Sánchez, Gladys Karina. 2015. Los pequeños cafeticultores de Chiapas. Organización y resistencia frente al mercado. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México: Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica.

Manuel Garza Zepeda 1
Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, México

Sánchez, Gladys Karina. 2015. Los pequeños cafeticultores de Chiapas. Organización y resistencia frente al mercado. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México: Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica.

Nóesis. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, vol. 26, núm. 51, pp. 118-121, 2017

Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

Sánchez Gladys Karina. Los pequeños cafeticultores de Chiapas. Organización y resistencia frente al mercado. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México: Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica.. 2015. uxtla Gutiérrez, Chiapas, México. Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica.

Recepción: 10 Enero 2016

Aprobación: 11 Enero 2016

El propósito de la investigación que dio como resultado este libro se centra en conocer y explicar las estrategias de los cafeticultores organizados de Chiapas para resistir a las políticas neoliberales, en defensa no solamente de sus posibilidades de seguir existiendo como productores, sino de sus propios modos de vida.

Los cambios en las políticas del Estado mexicano en relación con el campesinado, y en particular con los productores de café, son expresión de las transformaciones ocurridas en el modelo de acumulación, con el tránsito de la industrialización por sustitución de importaciones a un modelo posfordista. Ese paso significó no solamente modificaciones en la relación entre el capital y el trabajo sino en la estructura y funciones atribuidos al aparato estatal. La nueva fase de acumulación basada en la profundización de la internacionalización del capital y la liberalización de los mercados de bienes, dinero y capital, se tradujo en el ámbito de las relaciones entre Estado y grupos sociales, en la ruptura del viejo pacto social corporativista.

La función de los aparatos estatales se modificó, con obvias diferencias relativas a su diversa ubicación en la división internacional del trabajo. Las empresas multinacionales adquirieron un papel fundamental en la determinación de los contenidos de las políticas públicas nacionales. En particular, generaron presiones para que los Estados nacionales abrieran sus mercados, flexibilizaran las regulaciones laborales y redujeran las exigencias en materia de protección ambiental.

Respecto al campesinado mexicano, estas transformaciones significaron un cambio de gran importancia en su papel económico en el modelo de acumulación y en su relación con el Estado. En este sentido, en la fase de industrialización por sustitución de importaciones los campesinos estaban integrados al modelo, en virtud de que el Estado mexicano alentó y apoyó la producción de granos con miras a mantener baratos los salarios vía el bajo costo de los alimentos para los trabajadores. En lo político, la creación de la Confederación Nacional Campesina permitió a los campesinos mexicanos contar con un mecanismo de intermediación en su relación con el Estado.

Todo ello cambió con la instrumentación de las políticas neoliberales en el país. En contra de argumentos que sostienen que los Estados pierden importancia en el contexto neoliberal, el aparato estatal continúa siendo importante al cumplir funciones de mantenimiento del orden social que hace posible el proceso de acumulación de capital.

En el nuevo modelo los campesinos enfrentan un proceso de exclusión de la actividad económica. Pero la imposición de estas transformaciones no ocurre sin enfrentar resistencias. Por el contrario, el tránsito de un modelo de acumulación a otro es el resultado de una derrota histórica de las organizaciones tradicionales de las clases populares. Una derrota porque la existencia continuada de las relaciones sociales organizadas por el capital es producto de una lucha permanente. La propia constitución de esas relaciones es en sí un proceso de lucha. Lucha del capital por imponer un tipo de organización de la vida social, y lucha de resistencia en contra de esa imposición y por la creación de un tipo distinto de relaciones sociales. Sencillamente, lucha de clase.

Desde esta perspectiva es precisamente como hago la lectura del texto, pues es claro que la autora insiste en la necesidad de mirar a los procesos de resistencia en virtud de los cuales los productores campesinos se oponen a su desaparición. Hago una lectura desde los rasgos de esa lucha contradictoria por resistir a la imposición de una forma de organización de la vida, en la búsqueda de mejores condiciones de existencia en el marco de esta misma sociedad; pero al mismo tiempo como rechazo de esas mismas relaciones, como una lucha que intenta trascender, que mira más allá de la sociedad del capital. En este sentido, la precarización del trabajo que es concomitante a la ofensiva neoliberal trae consigo una resistencia que se expresa en primer término como lucha por la subsistencia. Paradójicamente, la condición de esta lucha es que la gente prefiere ser explotada antes que excluida.

Bajo el nuevo modelo de acumulación de capital, el Estado mexicano transformó radicalmente su política hacia el campo. Atrás quedaron las políticas de modernización basadas en el ofrecimiento de crédito rural y asistencia técnica a los campesinos. El crédito dirigido al sector rural se redujo de manera drástica. Además, se definió una estrategia de crédito basada en la distinción entre, por un lado, productores considerados con verdadero potencial productivo, hacia quienes se canalizó el crédito, y por otro la definición del resto de productores como pobres, a quienes se canalizó en cambio hacia los programas de combate a la pobreza.

Se redujo o desapareció también la intervención del Estado mexicano en la producción y comercialización de bienes e insumos agrícolas y se eliminaron los precios de garantía de los granos básicos. El resultado es claro: un panorama absolutamente desolador para los campesinos mexicanos.

¿Cuál fue su respuesta a estas transformaciones?

La respuesta puede entenderse en términos de una lucha que venía de antes y que se articulaba en torno a la reivindicación de la autonomía. Originalmente concebida como ruptura de la subordinación hacia el Estado, después se tradujo en la recuperación del control de los procesos productivos, económicos y organizativos. En el trabajo se describen las trayectorias de las diversas experiencias organizativas que, a partir de la década de los noventa del siglo pasado, desembocó en una bifurcación del movimiento campesino indígena. Mientras un grupo de organizaciones orientó sus luchas en términos de reivindicaciones étnicas y culturales, otro se pronunció por la defensa de la producción campesina.

En relación con las estrategias de las diferentes organizaciones, hay una tensión que recorre las reflexiones de la autora respecto al contenido y los significados de las luchas que analiza. Por una parte, es clara la existencia de un impulso hacia la autonomía, en el hecho de que la búsqueda por insertarse en el mercado y pugnar por mejores precios tiene como propósito preservar formas de vida y de organización que no necesariamente se corresponden con las relaciones sociales determinadas por el capital. Es un punto de vista que pone por delante lo que las personas hacen y no el trabajo ni la producción, pese a las limitaciones que les imponen las determinaciones de un modo particular de organizar las relaciones sociales.

Pero al mismo tiempo, las reivindicaciones de carácter económico de las organizaciones, orientadas a lograr mejores precios para la producción de sus agremiados y que incluso tuvieron una participación destacada en la propuesta del comercio justo, no escapan a la lógica del mercado. Sus luchas, pues, se presentan en el seno del intercambio mercantil, buscando ciertamente mejores condiciones de inserción para las productores, pero al fin y al cabo limitadas por desplegarse en el interior de la dominación capitalista. En este aspecto, los campesinos aceptan las categorías de la dominación capitalista y luchan desde dentro de ellas.

Se muestra así el carácter contradictorio de las luchas que se tratan en el libro. En este sentido, los campesinos pequeños productores de café no cuestionan el carácter capitalista de las relaciones sociales ni del mercado. Se limitan a rechazar aquellos filos más agudos que los conducen al riesgo de la desaparición. Incluso culturalmente se mueven en el seno de esa determinación en tanto, como afirma la autora, le atribuyen un valor simbólico importante al hecho de ser propietarios de sus extensiones de tierras y dueños de su proceso productivo.

En el despliegue de estas contradicciones podemos observar también que la subordinación al Estado no se limita a la relación con las instituciones del aparato estatal, vía la adopción de formas jurídicas para la gestión de los apoyos y beneficios gubernamentales. En este sentido, me parece que el análisis de las luchas que se propone en el libro podría profundizarse si se adopta una concepción distinta del Estado, que no lo limita al aparato institucional, sino que lo entiende en términos de una relación que impone prácticas y que, como se reconoce en el texto, es configurado como un espacio de luchas.

Esa relación estatizante se hace evidente, por ejemplo, en las tensiones que se generan al interior de instancias como la Coordinadora de productores de café (Coopcafé) en relación con la actividad política partidista. De la misma manera, la dominación capitalista no se limita a la subordinación al mercado sino que incluye el despliegue de conductas determinadas por la lógica del intercambio y de la competencia. Las tensiones al interior de las organizaciones, expresadas en la competencia por los recursos gubernamentales o incluso la que se genera entre las mismas organizaciones por la membresía, dan cuenta de la lucha del capital por determinar relaciones que aparentemente son ajenas al proceso productivo.

Pero a pesar de que los esfuerzos organizativos de los campesinos pequeños productores de café se insertan en la lógica del mercado, así se trate de mercados alternativos como el de café orgánico y el sistema de comercio justo, la dominación del capital implica enfrentar todo tipo de iniciativas colectivas, lo que se expresa como lucha constante por la fragmentación. Al respecto, en el libro se da cuenta del papel de las grandes empresas multinacionales en la determinación de las políticas públicas relacionadas con el sector de producción cafetalera. Se imponen nuevos esquemas institucionales cuyos efectos se convierten en un ataque a las organizaciones de campesinos y en la consecuente pérdida de su importancia como instrumentos de relación de los campesinos con el Estado.

Con mayor claridad aún, este ataque se hace evidente en la captura de los resquicios que habían generado los productores de café orgánico, a través de las grandes multinacionales agroalimentarias cuya presencia en la producción orgánica altera sus condiciones en perjuicio de los productores campesinos.

En suma, la clave con la que hago la lectura es la de las luchas inevitables en una sociedad cruzada por el antagonismo, luchas que no pueden sino ser contradictorias en la medida en que son constituidas por la dominación. Sin embargo, en ellas es posible encontrar también el impulso de la dignidad, la búsqueda por formas diferentes de vida o la defensa de otras que no necesariamente responden a la racionalidad capitalista. Sus limitaciones, como luchas que se despliegan en el marco de las relaciones capitalistas, no implican su demérito o su desprecio por no constituir alternativas frente a la dominación del capital. Tampoco justifican, en mi opinión, las tentativas desde el exterior por lograr que esas luchas trasciendan su condición para convertirse en luchas más allá del capital. En cambio, nos plantean el desafío de pensar cómo esas luchas, junto a otras, que crean en la práctica de todos los días otros modos de vivir y relacionarse, pueden contribuir a alumbrar cotidianamente ese otro mundo que creemos posible.

Este libro resulta sin duda de interés no solamente para aquellos que observan cotidianamente la realidad del sector de producción cafetalero o las luchas campesinas, sino también para quienes se preocupan por desentrañar las manifestaciones, las contradicciones y las consecuencias de las formas de lucha que se despliegan cada día en los más diversos ámbitos de la sociedad capitalista.

Notas de autor

1 Grado: Doctor en Sociología

Área de especialización: estudios sobre luchas y movimientos sociales

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