio. Los participantes son jóvenes que cuentan con años de escolaridad en una gama que abarca desde el nivel medio, secundaria completa, hasta dos años de pos- grado. Entre ellos 15 no han continuado con la trayectoria escolar después de concluir la secundaria o la preparatoria, sólo 3 han concluido los estudios profesionales. Situación escolar que muestra la tendencia de abandono o interrupción, primero al concluir la secundaria, y con mayor énfasis al terminar los estudios del bachillerato (Urbina, 2014).

Tabla 1
Escolaridad y número de hijos de los participantes

Fuente: elaboración propia

Situación laboral. Estos 25 jóvenes varones se encuentran realizando diversas actividades laborales, de las cuales obtienen alguna remuneración o específicamente un salario, 16 de ellos iniciaron la trayectoria laboral desde que concluyeron los estudios de secundaria. Los 9 restantes empezaron a trabajar a partir de los 18 años de edad. El tipo de actividades que desempeñan son agrupadas de menor a mayor exigencia de responsabilidades y calificación o especialización: a) 12 jóvenes se ubican dentro de este conjunto: acomodador y lavacoches en estacionamiento público. Despachador de gasolina. Empleado de ventas al menudeo. Mesero. Operador de maquila. Chofer. b) 4 jóvenes al interior de este conjunto: cajero encargado de tienda de abarrotes. Guardia de seguridad. c) 2 jóvenes en este conjunto: reparación de teléfonos celulares. Gráficos y rótulos. d)4 jóvenes en el conjunto: empleado telefónico bilingüe. Prefecto de preparatoria. Asistente administrativo universitario. e) 3 jóvenes al interior del conjunto: Facilitador de curso de inteligencia emocional. Profesor asistente. Abogado en fiscalía especializada.

Estado civil. A este respecto 16 jóvenes son solteros que viven en el hogar con la familia de origen, el resto han asumido obligaciones diversas al sostener una vida en pareja: seis son casados y cohabitan con su mujer, dos viven en la llamada “unión libre”. Uno más vive, tanto él como ella, con la familia de origen, sin embargo comparten el cuidado de la hija que tiene en común. La edad de las mujeres con quienes sostienen la vida en pareja, es en general en el mismo rango de ellos, ellas son jóvenes mujeres entre 20 y 25 años de edad. Los 8 hombres que sostienen una vida de pareja, se relacionan con mujeres de su misma edad, sólo son distintos tres casos: uno en donde ella es menor por cuatro años, otro donde él es menor también por cuatro años, otro más donde ella es menor por siete años.

Paternidad. Entre los 9 que sostienen una vida de pareja, ocho tienen hijos. El máximo número de hijos es 3, niñas y niños que tienen entre 0 y 4 años de edad. Dos hombres son padres de 3 hijos, un hombre tiene dos hijos y los restantes cinco jóvenes tienen únicamente 1 hijo.

Sergio tiene tres hijos[6], actualmente tiene 25 años y su esposa 18, él se casó a los 21 años de edad, mientras su esposa tenía 14 años. Él terminó la secundaria e intento continuar estudiando la preparatoria, pero ingresaba y al poco tiempo abandonaba la escuela. A los 17 años empezó a trabajar, ha tenido diversos trabajos, y desde hace dos años es despachador en una gasolinera. Sergio es el joven padre con características que evidencian mayor distanciamiento con el resto de los participantes de la muestra: una relación de pareja con mayor diferencia de edad, mayor número de hijos, pertenece al conjunto con menos años de escolaridad. Él creció en casa con la presencia del padre y la madre y expresa que su padre siempre le ha cuidado y acompañado, incluso ahora que es casado.

Entre los 8 jóvenes que son padres, siete tienen los niveles más bajos de la escolaridad identificada al interior del conjunto de participantes, además, coincide con la incidencia de jóvenes que crecieron en un hogar sin la presencia del padre. Sin embargo, no pertenecen exclusivamente al grupo (a) y (b) de la tipología propuesta para las actividades laborales, por lo tanto, la paternidad de estos jóvenes no está asociada con un bajo perfil laboral y salarial; tampoco los años de escolaridad corresponden con la tipología, jóvenes con menores y mayores años de escolaridad desempeñan trabajos de mayor responsabilidad y calificación. A excepción del grupo (e) integrado por profesionistas con estudios de posgrado, los grupos (a) (b) (c) (d) están distribuidos entre los diferentes niveles de años de escolaridad.

Relatos de Infancia

La mayoría de los estudios acerca de la crianza de los hijos, muestra como uno de los ejes centrales la relación de la pareja, esto es la madre y el padre. Asimismo, se ha insistido en que el varón que entra en conflicto con la compañera puede ser etiquetado como un mal padre, algunos estudios insisten en que el padre infiel a la esposa, no sólo es un hombre que incumple en el desempeño de la vida de pareja, sino que se hace extensivo hacia su ejercicio como padre. En este punto es necesario tender una línea de estudio que profundice en el ejercicio de la paternidad, o de la maternidad, en donde el hombre o la mujer muestren los vínculos con los hijos, la diversidad de expresiones afectivas, de otorgar cuidado y la convivencia específica, sin implicar que un buen padre o buena madre exige una armoniosa y estable relación de pareja (véase Aguilera y Aldaz, 2003).

Sin asumir que la ausencia del hombre obedezca a una relación inestable con la pareja, ya que puede estar implícita una búsqueda laboral, la viudez, o la decisión de una mujer de experimentar la maternidad por sí sola; además del divorcio o el abandono del hombre, la primera pregunta de la entrevista se refiere a la presencia del padre en casa.

Infancia con el padre presente en casa. Los participantes se expresaron acerca de sus recuerdos de infancia y la convivencia con el padre. Cinco participantes explicaron que su padre no vivió con ellos en casa. Veinte jóvenes recuerdan la infancia con la compañía del padre, viviendo juntos en la misma casa. Dos jóvenes de este grupo se refirieron a la figura paterna, uno por medio de un hermano más de 10 años mayor que él; el otro joven hizo referencia en sus relatos al abuelo materno como la figura de padre; entre ellos, 19 afirmaron que su padre los cuidó, un joven expresó que su padre lo descuidó durante la infancia. Entre el grupo de los 5, hubo 3 hijos que no incluyen ningún relato con el padre ausente, lo que se profundiza hasta la anulación de la paternidad ejercida por el hombre ya que ni siquiera se incluyen relatos de descuido; los 2 restantes afirmaron que el padre los descuidó mientras fueron niños.

A continuación veamos las siguientes preguntas que dan cuenta de los elementos estéticos involucrados en la crianza y cuidado de los hijos.

¿Cuando eras pequeño jugabas con tu papá?

En general los participantes suman diversos recuerdos sobre juegos y actividades lúdicas con el padre. Algunos autores insisten en que aun cuando las madres llegan a pasar más tiempo involucradas en la crianza de los hijos, son los padres quienes desarrollan mejores interacciones lúdicas con los hijos (véase Suárez-Delucchi y Herrera, 2010).

-Por ejemplo los fines de semana sábado y domingo... Él jugaba al futbol, yo me iba a los campos con él a jugar. Sólo los fines de semana; es que él siempre ha trabajado en los Estados Unidos[7]... A las 4 ó 5 de la mañana siempre se levantaba para irse a trabajar y regresaba 5 ó 6 de la tarde, por eso entre semana no era mucha la convivencia... Siempre ha sido la relación muy buena con mi papá, o sea bastante comunicación. (Alberto)

Sólo siete varones expresaron que no tuvieron experiencias de juego con el padre. Cuatro de estos jóvenes son quienes no vivían en casa con la compañía del padre. Los otros tres jóvenes, aun cuando sí vivían en casa con el padre, explicaron que no pasaban tiempo jugando juntos, que el padre regresaba en la noche, cansado de trabajar, o pasaba días fuera de casa; otro joven expresó que su papá y él no eran afines: “a mí no me gusta el futbol, así que mi papá sólo jugaba al fut con mi hermano”.

¿Cuando eras pequeño tu papá te abrazaba y te hacía cariños?

-Sí era muy chiqueador... Eh pues su forma de demostrármelo era con malas palabras: “vénganse mi cabrón”... Todavía ahorita de grande, todavía me dice “perro”, o sea es de cariño, “¡ay! Mi perro y mi perro”. Ya ahora con mis hijos es igual, ya ahora son sus perros ellos, si, ya ahora son sus perritos ellos. Te digo a las 4 ó 5 de la mañana que se levantaba para irse al trabajo, entre sueños lo recuerdo de que iba y me daba un beso antes de trabajar y me decía “mi perro hermoso” y se iba. (Alberto)

Del total de los participantes, 18 varones respondieron afirmativamente. Entre los 7 restantes, llama la atención que no son exactamente los mismos hombres que ya habían señalado que consideran que su padre los descuidó, o que tuvieron una relación lejana con el padre, esto es, algunos jóvenes expresaron que su madre fue quien les besaba y abrazaba, que su papá no se “llevaba” de esa forma. Es decir, como parte de las configuraciones diversas en torno a la paternidad, algunos varones no llevan a cabo prácticas que consideran no son expresión de hombría, como pueden ser las expresiones de cariño hacia los niños. En este sentido otros autores expresan que,

“la socialización de género favorece que las personas puedan o no, en función de su sexo, hacer con- tacto y expresar determinadas emociones; como si algunas emociones fueran para las mujeres y otras para los hombres, sin tomar en cuenta que todas las emociones son esencialmente humanas. No es casual que, desde un poder asignado mayor, los hombres aprendan a esconder emociones que asocian a la debilidad o a lo femenino como son el miedo o la tristeza”. (De Keijzer et al., 2010:33)

Entre estos jóvenes varones está presente la percepción del padre como ajeno a las relaciones afectivas con los niños, una especie de tarea que no es del ámbito de los varones; sin embargo, ellos también identifican que los regaños, gritos y castigos del padre cansado y enojado que regresa a casa después del trabajo, lesionaron o causaron sentimientos dolorosos en el niño que no estaba en condiciones de comprender tales acciones.

-Yo siento que no fue un buen padre. Nunca estuvo en la casa, siempre estuvo trabajando. Llegaba enojado, venía estresado del trabajo y empezaba a gritarle a todo el mundo. A veces llegaba y decía vamos a un parque, pero muy pocas veces... Jugábamos al béisbol, que yo recuerde sólo fueron una o dos veces, una vez fuimos a ver un partido de béisbol, yo tenía 7 años. Sólo mi papá y yo. Muy suave. Me gustaba mucho el béisbol. Yo estaba en un equipo y fue muy agradable. Teníamos una alberca y en verano nos metíamos en las noches y ahí estábamos jugando. Yo tenía 8 ó 9 años. Me aventaba, me estaba enseñando a nadar. Mi hermana estaba a dentro de la casa. ... Sí me acuerdo que me daba la palmada en la espalda, yo soy más expresivo, yo siempre lo he sido. Recuerdo que cuando terminé la primaria, él me abrazó. (Roberto)

¿Tu papá te regañaba?

Todos los participantes recuerdan diversos momentos cuando el padre les regañó, o estuvo al tanto de disciplinarles. Únicamente 2 de los participantes expresaron que nunca recibieron regaños de parte del padre. Los dos jóvenes varones explicaron que en cada caso, fue la madre quien se encargaba de la disciplina y los regaños. El padre regresaba cansado a casa después del trabajo y no debía ser molestado con los asuntos domésticos.

-No, no, él sí tenía tiempo para todo, pero mi mamá siempre nos inculcó eso de respetar un poquito el espacio de él... Pues llegaba de trabajar y todo eso..., pues no hacer ruido, o sea ahí ya era conciencia también de uno, de agarrar la onda, digo... Mi papá nunca me regañó ni me castigó. No sé, creo que a veces si se necesitan más llamadas de atención, más sanciones. (Alberto)

-Él nunca me ha regañado, sólo mi mamá, es que él se la pasaba siempre de viaje. ... Es que cuando eres niño, todos los cuidados y los regaños son con la mamá, para eso está la mamá en la casa. (Armando)

A excepción de Alberto y Armando, todos los otros participantes hablaron acerca de regaños y castigos que recibieron de parte del padre, como parte de la disciplina y la formación que se les enseñó en la infancia. La figura 2 muestra las causas y el tipo de castigos que recibieron.

Tabla 2
Causas para recibir algún castigo

Fuente: Elaboración propia

Entre los participantes varios se refirieron a lo desagradable que resultaban estos castigos. Por ejemplo omar expresó que su padre lo castigaba mucho, que a él no le gustaría dar a sus hijos un trato como el que le dio su padre. Asimismo, veamos aquí el relato de David,

-Creo que es de lo que más me acuerdo. No sé qué pasó, creo que golpee a mi hermanito y pues pasó algo malo... Pasó algo muy extraño, yo nunca me hubiera esperado que hubiera hecho eso, me amarró a un árbol, sí, con una cuerda más o menos gruesa a un árbol, adentro de la casa había muchos árboles, no sé porque hizo eso, mi mamá fue la que me desató, y pues él me iba a dejar ahí un buen rato, no sé, está loco. (David)

-Como que los castigos los ponía mi mamá, pero él sinceramente, estaba de genio casi siempre y mi mamá era la que estaba en casa siempre. ... Éramos los que estábamos en la casa encerrados porque salíamos con los vecinos y si no salíamos era un castigo muy grande para nosotros y pues sí, era no salir a jugar, ni televisión, ni el Nintendo. La limpieza, en aquellos momentos mi mamá era fan de la limpieza, así que era de que tienen que limpiar toda la casa y no salen o se ponen a estudiar para sus clases. ...Yo pienso que está bien cañón, yo ya lo trabajé emocionalmente, pero por ejemplo yo lo veo ahora en este caso de que la forma no es la correcta, por que queramos o no, es una forma de dañar a los hijos, yo lo veo en este caso, a él, o sea él es lo que aprendió con su familia, él es lo que él sabía, son sus patrones de conducta, creencias, etcétera, entonces como que a lo mejor él quiso hacerlo diferente pero a la vez le salió lo mismo, se hizo una reacción en cadena que vamos haciendo. ... O sea en ese momento uno es inocente, uno no sabe que está pasando porque uno es un niño, pero ya cuando crecí y lo veo y digo ¡ay cañón cómo ha repercutido en mi vida! Es una falta, es un faltante de cariño, no sé, falta la cercanía, todo eso va a repercutir en la vida. (Arturo)

-Me regañaba cuando me iba mal en la escuela, o cuando no entendía la tarea, si me salía a la calle sin hacer la tarea me daba con el cinturón, no me daba dinero para la semana. ...creo que es una forma de golpear excesiva, es descalificar verbalmente... (Roberto)

Como puede observarse los participantes expresaron que los castigos que asignaba el padre, era la madre quien vigilaba el cumplimiento y observancia de los mismos. Los castigos transcurrían a lo largo del día en la casa: permanecer encerrados, no jugar videojuegos, participar en tareas de limpieza; “para eso está la mamá en casa” tal como expresó Armando.

¿Cuando eras niño tu papá te ayudaba a vestirte y a arreglarte?

-Él siempre estuvo muy presente en esas actividades, tanto mi mamá como mi papá, los dos, pero sí mi papá siempre estuvo muy presente en las actividades, manualidades y todo eso. Recuerdo mucho, yo creo fue en tercero de kínder, teníamos que llevar un disfraz para un bailable yo creo era, no sé algo así, yo tenía que ir vestido de rana y recuerdo que él fue a comprar las cosas y regresó y él se puso conmigo, era velcro o no me acuerdo cual era el material, y él me lo ponía encima y recortaba y todo. (Fernando)

-Me gustaba más que me arreglara mi mamá, mi jefe camellaba [que dejaba el peinado desprolijo]. (Oscar)

Entre los participantes, 13 recuerdan que el padre les ayudaba a vestirse y a arreglarse cuando eran pequeños. Los 12 restantes expresaron que era la madre quien llevaba a cabo esas actividades. Casi en la misma proporción, 11 jóvenes varones, refirieron que el padre no los llevaba a la escuela en las mañanas, se trata de aquellos que el padre no estuvo habitando con ellos en la misma vivienda, pero además se suman los que explicaron que el padre salía de casa muy temprano para ir a trabajar. Sin embargo, entre estos jóvenes varones algunos identifican la convivencia y la atención personal como expresiones afectivas y de cuidado recibidas durante la infancia de parte del varón adulto que les acompañó.

Mi papá [el abuelo materno] me levantaba en las mañanas, me arreglaba, me limpiaba los zapatos, me planchaba la ropa y me marcaba la línea del pantalón,...me dejaba en la escuela, luego me llevaba el lonche en el recreo, yo me saltaba la muralla con otros niños para comer....él me cuidaba mucho. (Ricardo)

El relato de ricardo fue insistente sobre los cuidados brindados por el padre, no ofreció una respuesta escueta asintiendo que el padre lo vestía, él explicó detalladamente, mientras sonreía y asentaba con la cabeza, que su papá le limpiaba los zapatos, le planchaba el uniforme y le llevaba comida a la escuela. Además de ser el proveedor y trabajar largas jornadas como chofer de un camión de carga, siempre que estaba en casa, el hombre se enfocaba en dar cuidados al hijo. No obstante, en este rubro de contacto corporal y de actividades socialmente asignadas a las mujeres, limpiar, peinar y vestir a los niños, se reduce notoriamente la participación del padre.

¿Cuándo eras niño tu papá te ayudaba a hacer las tareas de la escuela?

14 de los participantes comentaron que su padre les ayudaba a estudiar y a realizar las tareas, los 11 restantes explicaron que no tuvieron ese tipo de interacción.

-Toda la etapa de la escuela, o antes de que entrara a la escuela, él no estuvo conmigo, él estaba en estados unidos. (David)

-No, sinceramente, él no se sentó nunca a hacer la tarea conmigo. (Arturo)

-Sí, siempre me apoyaba en todo, mucho más en los estudios... O sea en todo, cualquier cosa que pidiera y más que fuera de la escuela, sí, si estaba disponible. ...en tareas que pues de igual forma no entendía o algo pues él me ayudaba, me explicaba,...ya cuando él estaba en la casa, o sea pues 6 de la tarde, 7 de la tarde, se sentaba conmigo, se sentaba y pues me decía “mira así, así y así”, me explicaba, o sea todo lo del alcance de él o sea todo lo que él supiera. (Alberto)

-No me ayudaba, él viajaba mucho por el trabajo. (Roberto)

-Él llegaba como entre la 1 y 2 de la tarde. Él llegaba y comía y se volvía a ir a trabajar y regresaba entre 6 y 7 de la tarde... Yo despertaba y sabía que él ya no estaba; que se había ido a trabajar. Verlo en la tarde cuando él regresaba, sentarnos a comer, él se retiraba... De regreso, él nos preguntaba si teníamos tarea... Si nos habíamos aprendido todos los temas de la escuela y recuerdo que salíamos al parque, el salía con nosotros... O salíamos con mis hermanos nada más a patinar o no sé cualquier otra cosa. (Fernando)

-Mi mamá hacia la tarea conmigo, a veces si mi mamá no sabía algo, entonces ya le preguntaba a él. (Armando)

En ocasiones el acompañamiento para la realización de las tareas escolares puede requerir varias horas de dedicación al día, en la lógica del hombre que trabaja fuera del hogar, es significativo que más de la mitad de los entrevistados hayan tenido esta interacción con el padre.

¿Cuándo eras niño platicabas con tu papá?

Entre los participantes, 8 respondieron que no platicaban con el padre; sobresale que los restantes 17 varones respondieron positivamente y acompañaron sus respuestas con expresiones que dan evidencia de la valoración positiva que elaboran en torno a la comunicación y las conversaciones con el padre (véase la figura 3).

Tabla 3
¿Cuándo eras niño platicabas con tu papá

Fuente: Elaboración propia

-Mi papá es mecánico, siempre ha sido muy trabajador, pues él trataba que hiciéramos las cosas bien, no sé, si estábamos comiendo, que terminarnos la comida, no tirarla, comerla así toda completa. ... Es que creo que yo ni le decía nada... Una vez le hablé y le dije que estaba enfermo del estómago y él me hizo una limonada. (David)

- Pues la verdad es que no, no recuerdo. Cuando estaba chiquillo eran pocas las veces que lo veía, lo veía una vez al mes si mucho. Pues estaba trabajando, o sea nos estaba manteniendo... Estaba tratando de darle lo mejor a la familia. ... Es que él casi no estaba en la casa, yo jugando me descalabraba mucho cuando era niño y mi papá me curaba, cuando él estaba me ponía una gasita, me decía, ¿así te sientes bien? Yo llegaba llorando, y él así se preocupaba y decía “que hago, que hago” y ya me ponía la gasita y esperaba a que llegara mi mamá para que me curara. (Armando)

Los jóvenes expresaron que la gama de temas para conversar con la madre era amplia, dicen que hablaban de todo, pero en el caso del padre, la gama es más restringida, en realidad son los temas socialmente asignados como propios de los hombres, el fútbol, los juegos, la escuela y los logros, los premios prometidos por el padre.

La escolaridad del padre

Es posible subrayar que la escolaridad del padre ha sido un factor para el análisis del ejercicio de las paternidades, entre los hallazgos de esta investigación sobresale que los padres que forman el conjunto con menos años de escolaridad[8] sí figuran en las narraciones de los hijos en cuanto a los juegos infantiles y a diversas actividades recreativas. Sin embargo, en actividades como el vestir y peinar a los hijos, actividades socialmente definidas como labores de las madres, es notable la no participación de este conjunto. También es notoria la reducida participación de este conjunto en cuanto al acompañamiento para los hijos en la realización de las tareas escolares. En lo que respecta a la convivencia para conversar y escuchar a los hijos, la mitad de los padres de este conjunto sí conversaban y hacían preguntas a sus hijos. La otra mitad no participó en este tipo de convivencia, entre ellos están los tres padres con menor escolaridad. Todos los jóvenes participantes que explicaron que consideraban que el padre les había descuidado durante la infancia son hijos de padres ubicados en el conjunto de menor escolaridad[9].

Los jóvenes varones con menor escolaridad, son asimismo, hijos de los padres del conjunto con menor escolaridad. Esto es, cuatro participantes actualmente sólo tienen estudios de secundaria, es también el máximo grado de estudios que obtuvo el padre:

-Miguel tiene 22 años, estudió la secundaria, actualmente trabaja como mesero en una taquería. Sus padres se divorciaron cuando tenía tres años, creció sin convivir cercanamente con el padre. Él explica que considera que el padre no le cuidó.

-Luis Ángel tiene 19 años, estudió la secundaria, actualmente trabaja como guardia de seguridad. El creció con la compañía del padre en casa. Él explica que sí considera que el padre le cuidó.

-Kevin tiene 18 años, estudió la secundaria, actualmente trabaja como guardia de seguridad. El padre

Trabajaba en diferentes ciudades y era posible verlo esporádicamente. Él explica que considera que el padre no lo cuidó ni acompañó.

-David tiene 19 años, estudió la secundaria, actualmente trabaja como operador en una maquiladora. El padre se fue a trabajar a los estados unidos cuando tenía 5 años de edad, no volvieron a reunirse hasta los 13 años de edad. Él explica que no sentía que al padre le interesara.

De los cuatro varones con menor escolaridad, sobresale que tres de ellos expresan la distante relación con el padre y el sentimiento de carecer de cuidados paternos. Veamos por su parte, la situación de los varones participantes con mayor escolaridad:

-Arturo tiene 25 años, estudió mercadotecnia y trabaja como facilitador de cursos de inteligencia emocional. Creció con el padre en casa. Él expresa que le faltó cariño y tiempo junto al padre.

-Luis tiene 25 años, estudió contabilidad, actualmente trabaja como profesor asistente. El padre salía de casa para trabajar casi todo el día. Él refiere que necesitaba más tiempo con el padre para generar una relación con más confianza entre ellos.

-Hansel tiene 24 años, estudio psicología y trabaja como asistente administrativo universitario. Creció con el acompañamiento del padre en casa. Él expresa que su padre le dio todos los cuidados y atención necesaria.

-Francisco tiene 23 años, es estudiante próximo a graduarse del tecnológico de ciudad Juárez, actualmente trabaja en el área de ventas de telefonía celular. El creció con la presencia del padre en casa. Considera que tuvo una buena relación de cuidados y afecto con el padre.

-Adrián tiene 23 años, estudió una maestría en derecho y actualmente trabaja en una fiscalía especializada. Creció con la compañía del padre en casa. Él considera que su padre siempre le ha cuidado y le ha dado toda la atención necesaria.

-Ricardo tiene 23 años, es estudiante universitario próximo a graduarse, actualmente trabaja como comerciante los fines de semana. El creció con la compañía del abuelo materno en casa, quien representa la figura del padre. El narra que el padre le ofreció todo el cuidado y afecto necesario.

Los participantes que han obtenido hasta ahora una mayor trayectoria escolar tienen en común que crecieron en una familia en donde estuvieron acompañados por la madre y el padre, además, sobresale que proceden de hogares en donde se contaba con la aportación del salario del varón adulto. Hasta aquí, estamos ante un conjunto de varones con acceso a mejores condiciones familiares, económicas y que expresan, por una parte, más satisfacción en cuanto a las relaciones de convivencia con el padre. Por otra parte, dos de ellos, explican lo que identifican como carencias en la relación con el padre, esto es, están en condiciones de analizar e identificar lo que encuentran fue deficiente para una mejor convivencia con el padre. Aquí no se busca indicar que los hogares con la presencia de la madre y del padre están en mejores condiciones que los hogares sin la presencia de alguno o de ambos padres, como si este fuera el modelo de familia preciso. Más bien se considera que los hogares que aquí son llamados tradicionales y nucleares (madre, padre e hijos) son los que actualmente han sido sancionados e inclusive institucionalizados, de tal manera que es más fácil acceder a programas, políticas, planes gubernamentales e institucionales que reconocen y validan este tipo de familia, como la familia ideal per se, de ahí la afirmación de que son familias con acceso a mejores condiciones.

Paternidad Imaginada

¿Te gustaría tener hijos?

Los 25 participantes respondieron que sí les gustaría tener hijos.

Tabla 4
Por qué me gustaría ser papá

Fuente: Elaboración propia

En la figura 4 se enlistan las respuestas que expresaron los participantes, las cuales se presentan agrupadas en cuatro rubros: el rubro A que al parecer se genera de la experiencia afectiva positiva, es decir, de recuerdos y experiencias que ellos describen como muy agradables. El rubro B que resulta de lo que ellos describen como experiencias afectivas negativas, en donde narran descuidos, falta de atención y vivencias desagradables que ellos esperan no repetir en el ejercicio de la paternidad[10]. El rubro C refiere a la expectativa de alcanzar diversas satisfacciones personales tales como, la consecución de un plan trazado, la demostración de la capacidad de ser padre o la trasmisión de conocimientos. El rubro D implica una serie de expectativas que vinculan la infancia con experiencias divertidas, tales como me gusta jugar con los niños, o quiero tener un compañero para salir a pasear o ir al parque. es evidente que los jóvenes varones expresaron implícita y explícitamente el deseo de ser padre de un hijo varón, deseo que otros estudios han mostrado vinculado con la premisa de consagración del varón al facilitar la trasmisión y sobrevivencia del nombre familiar (véase Fuller, 2000).

¿Cómo describes a un mal padre?

Tabla 5
descripción de un mal padre

Fuente: elaboración propia

A los participantes se les solicitó que caracterizaran a un mal padre, por lo que se les requirió que especificaran el tipo de cualidades que tiene o de las que carece este tipo de padre. Los jóvenes en general expresaron diversas ideas acerca de la irresponsabilidad, el maltrato y el descuido. Sobresale que dos participantes fueron los únicos que explícitamente refirieron a las emociones y cualidades afectivas, la falta de amor y la insensibilidad. por una parte, arturo es uno de los participantes con mayor escolaridad y se desempeña en un trabajo que exige mayores cualificaciones; él expresó que un mal padre deja a sus hijos con carencias de amor y es orgulloso. por otra parte, david es uno de los participantes con menor escolaridad, quien trabaja como operador en una maquiladora, él expresó que un mal padre es insensible ante lo que ocurre con los hijos.

La figura 5 agrupa las respuestas de los jóvenes varones que caracterizan a un mal padre, subdivididas en siete rubros. Los rubros se presentan según el mayor número de referencias[11], esto es, los jóvenes hicieron mayor número de menciones a aspectos tales como, ser un padre complaciente que no pone límites para beneficio propio de los hijos. El segundo rubro se refiere a un padre que se comunica con los hijos a través del maltrato físico, los golpes y diversas agresiones físicas y emocionales. El tercer rubro refiere a la irresponsabilidad y falta de atención. El cuarto rubro se enfoca en el abandono y la ausencia del padre. El quinto rubro hizo referencia explícita al padre no únicamente en relación con los hijos, sino también en el vínculo con la madre y en general con el cuidado de todo lo referente a la familia y la casa. Los dos últimos rubros con menor número de menciones se refirieron uno al padre flojo, en el sentido de que no es trabajador, no es buen proveedor; otro, al padre que no expresa emociones y afecto.

Es interesante subrayar que la mayor parte de estos jóvenes varones no expresaron entre las características de un mal padre, alusiones a la relación entre la madre y el padre, esto es, sólo tres varones encuentran en la descripción del mal padre aquel que maltrata o desatiende la relación con la madre[12]. Entre estos tres jóvenes, veamos la narración de alberto, un joven de 25 años de edad y padre de tres niños:

En una ocasión, tenía yo como 19 ó 20 años... No sé, hubo algún problema con mi mamá, y él decidió irse de la casa. Luego llegó a la casa molesto, triste y todo, y dijo: “pues ya me voy a ir de la casa”, y no sé qué tanto más, estábamos él y yo solos... Nada más le dije: “pues si se va ir, pues si quiere, yo le ayudo a empacar sus cosas, échelas al carro y todo, nomás que si se va, no vuelve a poner un pie en esta casa”. ...o sea, yo ahí si me agarre con mi papá ya bien, ...yo nunca faltándole al respeto ni nada, pero le dije: “el día que se quiera ir, ahorita o mañana, adelante, nada más que de mi hermana, de mi mamá, no mas no vuelve a saber, usted me ha enseñado a ser bastante hombrecito hasta ahorita”. Le dije: “y yo puedo sacarlas adelante ellas dos. A mi hermana yo puedo sacarla adelante con sus estudios y a mi mamá con su casa, y a usted no lo necesitamos”, le dije, “ahorita yo ya me considero hombre, como para poder sacarlas adelante”. ...mi papá agachado, o sea, con la cabeza agachada... Se le rodaron las lágrimas. No por haber sido yo grosero, a lo mejor en nada, sino por lo mismo que él ya traía sus problemitas... Fue, pues no discusión, te digo hablamos ya como hombres se pudiera decir, él y yo y pues nada más. (Alberto)

Si por una parte un modelo tradicional de hombre mujeriego que puede llegar a ser valorado, admirado como estereotipo de mayor hombría, los jóvenes varones entrevistados no hicieron ninguna referencia a este tipo de prácticas de parte del padre, no está presente en su discurso sobre los relatos de sus padres, ni en los relatos de infancia que les hayan afectado favorable o desfavorablemente, es claro que más allá de ser una práctica que ellos consideren deseable o indeseable, prefieren omitir cualquier mención cuando de hablar del padre propio se trata. Sería muy aventurado afirmar que hay una sanción o una aceptación tácita, sólo simplemente no está presente en sus narrativas. por el contrario cuando en otra fase de este mismo proyecto de investigación se ha entrevistado a jóvenes mujeres cuestionando sobre los maltratos del padre, suele incluirse el adulterio o la infidelidad que causó sufrimiento a la madre; refuerzos estos de la sociedad patriarcal que colocan a las mujeres bajo el descanso y protección que brinda la figura paterna (véase Domínguez, 2013:77-86). además otros estudios indagan sobre los aprendizajes de las identidades genéricas, en donde al interior del grupo familiar, los niños y niñas resignifican las experiencias que se proyectan a futuro, desde esa perspectiva, los niños imaginan la posibilidad de la infidelidad a la pareja; por su parte las niñas perciben la posibilidad de ser engañadas o abandonadas por el hombre (véase Salguero, 2008).

¿Cómo describes a un buen padre?

Además de caracterizar a un mal padre, los participantes respondieron acerca de cómo caracterizar a un buen padre. todos los participantes enunciaron diversas cualidades que son un constructo social que serían acordes con ser un buen padre, principalmente con mayor número de repeticiones: la responsabilidad, el ser estricto y enseñar disciplina a los hijos, que sea un buen proveedor económico para las necesidades de los hijos y que enseñe valores. con menor número de menciones explicaron que el padre debía ser un ejemplo a seguir. la figura 6 muestra las cualidades del buen padre que los jóvenes varones enunciaron, unas no son excluyentes de otras en las narrativas de estos varones, solamente son mostradas aquí agrupadas en dos conjuntos para facilitar la exposición.

Tabla 6
Descripción de un buen padre

Fuente: Elaboración propia

Otro conjunto de respuestas da énfasis a atributos afectivos y emocionales[13], esto es, además de expresar una serie de cualidades que aluden a la personalidad del padre; ahora en menor medida los varones participantes refirieron a cualidades afectivas que serán expresadas en la interacción con los hijos: ser cariñoso, estar ahí, que acompañe y motive para que los hijos alcancen sus metas así como ser confiable, atender los sentimientos de los hijos, dar amor y ser bondadoso. Asimismo es valioso hacer notar que la totalidad de los participantes mencionó algunas cualidades de la personalidad. Aun cuando 18 varones expresaron que su padre era afectuoso y había expresiones de cariño entre ellos, solamente 14 de estos varones hicieron mención de cualidades afectivas. Entre los participantes, ocho tienen hijos, sólo dos de estos padres jóvenes se expresaron acerca de las cualidades afectivas; es decir, tanto los jóvenes que aún no experimentan la paternidad como quienes son padres, muestran mayor tendencia en sus discursos para expresarse en torno a atributos del constructo social y en mucho menor medida a expresiones afectivas o emocionales.

En este sentido salguero enfatiza la condición socialmente impuesta sobre los varones que les requiere estar presentes y sobresalir en el ámbito público,

“La construcción de la identidad en los varones forma parte de un proceso complejo y en ocasiones contradictorio, ya que por un lado se enfrentan a discursos sociales a través de las instituciones estatales, familiares, educativas y sanitarias, en las que se plantea un deber ser como hombres, donde lo importante es el éxito en el ámbito público, el trabajo y la obtención de bienes, y por otra parte, cubrir el “deber ser” resulta muy costoso y en ocasiones imposible de alcanzar.” (Salguero, 2008: 241-242)

Como consecuencia de ser considerado un hombre exitoso, puede desembocar en el reconocimiento de ser un buen padre; sin embargo ser primero un buen padre no conduce a la consecución del éxito institucionalizado en la sociedad. En este sentido, siguiendo a salguero, no se trata sólo de ser un buen padre, se trata de ser buen profesional, buen amigo, buen colega, se pretende cumplir en el espectro más amplio de la masculinidad, no sólo la adjudicación de la paternidad (Salguero 2008:247).

Conclusiones

Entre los estudios sobre paternidades, cuidado y crianza de los hijos ha sido recurrente tomar como punto de partida la premisa de la familia integrada por un hombre y una mujer, y comúnmente la descendencia de ambos. Mucho se ha abonado en la reflexión sobre las maternidades y las mujeres acompañadas o solas llevando a cabo diversos arreglos y negociaciones para el cuidado de los niños. Sin embargo aún es largo el trecho para reconocer las paternidades sin que sean asociadas a los modelos de padre-esposo responsable o irresponsable, es decir, los estudios sobre paternidades surgen delimitados en un marco contextual que refleja los patrones de la familia tradicional socialmente aceptada: hombre monógamo, heterosexual, proveedor, protector, buen esposo, buen padre. Sin embargo, las familias concretas, están en muchos de los casos muy lejos de vivir en tales condiciones, de tal forma que resulta necesario continuar analizando las prácticas específicas en que los hijos y los padres experimentan y resignifican las paternidades.

Algunos estudios sobre paternidades han elaborado importantes análisis acerca de las condiciones de escolaridad, empleo y mayor edad como elementos que marcan la brecha hacia una paternidad más responsable y comprometida con las actividades del ámbito privado y doméstico. Sin embargo, considero necesario cuestionar si los varones llegan a ser más solidarios y empáticos con los integrantes de la familia, o sólo tiene mejores condiciones salariales e institucionales, por lo que el ser jefe de familia y proveedor eficiente sigue siendo uno de los principales valores en juego. Asimismo, los hallazgos obtenidos entre varones jóvenes de Ciudad Juárez evidencian pocas diferencias significativas en cuanto a las narrativas de las paternidades y sus reelaboraciones entre hombres con cortas o largas trayectorias escolares.

Una veta que requiere profundizar en las indagaciones, es sin duda, acerca de las motivaciones por las que los varones encuentran deseable la experiencia de la paternidad. Configuración de un deseo que se corresponde con una temporalidad y espacialidad específicas, es por lo tanto una construcción cultural, desde ahí será posible entablar el diálogo entre las motivaciones de las maternidades y de las paternidades. De igual manera, es necesario dotar de sentido la “afectividad” masculina y reconocer las contradicciones entre las exigencias de las masculinidad hegemónica de frente al ejercicio de una paternidad afectiva y sensible.

Referencias

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Notas

2 El término parental permite referirse a las maternidades y paternidades. El término paternal se refiere a la función parental del padre.
3 Actualmente siguen en plena confrontación quienes están a favor o en contra de que las parejas del mismo sexo puedan constituirse como padres adoptivos. Tema de gran trascendía pero que en este momento no será abordado en este artículo.
4 Aquí Herbert Blumer insiste en marcar un claro distanciamiento con respecto a la psicología y la sociología. Desde el Interaccionismo Simbólico, “se considera que ignorar el significado de las cosas conforme al cual actúan las personas equivale a falsear el comportamiento sometido a estudio, por estimarse que el hecho de restar importancia al significado en beneficio de los factores que supuestamente motivan la conducta, constituye una lamentable negligencia del papel que el significado desempeña en la formación del comportamiento.” (Blumer, 1982:27)
5 En esta ocasión se evitó la observación y entrevistas en las zonas consideradas lujosas de la ciudad, se buscaron espacios populares y particularmente jóvenes con trabajos de baja calificación, tales como despachadores de gasolina o vigilantes de estacionamientos públicos, por mencionar algunos casos. esta discriminación permite evitar el sesgo de relacionar directa- mente la paternidad con las condiciones más favorables de proveeduría.
6 La edad de los hijos es, 4 y 2 años, además una pequeña de 3 meses de edad.
7 Miles de trabajadores cruzan la frontera entre Ciudad Juárez y El Paso, Texas, para acudir diariamente a sus lugares de trabajo y regresar a su hogares el mismo día.
8 Es un conjunto con 10 padres, de los cuales 3 terminaron los estudios de primaria, y los otros 7 terminaron los estudios de secundaria.
9 Es necesario precisar que aun cuando los jóvenes hablaron de los juegos y actividades lúdicas con el padre, ello no les limitaba para expresar que se sintieron descuidados durante la infancia.
10 Rodríguez y Salguero referencian que diferentes estudios demuestran que algunos hombres desean tener hijos para mantener con ellos una relación más cercana que la que ellos mismos tuvieron con sus padres (Rodríguez y Salguero, 2010).
11 Visibilizar el número de menciones es una estrategia para identificar los imaginarios y las percepciones más comunes y frecuentes; las prácticas y experiencias que son más inmediatas en las interacciones de estos jóvenes.
12 Otros estudios han explorado acerca de la perspectiva de los hijos en torno a la relación de pareja que establecen el padre y la madre (véase Alvear y Herazo, 2006).
13 Otros estudios han identificado que diversas imágenes de padres amorosos se han hecho más recurrentes en la “imaginería social” y en los espacios institucionales, sin embargo se cuestiona el que estas construcciones discursivas de padre amoroso conlleven transformaciones profundas en las prácticas concretas de las paternidades y de las maternidades. (véase Cruzat y Aracena, 2006).


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