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David Pavón-Cuéllar y Nadir Lara Junior. 2016. De la pulsión de muerte a la represión de Estado. Marxismo y psicoanálisis ante la violencia estructural del capitalismo. México: Porrúa-UMSNH
Nóesis. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, vol. 29, núm. 57, pp. 228-231, 2020
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez



Recepción: 30 Enero 2019

Aprobación: 09 Febrero 2019

David Pavón-Cuéllar y Nadir Lara Junior. 2016. De la pulsión de muerte a la represión de Estado. Marxismo y psicoanálisis ante la violencia estructural del capitalismo. México: Porrúa-UMSNH

De entre las muchas metáforas utilizadas por Marx a lo largo de su prolífica obra existe una que quizá sea la mejor definición sobre la materia corporal del capitalismo y podemos encontrarla en su célebre obra El Capital en el apartado sobre La jornada de trabajo. Para Marx, el capital es un “vampiro” y, como tal, no sabe sino subsistir y reproducirse a costa de “chupar trabajo vivo”. Sin embargo, la sangre succionada, en el interior del cuerpo del “vampiro”, no es más que “trabajo muerto”. Es así que la sangre de ese nauseabundo vampiro necesitaría ser depositada en un banco de sangre que permita, a su vez, intercambiarse en otro cuerpo para seguir siendo medio y forma por la que el mercado presente una sangre, pretendidamente viva y de un rojo resplandeciente, que engañe a cualquiera por el mero intercambio místico de su esencia moribunda transformada en un objeto intercambiable: la mercancía.

De la pulsión de muerte a la represión de Estado, es una compilación realizada por el psicólogo mexicano David Pavón-Cuéllar en colaboración con el investigador brasileño Nadir Lara Junior. Este compendio es en demasía interesante no sólo por las diversas latitudes desde donde escriben los participantes y su reconocido prestigio en el mundo académico, sino lo es también por la posición teórico-crítica del texto en sí mismo. El subtítulo del libro me parece aún más sugestivo: Marxismo y Psicoanálisis ante la violencia estructural del capitalismo y lo es porque se trata de un posicionamiento teórico novedoso desde dos disciplinas subversivas y homólogas.

En un primer acercamiento, ésta me parece una de las características más interesantes pues no se trata de una juntura forzada o de un abultamiento revisionista de dos teorías sino de una homología subversiva para comprender la posición de la subjetividad y el sujeto en los mecanismos de violencia y muerte administrados bajo el auspicio del capitalismo.

Pavón-Cuellar ha explorado ya estas relaciones teóricas en dos textos particularmente: Elementos políticos de marxismo lacaniano publicado en 2014 y Marxism and Psychoanalysis: in or against psychology? Publicado por Routledge en 2017. En ambos libros, el autor propone la fundamentación de una relación entre psicoanálisis y marxismo a partir de diversos conceptos en ambas teorías, con miras a una propuesta crítica de los mecanismos reguladores utilizados de manera general por la psicología mainstream; lo que permite no sólo una aproximación teórica sino también un cuestionamiento a los estándares éticos y políticos del capitalismo contemporáneo que están en contubernio con las psicologías dominantes. Por su parte, Nadir Lara Junior ha centrado sus esfuerzos académicos desde una óptica muy similar. Con una fuerte influencia del pensamiento de Jacques Lacan, Lara Junior se posiciona en una arista crítica para indagar la relación entre ideología y capitalismo, y también para posicionar algunas de las resistencias colectivas brasileñas desde una mirada crítica a la psicología.

Entrando en materia, el libro cuenta con diez capítulos de los cuales me centraré en dos de forma más específica. Primeramente, es necesario mencionar que la pluralidad de los trabajos se agrupan, desde mi perspectiva, en tres ejes fundamentalmente. El primero sitúa la relación estructural entre el capitalismo, el Estado y la violencia, como lo podemos observar en la Introducción, de la mano de Pavón-Cuéllar y Lara Junior; asimismo en el capítulo: La violencia en la era de la hegemonía neoliberal de Bert Oliver y en los capítulos individuales de cada uno de los coordinadores; de Pavón-Cuéllar: La violencia en el capitalismo. Entre la lucha por la vida y la paz de los sepulcros y de Lara Junior: Son demonios los que destruyen el poder bravío de la humanidad. Reflexiones sobre la violencia.

Un segundo eje explora la relación entre el cuerpo, la violencia capitalista y sus atravesamientos. En este podemos focalizar el capítulo de Chitranshi y Dhar: Las muertas vivientes que analiza el devenir de cuarenta mujeres solteras de la aldea Emaliguda en la India confinadas a una violencia “sutil y encubierta” dentro del “desarrollo inclusivo”. De igual forma, podemos ceñir aquí los textos de Svenska Arensburg: Violencias silentes. Apuntes para una discusión contemporánea y la aproximación de Orozco Gúzman: Voluntad sadiana de Estado y quebrantamiento de la fraternidad. Mención aparte merece el capítulo del psicólogo británico Ian Parker pues, desde una mirada profundamente lacaniana, analiza el interior de las dinámicas capitalistas empresariales y la relación entre el cuerpo y el trabajo en su escrito: Gestionando el cuerpo en el trabajo. Obsesión, organización e interpretación que también complejiza la explotación neurótico-obsesiva del sujeto en el capitalismo.

Un tercer y último eje se concentra en la indagatoria crítica hacia las políticas públicas e institucionales de la violencia capitalista. Podemos encontrar aquí la reflexión de Lenz Dunker: Estado, política y justicia. Reflexiones éticas y epistemológicas sobre derechos, responsabilidades y violencia institucional. Y por último, el capítulo escrito por Carolina Collazo y Natalia Romé: ¿Soberanía o derechos? Aproximaciones a una falsa disyuntiva sobre la violencia, el Estado y la emancipación. Estos tres ejes parecen encontrar un armónico entrelazamiento pues no se descuida en ningún momento el hilo conductor crítico ante la amenaza y la violencia capitalista. Es posible también percibir, a lo largo del texto, muchos de los ejemplos estructurales de violencia capitalista desde diferentes posiciones geográficas en el mundo.

Me centro ahora en dos capítulos en particular pues me parece que reflejan la lucha violenta del capitalismo desde diferentes latitudes y con características profundamente similares. El primero de ellos es el capítulo del propio Pavón-Cuéllar: La violencia en el capitalismo. Entre la lucha por la vida y la paz de los sepulcros. Con un humor ácido, ya conocido en la introducción de otro de sus textos –Lucha eperrista publicado por CEDEMA en 2005 y escrito en coautoría con María Luisa Vega–, el autor nos lleva a visitar políticamente el cementerio de Highgate en Londres. Como puede suponer el lector, la visita obligada es la famosa tumba del filósofo de Treveris, pero también llegamos hasta allí para encontrarnos, justo al dar la vuelta, con la cripta de Herbert Spencer. En esta situación sepulcral es donde Pavón-Cuéllar localiza un antagonismo fundamental en el capitalismo contemporáneo: “El positivismo contemplativo spenceriano es aquello mismo contra lo que se posiciona la negatividad subversiva marxiana”. Esta oposición, desde su perspectiva, es el lastre que, desde hace cuando menos “treinta años”, viene a colocar al marxismo en una “posición desfavorable” ante “todo aquello de lo que Spencer puede ser el nombre”; a saber, el “individualismo” y el “liberalismo” spencereano y capitalista.

Pavón-Cuéllar reconoce que las “mercancías, por más que las fetichicemos, no se mueven por sí mismas”; es necesario que las mercancías se muevan en el mercado de los seres humanos vivos para que “las cosas muertas” sigan intercambiándose. Lo cierto es que su movilización en el plano de los mercados no puede sino hacerse de manera violenta y a través de la lucha en sí misma. Una lucha que, desde el enfoque marxiano, únicamente puede desarrollarse en la lucha de clases misma y con una condición histórica que también “se teje con violencia”. Esta lucha no sólo sería inherente a lo humano, también pondría de manifiesto que “se lucha, luego se existe”. La condición explotadora del capitalismo es necesariamente la lucha entre lo vivo y lo muerto; se lucha entre “seres vivos”, es decir los “trabajadores” contra un “ser muerto, el capital encarnado por los capitalistas”.

La lucha materialista-aleatoria y marxiana, en la que Pavón-Cuéllar centra su análisis, es antagónica al esfuerzo administrativo y positivo del Estado por focalizar, regular y normalizar las ritualidades en el mundo cultural y en las prácticas sociales. En el mismo sentido, y de modo paralelo, Arensburg menciona en su capítulo sobre las Violencias silentes, que “la violencia es una fuerza que transforma la naturaleza”. De modo semejante en el que el desarrollo de los rituales en la cultura son regulados por la violencia administrativa del Estado, la violencia es neutralizada, administrada, seccionada y naturalizada como lo son también sus víctimas. Con esto es posible admitir que la fuerza violenta de la cultura es también la fuerza coercitiva del sistema simbólico. El resultado inminente de estas luchas reguladas en la cultura es, según Arensburg, el “encauzamiento” de la sociedad.

Sirvan pues estas dos conexiones teóricas a modo de armas –no de trincheras como comúnmente suele señalarse– en el campo de batalla para matizar, cuestionar y subvertir las formas violentas del capitalismo y su pretendida regulación de las prácticas sociales. Sus efectos devastadores pueden encontrarse a lo largo de todos los artículos del libro y encuentran atinadamente, sólo con levantar la tapa de la coladera, la podredumbre del sistema capitalista. El libro encuentra y propone, finalmente, que la insistencia de la violencia en todo acto humano puede suponer entonces dos caminos opuestos: el de la vida subversiva y radical y el de la muerte, silente y normalizada, que aprovecha el capitalista para ampliar sus horizontes, condiciones que exigen una respuesta a nivel de los actos por los cuales es posible posicionarse en el capitalismo.

Ambos polos sitúan, de igual forma, al cuerpo y su materialidad sobre las dinámicas violentas en el capitalismo y la administración de la vida y de la muerte por parte del Estado. Se trata, desde la perspectiva de este compilado, de un extremo pulsional, que goza e insiste resistentemente al ordenamiento del sistema simbólico de la cultura y, en el otro, el contubernio burocrático del ejercicio de la violencia legitimada por el Estado para servir al capitalismo: ambos en una lucha a muerte y no por mero prestigio.



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