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Pobreza, “cuestión social” y su enfrentamiento
Poverty, “social issues” and clash
Nóesis. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, vol. 25, núm. 49, pp. 68-97, 2016
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez



Recepción: 19 Septiembre 2013

Aprobación: 28 Octubre 2014

Resumen: En este ensayo se pretende problematizar acerca de las diferentes concepciones de pobreza y “cuestión social” oriundas de la tradición liberal, y sus formas típicas de enfrentamiento y combate en los contextos del liberalismo clásico, en el siglo XIX, del Keynesianismo, en el siglo XX, y del neoliberalismo, a partir de la actual crisis del capital. Hoy, presentadas como visiones “alternativas”, aparecen con fuerza las corrientes teórico-políticas denominadas de “tercera vía”, “neo-desarrollistas” y “post-moderna”. Evaluaremos aquí sus perspectivas para pensar la pobreza y sus propuestas de enfrentamiento, considerando si realmente son alternativas, o complementarias y funcionales al neoliberalismo. Con esto, ofrecemos una reflexión sobre algunos aspectos que nos permitan caracterizar la pobreza y la “cuestión social” desde una perspectiva histórico-crítica.

Palabras clave: Pobreza, Cuestión Social, Desigualdad.

Abstract: In this paper we problematize about different conceptions of poverty and “social question”, native of the liberal tradition, and their typical forms of confrontation and combat, in the context of classical liberalism in the XIX century, Keynesianism, in the XX century, and neoliberalism, from the current crisis of capital. Currently, like “alternative” visions, appear strongly the theoretical-political called “third way”, “neo-developmentalist” and “post-modern” trends. Here, we will evaluate their prospects thinking the poverty and proposed showdown, considering if really their are alternative or complementary and functional to the neoliberalism. With this, we offer a reflection on some aspects that allow us to characterize poverty and “social question” from a historical-critical perspective.

Keywords: Poverty, Social Question, Inequality.

Introducción

Se presentan inicialmente las visiones hegemónicas sobre la pobreza y sus formas de enfrentamiento en el contexto del capitalismo. Tratar las visiones hegemónicas, de mundo y particularmente del fenómeno “pobreza”, significa centrarse en los análisis liberales, fuertemente influenciados por el conservadurismo y por la razón positivista; de tal forma, el liberalismo clásico (pre y post revoluciones burguesas), el keynesianismo (en la fase de expansión capitalista) y el neoliberalismo (en el escenario de crisis).

En la segunda sección, sustentados en el análisis marxista sobre los fundamentos del Modo de Producción Capitalista (MPC), se expone un análisis histórico-crítico sobre la pobreza, la acumulación y los fundamentos de la desigualdad en la sociedad capitalista. Reflexionando aquí sobre las propuestas de combate a la pobreza sustentadas en la ideología del supuesto “Desarrollismo con justicia social”, que auto-responsabiliza al individuo.

I- Los conceptos hegemónicos sobre pobreza, “cuestión social” y su enfrentamiento

En este apartado presentamos un estudio introductorio acerca de las diversas concepciones hegemónicas que, dentro de la tradición liberal, se construyeron acerca de la pobreza y “cuestión social”, orientadas por los intereses del capital en la perspectiva de las luchas de clases, que a su vez determinan las formas típicas de intervención en las mismas.

I.1- Conceptos de pobreza y “cuestión social” en el Capitalismo Competitivo

La expresión “cuestión social” comienza a ser empleada masivamente a partir de la separación positivista, propia del pensamiento conservador, entre lo económico y lo social. Desintegrando así las cuestiones típicamente económicas de las “cuestiones sociales” (ver Netto, 2001: 42). Lo “social” puede ser visto como “hecho social”, como algo natural y ahistórico, desarticulando los fundamentos económicos y políticos de la sociedad y, por ende, los intereses y conflictos sociales. Entonces, los problemas sociales (la “cuestión social”) no comportan un fundamento estructural, por lo tanto su solución no requiere de la transformación del sistema.

El origen de esta separación data de los acontecimientos de 1830- 1848. En el momento en que la clase burguesa pierde su carácter crítico-revolucionario ante las luchas proletarias (ver Lukács, 1992: 109 e ss.), surge un tipo de racionalidad que, procurando la mistificación de la realidad, crea una imagen fetichizada y pulverizada de ésta. Es lo que llama Lukács la “decadencia ideológica de la burguesía”.1 Para Lukács, después del surgimiento de la economía marxista, sería imposible ignorar la lucha de clases como hecho fundamental del entramado social, siempre que las relaciones sociales fuesen estudiadas a partir de la economía. Para rehuir a esa necesidad, surgió la sociología como ciencia autónoma (…) (Lukács, 1992: 123).

De esta forma, el nacimiento de la sociología como disciplina independiente hace que el tratamiento al problema de la sociedad deje de lado su base económica; la supuesta independencia entre las cuestiones sociales y las cuestiones económicas constituye el punto de partida metodológico de la sociología. (Lukács, 1992: 132).

Con ello, se comienza a pensar las expresiones derivadas de la llamada “cuestión social”, como son miseria, pobreza y todas las manifestaciones de las mismas, no como resultado de la investigación económica, sino como fenómenos autónomos, y con una carga de responsabilidad individual o colectiva por los sectores que la padecen. Por lo tanto, la “cuestión social” pasa a ser concebida como “cuestiones” aisladas, o como fenómenos naturales producidos por el comportamiento de los sujetos que la padecen.

A partir de dicho pensamiento, las causas de la miseria y de la pobreza estarían vinculadas (desde esa perspectiva) a por lo menos tres tipos de factores, siempre oriundas de los individuos que padecen tales situaciones.

Primeramente la pobreza en el pensamiento burgués estaría vinculada a un déficit educativo (falta de conocimiento de las leyes “naturales” del mercado y de cómo subsistir dentro de él). En segundo lugar, la pobreza es vista como un problema de planeación (incapacidad para administrar el presupuesto familiar). Finalmente, esta es vista como problema de orden moral/comportamental (mal gasto de recursos, tendencia al ocio, al alcoholismo, a los vicios, etcétera).

Surgen con esto las bases para el establecimiento de conceptos más recientes como el de “cultura de la pobreza”, donde la pobreza y las condiciones de vida del pobre son asumidas como producto y responsabilidad de los límites culturales de cada individuo.

Con esta concepción de pobreza (típica en Europa de los siglos XVI al XIX) el tratamiento y enfrentamiento a la misma se desarrolló fundamentalmente a partir de la organización de acciones filantrópicas. Así, el tratamiento de las llamadas “cuestiones sociales” pasa a ser segmentado (separado por tipo de problemas, por grupo poblacional, por territorio), filantrópico (orientado en función de los valores de la filantropía burguesa), moralizador (procurando alterar aspectos morales del individuo) y comportamental (considerando la pobreza y sus manifestaciones en la “cuestión social” como problema que se expresa en comportamientos, que demandan su solución a nivel comporta- mental) (ver Netto, 1992: 47). La acción es entonces la educación y la filantropía. Surgen así los refugios para pobres y las organizaciones de caridad y filantropía.

En Inglaterra se promulga la Ley de Pobres (Poor Law), en 1601, que “instituía un aparato oficial, administrado en las parroquias, destinado al amparo de trabajadores pobres, bajo el patrocinio de la tasa de los pobres” (ver Duayer y Medeiros, 2003: 241; también Martinelli, 1991: 33 y 55). Siendo que, “durante los dos siglos de vigencia de esta legislación, Inglaterra cuidó del pauperismo a través de la “beneficencia” por el camino burocrático” (Duayer y Medeiros, ibídem).

En 1834, justamente en el contexto de las expresivas luchas de clases de los trabajadores, el parlamento inglés comienza a entender la propia Ley de Pobres como “la fuente principal de situación extrema del pauperismo inglés” (ibídem). A partir del pensamiento de Malthus, la beneficencia “representaría un estímulo a la miseria” (ibídem). Así la acción filantrópica estaría reforzando y estimulando las costumbres y hábitos de los pobres, esto es, las (supuestas) causas de la pobreza. El sujeto que recibe asistencia, el beneficiario, se acomodaría a tal situación, tendiendo a reproducir su condición, su pobreza. La asistencia sería la verdadera causa de ociosidad, de acomodamiento, de conformismo, en fin, de la pobreza (ver Martinelli, 1991: 58).

De esta forma, en lugar de tratar la pobreza con acciones filatrópicas/asistenciales (como si esto fuese un problema de deficiencia o carencia de los pobres), ella pasa a ser reprimida y castigada (como si se tratara de una cuestión delictiva o criminal de los pobres). La beneficencia y los albergues pasan a ser sustituidos por la represión y reclusión de los pobres. En el campo ideológico la expresión de “marginal” comienza a adquirir una connotación de “criminal”. El pobre, aquí identificado como “marginal”, pasa a ser visto como una amenaza al orden.

Aquí se produce la separación entre “pobre” (objeto de acciones asistencialistas, por su condición de mendigo y vagabundo) y el “trabajador” (objeto de servicios de salud y previsión social); por lo tanto, se crea la distinción entre el individuo “integrado” y el “desintegrado” y “disfuncional”.2

Como podemos observar, aun existiendo una fuerte inflexión sobre la concepción de pobreza y su enfrentamiento, justamente con la anulación de la Ley de Pobres, a partir de 1834, existen algunas características y problemas de esta concepción de “cuestión social”, pobreza y sus tratamientos:

  • La “cuestión social” es separada de sus fundamentos económicos (la contradicción capital/trabajo, basada en las relaciones de explotación del trabajo por el capital, que encuentra su ápice en la industria moderna) y políticos (las luchas de clases). La “cuestión social” es considerada en la perspectiva de Durkheim como problemas sociales, cuyas causas estarían vinculadas a cuestiones culturales, morales y comportamientos de los propios individuos que los padecen.

    La pobreza es atribuida a causas individuales y psicológicas, jamás a aspectos estructurales o del sistema social.

    Su enfrentamiento, sea la pobreza considerada como carencia o déficit (donde la respuesta son acciones filantrópicas y beneficiencia social), o sea ella entendida como mendicidad y vagabundaje (donde la respuesta es la criminalización de la pobreza, enfrentada con represión/reclusión), siempre remite a la consideración de que las causas de la “cuestión social” y de la pobreza se encuentran en el propio individuo, que demanda una intervención psicologizante, moralizadora y contenedora de estos individuos. Se tratan las manifestaciones de la “cuestión social” en el espacio de quien las padece, en el interior de los límites del individuo, y no como cuestión del sistema social.

I.2- Concepto de pobreza y “cuestión social” en el Capitalismo Monopolista del “Estado benefactor”

En el contexto de expansión capitalista de la segunda posguerra (1945), a partir de la nueva condición del capitalismo monopolista, de expansión productiva fordista y permeado por la organización y luchas de los trabajadores, se desarrolla una nueva “estrategia hegemónica” del capital (productivo-comercial) (ver Montaño y Duriguetto, 2010: 149 y ss.), que incorpora (y encuadra) a la clase trabajadora industrial-urbana.

Surge lo que los autores llaman el “capitalismo tardío” clásico (Mandel), el “régimen de acumulación fordista/keynesiano” (Harvey, 1993), o el “breve siglo XX” (Hobsbawn, 1995), llamada también de “fase de expansión productivo-comercial” (Arrighi, 1996).

En esta experiencia, el Estado asume tareas y funciones esenciales para la nueva fase de acumulación capitalista e inhibición-institucionalización de los conflictos sociales, de la clase trabajadora (reprimiendo los anhelos de superación del orden y transformando en puntuales demandas dentro del mismo).

Aquí la “cuestión social” pasa a ser internalizada en el orden social. No más como un problema meramente oriundo del individuo, sino como consecuencia del aún insuficiente desarrollo social y económico (o el subdesarrollo). Así, la “cuestión social” pasa de ser un “caso de policía”, para entrar en la esfera política (de una “política” reducida a la gestión administrativa de los “problemas sociales” y su enfrentamiento institucional); pasa a ser tratada segmentadamente, pero sistemáticamente, mediante las políticas sociales estatales (ver Netto, 1992).

En esta perspectiva, la pobreza y la miseria, expresiones de la “cuestión social”, son vistas, a partir de los postulados keynesianos (ver Keynes, 1985; también Montaño y Duriguetto, 2010: 55-60 y 161-79) como un problema de distribución del mercado, como una descompensación en la relación oferta/demanda de bienes y servicios.

El problema de distribución estaría vinculado a un déficit de demanda efectiva (por bienes y servicios) en el mercado, posibilitado por la sobre-oferta de fuerza de trabajo no absorbida por la esfera pro- ductiva. Esto es, con el desarrollo de las fuerzas productivas (o en la interpretación keynesiana, en función del aún insuficiente desarrollo), una proporción del pueblo queda excluida del mercado de trabajo, y con ello no puede vender su fuerza de trabajo, ni tiene una fuente de renta que le permita adquirir en el mercado bienes y servicios. Para enfrentar esta divergencia, según Keynes, el Estado debe intervenir en dos sentidos: (a) responder a algunas necesidades (carencias)/demandas de la población carente; (b) permitir las condiciones para la producción y el consumo, incentivando una contención de desempleo o una transferencia de renta (previsión social y políticas sociales). Promoviendo así el llamado “círculo virtuoso” fordista-keynesiano.

Para esto, el Estado pasa a absorber y organizar parte del excedente, y a redistribuirlo mediante políticas sociales.

En este contexto, nuevas y viejas son las características que marcan la comprensión de la “cuestión social” y sus formas de enfrentamiento:

  • Este abordaje avanza en considerar las manifestaciones de la “cuestión social” como un producto (transitorio) del sistema capitalista (o como resultado de su aún insuficiente desarrollo), y no como meras consecuencias de los hábitos y comportamientos de los individuos que padecen de necesidades sociales.

    No obstante esto, tal concepción sigue conservando el tratamiento segmentado de las manifestaciones de la “cuestión social”, tal como en el pensamiento liberal clásico.

    Finalmente, se considera aquí la pobreza como un problema de distribución. Con esto, se disloca la génesis de la “cuestión social” de la esfera económica, del espacio de producción, de la contradicción entre capital y trabajo, para la esfera política, en el ámbito de la distribución, como una cuestión entre ciudadanos carentes y el Estado. Así, el tratamiento de la cuestión social y el combate de la pobreza se determinan como un proceso de redistribución; se trata de garantizar, mediante políticas y servicios sociales, el acceso a bienes y servicios por parte de la población. Así, no se cuestionan los fundamentos del orden: la explotación del trabajo por el capital ajeno, a partir de la separación entre los poseedores de la fuerza de trabajo y los propietarios de los medios y condiciones para llevarla a cabo.

I.3- La pobreza en el pensamiento neoliberal en el contexto de crisis capitalista

En el actual contexto de crisis capitalista (ver Mandel, 1980 y Mészáros, 2009), la programática neoliberal (ver Harvey, 2008) supone la manutención de un mínimo actuar del Estado en el área social (ver Hayek en Montaño, 2005: 104-5): focalizando y precarizando las políticas sociales, con programas de combate al hambre y la miseria, financiados en parte por donaciones de la “sociedad civil” y con aportes de las clases trabajadoras (las rentas obtenidas a partir de los ajustes al salario, las reformas pensionales, la “flexibilización” de las leyes labora-les, etcétera).

En este cuadro, el pensamiento neoliberal concibe el pauperismo una vez más como un problema individual-personal, y por tanto “devuelve” a la filantropía (individual y organizacional) la responsabilidad de la intervención social: surge el debate del “tercer sector” (ver Montaño, 2005), la filantropía empresarial (o “responsabilidad social”), del voluntariado. La autoayuda, la solidaridad local, el beneficio, la filantropía, sustituyen el derecho constitucional del ciudadano a las respuestas del aparato estatal (tal como en el keynesianismo).

También se piensa aquí la pobreza vinculada a un problema en la esfera de la distribución, contrariamente a la perspectiva keynesiana (que entiende como su origen un “déficit de demanda efectiva en el mercado”). Particularmente a partir de la crisis del capital, pos-73, esta corriente concibe la pobreza como vinculada a un déficit de oferta de bienes y servicios, como un problema de escasez. El problema estaría en el déficit de la oferta en el mercado, requiriendo así de un proceso de desarrollo económico previo. Para ello, el Estado debería canalizar

toda su capacidad de recaudación (superávit primario) para tal propósito. En lugar de estimular el consumo (con acciones redistributivas), el Estado debe promover el capital para invertir, garantizando y preservando el lucro frente a las fluctuaciones del mercado, particularmente en el contexto de crisis. En cuanto eso, la acción social sería focalizada y precarizada en el ámbito estatal, y de fundamental responsabilidad de la acción voluntaria y solidaria de individuos y organizaciones de la sociedad civil.

Así, la actual estrategia neoliberal de “enfrentamiento” de la pobreza, es diferente de la concepción liberal clásica (hasta el siglo XVIII —donde se piensa la causa de la miseria como un problema de carencia, respondiendo a ella con la organización de la filantropía); es también distinta de la perspectiva pos-1835 (siglo XIX —que, a partir de la constitución del proletariado como sujeto, y de sus luchas desarrolladas particularmente entre 1830-48, piensa el pauperismo como mendicidad, y como crimen, tratándola con la represión y reclusión); y es diferente de la orientación keynesiana (siglo XX, hasta la crisis de 1973 —que considera la “cuestión social” como un “mal necesario”, producido por el desarrollo social y económico, o como el insuficiente desarrollo, internalizando la “cuestión social” y tratándola sistemáticamente mediante políticas sociales estatales, como derechos, a través de la provisión de bienes y servicios).

La estrategia neoliberal se orienta en una triple acción. Por un lado, la acción estatal, las políticas sociales del Estado son orientadas a la población más pobre (ciudadano usuario); acciones focalizadas, precarizadas, sectorizando las prácticas clientelistas. Por otro lado, la acción mercantil, desarrollada por la empresa capitalista, dirigida a la población consumidora, con capacidad de compra (ciudadano cliente), tornando los servicios sociales en bienes rentables. Finalmente, la acción del llamado “tercer sector”, o de la llamada sociedad civil (organizada o no), orientada para la población no atendida en los casos anteriores, desarrollando una intervención filantrópica (ver Montaño, 2005: 238 y ss.). Ahora se trata la pobreza tanto con acciones políticas (políticas sociales focalizadas y precarizadas), con actividades filantrópicas (acciones voluntarias de organizaciones o individuos de la sociedad civil o empresariales), con servicios mercantiles e incluso con la represión y criminalización de la pobreza.

I.4- Las concepciones Neo-Desarrollistas y Post-Moderna sobre la pobreza

No cabe aquí una sólida caracterización sobre lo que sean los llamados “tercera vía”, “neo-desarrollismo” y “post-modernidad”. Apenas contrastarlos al “neoliberalismo”. Efectivamente, cada una de esas corrientes se presenta como “alternativa” al proyecto neoliberal hegemónico. Veamos bien:

Por un lado, las comparaciones de los fundamentos del neoliberalismo (a partir de los años 80 en los países centrales, y de los años 90 en América Latina), de la llamada “tercera vía” (en los años 90), y el “neo-desarrollismo” (promovido en el pasaje de los años 90 para los 2000, y en Brasil a partir del primer, pero fundamentalmente en el segundo gobierno de Lula) (ver Gonçalves, 2012 y Castelo, 2012), muestran mucho más un continuum de estas tres corrientes, y sus profundas diferencias con el “nacional-desarrollismo” (o “desarrollismo clásico”, de los años 50 a 80 en América Latina), confirmando que se trata antes de una ruptura del neoliberalismo, post-crisis (reajustado sucesivamente en la llamada “tercera vía” y en el “neo-desarrollismo”), con el “nacional-desarrollismo”, de los años de expansión capitalista.

Así, el llamado “neo-desarrollismo” (o “social-desarrollismo”) se percibe mucho más como una continuidad/adaptación del “neoliberalismo”, que del “nacional-desarrollismo”. Los fracasos de la ortodoxia neoliberal exigieron constantes ajustes, adaptaciones y cambios parciales, garantizando sus fundamentos y procurando esconder la relación de continuidad con el neoliberalismo: estos ajustes del neoliberalismo fueron conocidos como “tercera vía” (en los años 90, e identificadas con Tony Blair y Antony Giddens, y en Brasil con Fernando Henrique Cardoso) y ahora como “neo-desarrollismo” (promovido por el Banco Mundial, por Amartya Sen, y en Brasil a partir de 2003, con los gobiernos del PT, Lula y Dilma). Es por tal motivo que tanto Castelo (2012: 623) como Sampaio Jr. (2012: 672) afirman que el “nacional-desarrollismo” y el “neo-desarrollismo” se presentan, parafraseando a Hegel y a Marx, el primero como tragedia y el segundo como farsa.

Por otro lado, si los fundamentos de la “izquierda posibilista” (particularmente aquella sustentada en la razón post-moderna) son esencialmente diferentes a la ética neoliberal; no obstante, sus acciones y proyectos son significativamente semejantes y complementarios (en ambos casos fundados en la noción de auto-responsabilización de los sujetos y desresponsabilización social del Estado), marcando complementariedad y funcionalidad en la acción entre ambas corrientes (neo- liberal y post-moderna), y una relación articulada y funcional entre los proyectos hegemónicos del gran capital (el “proyecto neoliberal”) y sus operadores y divulgadores ideológicos (la “izquierda posibilista”) (ver Montaño, org., 2014).

Así, no trataremos de los fundamentos (o de los discursos) de la “tercera vía”, del “neo-desarrollismo”, ni de la “post-modernidad”, sino de algunas de sus propuestas y su confluencia, complementariedad y/o funcionalidad con el neoliberalismo.

Primeramente, la llamada “Tercera Vía”, presentada por su principal formulador Antony Giddens como ni socialista ni neoliberal, ni estatista ni mercantilista, concibe la pobreza, como sintetiza Siqueira (2013: 143 y ss.), entre las “teorías que culpabilizan la víctima” y las que “culpabilizan el sistema”, a partir de las situaciones de “riesgo” creadas por la acción humana en la naturaleza y en las condiciones de vida de las personas. El “riesgo” y la “vulnerabilidad”, como conceptos para la caracterización de las “situaciones de pobreza”, ya apareció en Hayek (1985) como perspectiva neoliberal.

Así, la existencia de la pobreza, absoluta o relativa, no encuentra solución ni en el socialismo estatizante ni el capitalismo neoliberal, sino siguiendo una “tercera vía” (Giddens, 2000). Para el autor, la solución a la pobreza de los individuos que fracasan en el mercado (patrón mercantilista) no está en las políticas redistributivas del Estado (patrón estatista), sino en el desarrollo económico que amplíe la producción de bienes, “elevando el patrón [de vida] de todos” (apud Siqueira, 2013, p. 149). Se repone así la vieja idea: “hacer crecer la torta para después repartirla”.

En este escenario de “desarrollo” que transita la “tercera vía”, Giddens enfatiza el papel de la “comunidad” en donde se estimule la participación social, que promueva la democratización, a través de “redes” de solidaridad, del “empreendedorismo” (o espíritu de iniciativa) y del “capital social”, mostrando, en realidad, pleno acuerdo con los proyectos neoliberales del Banco Mundial, fundados en la auto-responsabilización del indivíduo.

Por otro lado, el autodenominado “neo-desarrollismo” encuentra en Amartya Sen uno de sus principales exponentes. Para el Nobel de Economía de 1998 “el [neo]desarrollo puede ser visto como un proceso de expansión de las libertades reales que las personas disfrutan” y no apenas como el crecimiento económico y aumento de las rentas personales (Sen, 2010: 16; subrayado nuestro). Para el autor, el “espacio” para tal desarrollo “no es el de las utilidades (como quieren los ‘welfaristas’) ni el de los bienes primarios (como es exigido por Rawls), sino el de las libertades substantivas —las capacidades— de escoger una vida que se tiene razón para valorizar” (ídem.: 104).

Tales libertades sí dependen del crecimiento económico y de las rentas individuales, pero también de “disposiciones sociales y económicas” (servicios de educación y salud, por ejemplo) y de “derechos civiles” (como libertad de participación pública) (ídem.: 16).

Para alcanzar tal “desarrollo” (como “expansión de libertades”), según Sen, es necesario “que se remuevan las principales fuentes de privación de libertad: pobreza y tiranía, carencias de oportunidad económicas y destitución social sistemática, negligencia de los servicios públicos e intolerancia o interferencia excesiva de Estados represivos” (ídem.: 16-7 y 52). Esta noción de “desarrollo como libertad” integra las dimensiones económica, social y política, lo que llevó a Sen, en colaboración, a crear el Índice de Desarrollo Humano (IDH).

Así, si el desarrollo consiste en la “expansión de capacidades y libertades”, la pobreza no se resume al bajo nivel de renta (pobreza absoluta), sino a la “privación de capacidades” y “libertades” en general (Sen, 2010: 36 y 120). Sen distingue así la noción de “pobreza como bajo nivel de renta” de la noción de “Pobreza como inadecuación de capacidad” (ídem.: 123-4). La privación de libertades (o de capacidades) por veces se relaciona con la pobreza económica, otras veces se vincula a la carencia de servicios públicos y asistencia social, o incluso se vincula a la negación de libertades políticas y civiles (ídem.: 17). La relación entre renta y capacidad, para el autor, será acentuada según la edad, el papel sexual y social, la localización, las condiciones epidemiológicas, caracterizando así “grupos poblacionales” de mayor riesgo, o de “acoplamiento de desventajas” (ídem.: 121). Nuevamente aparece la noción de “riesgo”, “vulnerabilidad” o, como caracteriza Sen, “desventajas” —así, el riesgo/desventaja, que lleva a la privación de capacidades/libertades, se amplía según condiciones sanitarias o de vida, territorios, hábitos, sexo, edad, etcétera.

Para enfrentar tales “desventajas” (en los grupos de riesgo) deben promoverse las “capacidades” individuales y colectivas. Dos son las formas fundamentales que propone el autor. Primeramente, mediante el “empoderamiento” de los pobres: según él “la pobreza puede ser reducida mediante la aplicación de beneficios sociales, pero, para garantizar eso, es necesario empoderar a las personas” (apud Siqueira, 2013, p. 132). El segundo camino para ampliar las “capacidades” consiste en la promoción del “micro-crédito”, permitiendo acceso blando y desburocratizado para adquirir bienes y servicios, para montar micro-empresas, para el combate a la pobreza económica, pero también propicia crecimiento político, social y cultural. Sen muestra así completa afinidad con las formulas de “desarrollo con justicia social”, mediante la autoresponsabilización de los individuos.

Finalmente, el abordaje post-moderno se centra en la noción de agotamiento de la Modernidad, en el rechazo a las metanarrativas y a la sustitución de la “verdad objetiva” por las “verdades subjetivas” o percepciones/significados. Como ya afirmamos (ver Montaño y Duriguetto, 2010: 317), dos son los fundamentos que sostienen los análisis post-modernos: “a) la defensa de la crisis de la razón moderna y el rechazo del conocimiento totalizante, y b) el fin de cualquier proyecto societario que parta por la emancipación del trabajo y que se contraponga al capitalismo”. Derivado de lo anterior observamos las siguientes implicaciones: “en el campo de la teoría social, la realidad deja de ser retratada como una totalidad llena de conexiones. En el campo de la praxis política, esa forma de conocer y concebir la realidad como un todo caótico imposibilita cualquier intento de articulación en algún proyecto universal de emancipación” (idem, p. 318).

En este sentido, la comprensión post-moderna sobre la pobreza dista de un análisis estructural del sistema capitalista, así como de cualquier noción materialista sobe la misma. Aquí la pobreza es esencialmente subjetiva y multidimensional.

La pobreza no estaría representada por la noción “unidimensional” de la renta (la “vieja pobreza”). Sino que la llamada “nueva pobreza” es percibida como una diversidad de factores, culturales, subjetivos, psicológicos, comportamentales, de identidad, auto-percepción y auto-estima, motivacionales, ético-morales, e incluso religiosos, de orden individual o grupal, o vinculados a condiciones territoriales locales.

La pobreza, en esta perspectiva, no consistiría en una condición (de carencia) material, sino refleja una auto-percepción subjetiva. Tal percepción remite a una verdadera infinidad de dimensiones, colocando en un mismo plano para pensar la pobreza, las determinaciones económicas (los fundamentos de la explotación capitalista sus derivaciones en la desigual distribución de riqueza) con todas las formas de “exclusión”, de autoimágenes, de subjetividades y percepciones psicológicas, morales, etcétera.

Si esta noción multidimensional de la pobreza enriquece realmente el conocimiento de las determinaciones y manifestaciones que esta asume (con conceptos como “exclusión social”, “territorio”, “subalternidad”, “riesgo y vulnerabilidad”), ella pierde de vista la diferencia entre “causas” y formas de “manifestación” de la pobreza. Las causas de la pobreza, en el MPC, son oriundas de la explotación capitalista de la fuerza de trabajo, fundando la desigual apropiación y distribución de la riqueza socialmente producida (lo que trataremos a seguir). La multidimensionalidad de la pobreza en realidad remite a sus formas de manifestación, a las secuelas, a las consecuencias. La pobreza no se manifiesta apenas en privación material —sino en formas subjetivas, culturales, espirituales e inmateriales, etcétera—, pero sus causas se fundan en las determinaciones de producción y apropiación de la riqueza en el MPC: la explotación.

Así vistas, indiferenciando causas de consecuencias, las formas de manifestación de la pobreza son autonomizadas de sus verdaderos fundamentos sistémicos/estructurales (del MPC) y concebidas de forma aislada, transformando cada manifestación en un fenómeno en sí, autodeterminado, específico o representativo de un cierto grupo o territorio.

Las verdaderas causas de la pobreza, en el pensamiento post-moderno, son desechadas, ignoradas, escondidas.

De esta forma, la superación de la pobreza sería alcanzada, en los postulados post-modernos, mediante procesos de transformación subjetivos, internos, comportamentales: no será la transformación del sistema, de las estructuras sociales, sino los cambios subjetivos lo que consistirá en el camino para la superación de la pobreza. Así, la solidaridad, la auto-ayuda, la motivación, el empoderamiento, son propuestas en este sentido.

Boaventura de Souza Santos es significativo representante del pensamiento post-moderno, en una vertiente progresista. Para él, la noción de pobreza se vincula con el concepto de “riesgo social”, en la medida en que ella es promovida por circunstancias territoriales locales, o por imágenes y comportamientos subjetivos de individuos o grupos. Para él, Estado y ciencia, pretendiendo proteger los individuos de las situaciones de riesgo, en realidad acaban por provocarlo” (apud Siqueira, 2013, p. 94).

Para Boaventura la salida pasa por la promoción de lo que llama “emancipación social” (Santos, 2005). Sin caracterizarlo como “emancipación política” ni “humana” (ver Marx, 2010), la llamada “emancipación” de Boaventura se asienta en una noción vaga y abstracta y en una crítica romántica del capitalismo. Para el autor, la reinvención de la “emancipación social” supone primeramente una democracia participativa: “democratizar la democracia”, afirma el autor (sic) (2005).

¿Qué sería esto? ¿Eliminación de la propiedad privada? ¿Superación de la explotación entre las clases? ¿Distribución equitativa de la riqueza socialmente producida, o participación en las decisiones sobre su destino?... es una incógnita!

Aparentemente, para Boaventura (Santos, 2005), “la democracia se democratiza” mediante la “participación democrática” (o sea, dentro del orden vigente) y los “micromovimientos sociales”, mediante la formación de “sistemas alternativos de producción” (cooperativas, economía solidaria, etcétera), mediante la “planificación territorial” local, mediante el “tribunal constitucional”, mediante la “responsabilidad social empresarial”, mediante experiencias como el “presupuesto participativo”. Para Boaventura, la sociedad emancipada es la “globalización alternativa” o “contra-hegemónica” (sic) (ídem.: 13 y 31), que se constituye en cinco campos: “democracia participativa; sistemas alternativos de producción; multiculturalismo progresista; justicia y ciudadanía cultural; defensa de la biodiversidad y de los conocimientos comunitarios contra el régimen de propiedad intelectual; nuevo internacionalismo obrero” (ídem.: 31).

Todos estos abordajes sobre la pobreza, por la “tercera vía”, por el “neo-desarrollismo”, y por el pensamiento “post-moderno”, se diferencian entre sí en una diversidad de cuestiones, sin embargo convergen en algunos puntos centrales:

Por un lado, conciben la pobreza como un fenómeno muntidimensional, y no apenas económico. Pues bien, si efectivamente podemos encontrar una diversidad y multidimensionalidad de manifestaciones de la pobreza (en el acceso a la educación y a la salud, en el acceso al poder político, a la cultura y al desarrollo intelectual, etcétera), es un equívoco imaginar los fundamentos de la pobreza, sus causas en el sistema capitalista, como algo no exclusivamente vinculado a la explotación, por una clase, del valor producido por otra.

Por otro lado, la pobreza es tratada a partir de la autoresponsabilización de los individuos; recayendo en el plano individual-subjetivo sus causas, y por lo tanto, sus soluciones.

Así, un tercer aspecto confluyente en estas perspectivas recae en la formulación de las varias propuestas, como si fueran un mismo proyecto, para enfrentar la pobreza: el “empoderamiento” de las poblaciones pobres, la promoción de formas de producción cooperativa y solidaria (denominada de “economía solidaria”), la participación social en la sociedad civil y el estímulo al empreendedorismo, entre otras.

II- La desigualdad social y las políticas compensatorias de combate a la pobreza (extrema)

Pretendemos, en este segundo apartado, evaluar críticamente los fundamentos de las estrategias de enfrentamiento a la pobreza, para combatir el hambre y la miseria (a ejemplo de las propuestas del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional, y las políticas desarrolladas en los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso y Lula, en Brasil),3 como formas políticas compensatorias que en nada alteran las fuentes y los fundamentos de la desigualdad social, fundada en la contradicción capital-trabajo, en la explotación de la fuerza de trabajo, en la acumulación y centralización del capital, que en el contexto de crisis se ve ampliada. Por lo tanto, requerimos de una caracterización histórico-crítica de la pobreza en el capitalismo, superando las visiones fragmentarias y reduccionistas, propias del pensamiento hegemónico liberal.

II.1- Pobreza y “cuestión social”: un análisis histórico-crítico

Un análisis crítico sobre pobreza y “cuestión social” exige la superación de las concepciones anteriormente descritas y comentadas —diferentes concepciones desarrolladas al interior del pensamiento liberal en contextos diversificados—. Pretendemos hacer esto presentando algunos fundamentos para una caracterización histórico-crítica de la pobreza y de la “cuestión social” en la sociedad capitalista.

Cabe aquí preguntar: ¿por qué pensar la pobreza en la sociedad capitalista, si en toda sociedad dividida en clases siempre hubo pobreza y desigualdad. ¿Será que este fenómeno, que estando siempre presente en las diversas organizaciones sociales a lo largo de la historia, presenta alguna característica central en el Modo de Producción Capitalista (MPC), a diferencia de otros sistemas sociales? ¿Será que el Capitalismo genera una pobreza que se funda en bases diferentes a las de otras sociedades?

En una sociedad de escasez o de carencias (no de abundancia), donde la producción es insuficiente como para satisfacer las necesidades de toda la población, la distribución equitativa de los bienes existentes significaría que toda la producción fuese consumida sin sobrar un excedente como para promover el desarrollo de las fuerzas productivas. La sociedad no crecería productivamente. En las sociedades de escasez, por lo tanto, la desigualdad de clases (la desigualdad de la distribución de la riqueza socialmente existente) permite la acumulación de riqueza por algunos y el empobrecimiento de otros, estimulando que el excedente acumulado quede en las manos de pocos para ser invertido en crecimiento productivo. La desigualdad, en un contexto de escasez, es vista por los liberales como necesaria para el crecimiento y desarrollo de las fuerzas productivas. Contrariamente, en sociedades de abundancia, donde la producción es suficiente como para abastecer a toda la población, como en la sociedad capitalista de la era de los monopolios, la desigualdad social es producto del propio desarrollo de las fuerzas productivas, y no como resultado de su insuficiente desarrollo, ni de su propia condición. Aquí la desigualdad es consecuencia de un proceso que, incluso en la abundancia de bienes asequibles, articula acumulación y empobrecimiento.

Así, en sociedades precapitalistas la pobreza es el resultado (además de la desigualdad en la distribución de la riqueza) del insuficiente desarrollo de producción de bienes de consumo, dicho de otro modo, de escasez de productos (ver Netto, 2001: 46). Contrariamente, en el Modo de Producción Capitalista la pobreza (pauperización absoluta y relativa, conforme caracteriza Marx, 1980, I: 747 y 717) es el resultado de la acumulación privada de capital, mediante la explotación (de la plusvalía), en la relación entre capital y trabajo, entre los dueños de los medios de producción y los dueños de la mera fuerza de trabajo, explotadores y explotados, productores directos de riqueza y usurpadores del trabajo ajeno. En el MPC no es su precario desarrollo, sino su propio desarrollo el que genera desigualdad y pobreza. En el capitalismo cuanto más se desarrollan las fuerzas productivas, mayor es la acumulación ampliada de capital, y mayor es la pobreza (absoluta y relativa) (ver Marx, 1980, I: 712 y ss.). Cuanto más riqueza produzca el trabajador, mayor es la explotación, más riqueza es expropiada (del trabajador) y apropiada (por el capital). Así, no es la escasez la que genera pobreza, es la abundancia (concentrada como riqueza en pocas manos), que genera desigualdad y pauperización absoluta y relativa.

Conforme apunta Marx en El Capital, “cuanto mayor es el poder de acumular riqueza, mayor es la magnitud del ejército industrial de reserva [desempleados]. Y cuanto mayor es ese ejército industrial de reserva en relación con el ejército activo [empleados], tanto mayor es la masa de superpoblación. Y cuanto mayor es esa masa (de Lázaros de la clase trabajadora) tanto mayor es el pauperismo” (Marx, 1980, I: 747). De tal manera, que cuanto mayor desarrollo, mayor acumulación privada de capital. El desarrollo del capitalismo no promueve mayor distribución de riqueza, sino mayor concentración y centralización de capital, por lo tanto, mayor empobrecimiento (absoluto y relativo), esto es, mayor desigualdad.

A partir de dichas consideraciones, una caracterización histórico-crítica de la pobreza y de la “cuestión social” debe considerar los siguientes aspectos:

  • la “cuestión social”, como fenómeno propio del MPC, se constituye en la relación capital-trabajo a partir del proceso productivo, en sus contradicciones de intereses y sus formas de enfrentamiento en las luchas de clases. Expresa la relación entre las clases (y sus intereses antagónicos) conformados a partir del lugar que ocupan y el papel que desempeñan los sujetos en el proceso productivo (ver Montaño y Duriguetto, 2010: 82-98);

    la pobreza en el MPC, en cuanto expresión de la “cuestión social”, es una manifestación de la relación de explotación entre capital y trabajo, teniendo su génesis en las relaciones de producción capitalistas, donde se gestan las clases y sus intereses. Como afirmamos, si el pauperismo y la pobreza en sociedades pre-capitalistas es el resultado de escasez de productos, en la sociedad comandada por el capital ellas son el resultado de la acumulación privada de capital. En el MPC, no es su precario desarrollo social y económico el que lleva a la miseria de amplios sectores de la población, sino su propio desarrollo (de las fuerzas productivas) es el responsable por el empobrecimiento (absoluto y relativo) de segmentos de la sociedad. No es por tanto un problema de distribución en el mercado, sino que tiene su génesis en la esfera de la producción (en el lugar que ocupan los sujetos en el proceso productivo);

    de esta forma todo enfrentamiento a la pobreza que se dirija a proveer los bienes y servicios es meramente paliativo. Toda propuesta de desarrollo económico que tenga como base “combatir la pobreza” (sin enfrentar la acumulación de riqueza, sin cuestionar la propiedad privada) no hace otra cosa que perpetuar la pauperización (absoluta y/o relativa). Toda medida de “combate a la pobreza” en el capitalismo no hace más que reproducirla, desde que amplía la acumulación de capital. Cuanto más desarrollo de las fuerzas productivas, mayor desigualdad y pauperismo;

    no obstante eso, en el contexto del orden del capital, la provisión de bienes y servicios constituye, en parte, el resultado de demandas de las luchas de clases, caracterizando así un proceso contradictorio entre la propia funcionalidad hegemónica de acumulación capitalista (productivo-comercial), y la representación de conquistas y derechos de los trabajadores y ciudadanos;

    por lo tanto, no hay novedad alguna (a no ser las formas y dimensiones que asume) en la “cuestión social” en la actualidad. Los análisis que tratan de una supuesta “nueva cuestión social”, de una “nueva pobreza”, de “nuevos excluidos sociales”, constituyen una serie de abordajes que se sustentan en la desvinculación de la “cuestión social” y de sus manifestaciones (pobreza, carencias, subalternidad cultural, etcétera) de sus verdaderos fundamentos: la explotación del trabajo por el capital. Y estos fundamentos permanecen (y permanecerán en cuanto el orden capitalista siga de pie) inalterados;

    sólo las luchas de clases, y el cambio en la correlación de fuerzas sociales, podrá revertir este proceso histórico, confirmando y ampliando conquistas y derechos políticos y sociales de los trabajadores, y superando el orden del capital.

II.2- La crisis capitalista: ¿causa de la pobreza?

En el orden del capital la crisis es estructural e intrínseca; siendo parte necesaria del propio desarrollo capitalista, y no una “enfermedad” transitoria.

Según Marx, “los ciclos en que se mueve la industria moderna [son:] estabilidad, ascenso de la animación, prosperidad, superproducción, quiebre, estancamiento, estabilidad, etc…” (1980, III: 416).

Para el autor de El Capital,

…el curso característico de la industria moderna, un ciclo decenal, con intervalos de movimientos oscilatorios menores, constituidos en las fases de actividad media, de producción a todo vapor, de crisis y de estancamiento, basada en la formación continua, en la mayor o menor absorción y en la reconstitución del ejército industrial de reserva… (idem, I: 734).

Es a partir de ese momento [en que la industria mecánica se expande para toda la producción y el mercado mundial se consolida] que comienzan a aparecer aquellos ciclos… que desembocan siempre en una crisis general, o es el fin de un ciclo y el comienzo de otro. Hasta ahora la duración de esos ciclos es de 10 o 11 años… [sin embargo, este periodo] es variable… el periodo de los ciclos se irá acortando gradualmente (nota de pie de página de Engels, donde aumenta la anotación de Marx; ídem, I: 735 – nota I).

Para Marx, a medida en que el uso industrial de la maquina tiende a disociar al trabajador de sus medios de consumo —particularmente en función de la expulsión del trabajador del mercado de trabajo, y por lo tanto de su medio de subsistencia, o salario—, los trabajadores expulsados se transforman de compradores en no-compradores. De ahí se concluye que: a) disminuirá la demanda de consumo; b) caerán los precios del mercado; c) aumentará el desempleo; d) parte del capital que se destinaba a la producción de medios de subsistencia pasará a reproducirse de otra forma (particularmente en actividad financiera); e) los trabajadores empleados en estas áreas de producción serán privados de parte de sus salarios (ver Marx, 1980, I: 504-5).

Así, “el enorme poder de expansión (…) del sistema fabril y su dependencia con el mercado mundial generan necesariamente una producción en ritmo febril, seguida del abarrotamiento de los mercados que, si se contraen, ocasionan un estado de paralización. La vida de la industria se convierte en una secuencia de periodos de actividad moderada, de prosperidad, de superproducción, de crisis y estancamiento” (ídem: 518). Surgen así las crisis cíclicas de superproducción y de superacumulación.

Una crisis de superproducción, siguiendo a Mandel (1982: 412), es una interrupción del proceso de reproducción ampliada del capital ocasionada por una disminución en la tasa de lucro, determinando la reducción de las inversiones y el nivel de empleo. Esto se debe a la relación desequilibrada entre la (mayor) capacidad de producir y la (menor) capacidad de la población por comprar en el mercado a precios que garantizen el lucro esperado. Por su turno, la crisis de superacumulación, representa un periodo en que el exceso de capital es de tal magnitud que no puede ser aplicado completamente para garantizar la tasa de lucro esperada (Mandel, 1982: 22, 75-6 y 415).

Esos ciclos, en la actualidad, conforme lo demuestra Mandel (1977), se configuran de la siguiente manera: a) un periodo de expansión o de “auge y prosperidad” (ídem: 324 y 330) —donde “todos los capitales fluyen para la producción y el comercio”, aumentando la inversión, la producción y el consumo, y creando nuevas empresas así como más puestos de trabajo”, seguido de b) una fase de “superproducción” (ídem: 325 y 332) —dado el excesivo crecimiento de producción en general existe una mayor oferta de bienes que de demanda; una parte de los bienes producidos no será vendida, o será comercializada a precios cada vez más bajos, llevando a una disminución de la tasa de lucro (ganancia). De aquí deriva c) un periodo de “crisis de depresión” (ídem: 325 y 327) —producto del desempleo, la reducción de la ventas y la caída de los precios. Se reduce la inversión en la actividad productiva y comercial, siendo parte del capital atesorado o redireccionado para la actividad financiera o hasta destinada a otras fronteras. Aumenta el desempleo, disminuyen los salarios, y con esto se eleva la tasa de plusvalía. Finalmente, d) comienza una nueva fase de “recuperación económica” (ídem: 324 y 327-8) —con la reducción de la capacidad de producción a partir de la crisis, los excedentes del mercado disminuirán o serán totalmente consumidos, y con esto la demanda por bienes de consumo pasa a superar la oferta; subiendo luego los precios del mercado, y con los precios de las materias primas que siguen a bajo costo, aumenta la tasa de lucro; con esto nuevamente se amplía la reinversión en la actividad productiva y comercial, aumentando así también los empleos (ver Marx, 1980: capítulo XV del libro III: 277 y ss; también Mandel, 1982: 75-6).

Así, la propia lógica del desarrollo capitalista se manifiesta cíclicamente en crisis de superproducción y sobreacumulación, permeadas por las luchas de clases. Las crisis son cíclicas, fenómeno intrínseco y estructural al propio sistema capitalista. No siendo, estas crisis, fases extrañas, enfermedades, sino periodos del propio desarrollo capitalista, formas en que se manifiesta la caída tendencial media de la tasa de lucro (ganancia).

De esta forma, si en las sociedades precapitalistas las crisis son producto de un déficit de producción (de bienes de consumo), insuficiente para atender a toda la población —o son el resultado de la escasez o de una subproducción de bienes (poca producción en relación a la demanda)—, contrariamente, en las sociedades capitalistas lo que caracteriza una crisis es la superproducción de valores de uso; esto es: exceso de bienes que no pueden ser consumidos (garantizando la tasa media de lucro esperada) —en función de la ampliación de la capacidad de producción (producto del desarrollo tecnológico e intensificando la productividad) y la reducida capacidad de compra del trabajador (resultado del desempleo, la pérdida salarial, etcétera)— “es porque los productos son invendibles que la actividad económica es baja, y no porque físicamente escaseen” (Mandel, 1978: 77-8 y 1980: 229).

Por tales motivos es que podemos afirmar: enfrentar y superar la crisis capitalista, con acciones direccionadas hacia una nueva fase de expansión del capital, no resuelve la pobreza.

III- A modo de conclusión

Por lo anterior concluimos: a) primeramente, en el MPC, la pobreza (pauperización absoluta y relativa) es el par dialéctico de acumulación capitalista; b) en segundo lugar, la crisis es estructuralmente el par dialéctico de la expansión y desarrollo capitalista, alternando cíclicamente entre uno y otro.

En el primer caso, esta relación dialéctica pobreza/acumulación sobrepasa y marca todo el debate actual sobre políticas de asistencia social y combate a la pobreza, dividiendo las aguas entre los que conciben las acciones (“afirmativas”) de combate a las formas de miseria con independencia de la acumulación capitalista (que rompe los records a cada año) y de la propiedad privada —separando claramente la cuestión de la pobreza del proceso de acumulación, buscando alterar la “situación de pobreza” sin impactar la reducción de la acumulación—, y aquellos que cuestionan las acciones sociales que no tienen impacto en la acumulación ampliada de capital y en la propiedad privada — pensando de forma articulada pobreza y acumulación, y procurando disminuir la pobreza a partir de la disminución de la acumulación capitalista, impactando la génesis de la desigualdad social.

En el segundo caso, la relación dialéctica crisis/expansión capitalista marca el debate (y la práctica) que enfrenta a aquellos que procuran “resolver” una “crisis” considerada como algo externo al capital, mejorando y humanizando el capitalismo —donde se desarrollan acciones volcadas al “empoderamiento”, a la “economía solidaria”, a la “participación de la sociedad civil”, etcétera, sin procurar la superación del orden, —y los que buscan enfrentar la crisis como momento constitutivo y necesario del desarrollo capitalista, a partir de la contradicción capital-trabajo y la explotación de la clase trabajadora por el capital —aquí la lucha se plantea en el horizonte político para la superación del orden.

A partir de las consideraciones anteriores podemos aún afirmar:

  1. 1. No es en el mercado, sino en la esfera productiva, que se generan las contradicciones fundamentales entre las clases en la sociedad capitalista: a partir del lugar que ocupan y del papel que desempeñan los sujetos en el proceso de producción, derivado de la propiedad privada de la tierra (capitalistas propietarios de la tierra), de la propiedad privada de los medios de producción y reproducción (capitalistas industriales, comerciales y bancarios) y de la mera propiedad de la fuerza de trabajo (trabajador, empleado o desempleado) (ver Montaño y Duriguetto, 2010: 82 y ss.).

    La desigualdad en el capitalismo no se resuelve apenas con una socialización parcial de la riqueza, sino con la eliminación de las clases y de la explotación del trabajo por el capital, es decir, con la superación del orden capitalista. El sistema capitalista es un sistema estructuralmente e irremediablemente desigual: supone la “explotación” de una clase por otra; la apropiación por el capitalista del valor producido por el trabajador; la subalternidad de las masas por el comando económico/político/ideocultural del capital; la expulsión en masa de trabajadores excedentes u obsoletos para las necesidades del desarrollo y de la acumulación capitalista.

    Sin embargo, las políticas sociales y los derechos sociales, políticos y laborales representan también conquistas de los trabajadores y de los sectores subalternos, que pueden disminuir, más nunca eliminar las desigualdades. Ellas son connaturales al capitalismo, producto de las contradicciones capitalistas, y necesarias para la manutención del MPC.

    No obstante, la lucha por mecanismos de redistribución de renta, por controlar la explotación, por mejores salarios, por mejores condiciones de trabajo y derechos laborales, que no sean de corto plazo, es una lucha necesaria y urgente, para el trabajador, para los movimientos sociales y sindicales, para los partidos políticos… y particularmente, para el Trabajador Social.

Referencias

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Notas

* Traducción de Ricardo Yáñez, Maestro en Cultura e Investigación Literaria, Licenciado en Trabajo Social y colaborador en el Programa de Licenciatura en Trabajo Social de la UACJ (Universidad Autónoma de Ciudad Juárez). Publicado originalmente en portugués, en Serviço Social & Sociedade, no. 110 (São Paulo, Cortez, 2012).
1 La lucha de clases, dice Marx, significa “la declaración de muerte de la ciencia económica burguesa. Ya no interesa más saber si este o aquel teorema es falso o verdadero; lo que importa es saber que es lo más útil o perjudicial para el capital”; “la investigación científica imparcial cedió su lugar a la consciencia deformada por las intenciones perversas de la apologética” (Marx, 1980: 11; también citado por Lukács, 1992: 110). En el mismo orden de ideas, Lukács comenta de las luchas proletarias: “ahora también huyen los ideólogos de la burguesía, prefiriendo inventar los más vulgares e insípidos misticismos a encarar de frente la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado, a comprender científicamente las causas esenciales de esta lucha” (Lukács, 1992: 112).
2 Con la encíclica Rerum Novarum, del Papa León XIII, en 1891, la Iglesia Católica expresa sus propias concepciones de pobreza y de su solución, como forma de restaurar el pensamiento anterior. Cuestionando la que se hacía llamar como “solución socialista”, defiende la propiedad privada y la desigualdad, como derechos y procesos naturales, promoviendo la conformidad entre las clases y la caridad para con los sectores más devastados y para con las “clases inferiores” (ver http://www.vatican.va/holy_father/ leo_xiii/encyclicals/documents/hf_l-xiii_enc_15051891_rerumnovarum_po.html).
3 Los gobiernos de Cardoso representaron la alianza conservadora (PSDB, PFL yPMDB) que promovió el neoliberalismo “duro” de los años 90 en Brasil. Se sigue a estosgobiernos, a partir del triunfo del PT (con su base aliada PMDB, PC do B y PSB),los gobiernos Lula y luego Dilma Roussef, con clara continuidad de la política económicaneoliberal, subordinando una política social reconfigurada en el “Bolsa Familia”.


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