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Los traficantes de migrantes tamaulipecos empleados por empresarios agrarios estadounidenses
Tamaulipas’ migrant smugglers employed by U.S. farmers
Nóesis. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, vol. 25, núm. 50, pp. 173-197, 2016
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez



Recepción: 02 Abril 2014

Aprobación: 20 Noviembre 2014

DOI: https://doi.org/10.20983/noesis.2016.2.7

Introducción1

La aprobación de la Ley de Reforma y Control de la Inmigración (IRCA) condujo a la legalización de más de dos millones de migrantes que se encontraban de modo ilegal en Estados Unidos; pero también derivó hacia un proceso de militarización de la frontera para evitar el cruce subrepticio de migrantes. Se tomó la decisión de concentrar la vigilancia en cuatro segmentos de la frontera suroeste. En 1993 se desarrolla en El Paso la operación “Mantengan la línea”; un año más tarde surge en San Diego la operación “Guardián”; el año siguiente nace en Arizona la operación “Salvaguarda”, y dos años después, en 1997, se inicia en Texas la operación “Río Grande” (Izcara Palacios, 2009: 22). Estas operaciones se centraron en una mayor vigilancia de las áreas más pobladas, utilizadas tradicionalmente por tres cuartas partes de los inmigrantes indocumentados que ingresaban en Estados Unidos (Cornelius, 2007: 256; Marroni y Alonso Meneses, 2006: 8). Esto hizo que los migrantes tuviesen que penetrar en el territorio estadounidense por zonas menos vigiladas, pero más peligrosas. Como consecuencia, los migrantes ya no pudieron cruzar la frontera estadounidense sin ayuda; la mayor parte se vieron obligados a contratar los servicios de “polleros”.

Una de las profesiones que creció de modo más notable en el medio rural tamaulipeco a partir de la década de los noventa del siglo pasado fue la de traficante de migrantes. En muchas de las comunidades rurales tamaulipecas algunos migrantes experimentados, que habían cruzado en muchas ocasiones la frontera, decidieron incrementar sus ingresos conduciendo a gente de su entorno geográfico hacia los Estados Unidos para ser empleados en el sector agrario, donde ellos mismos trabajaban como jornaleros (Izcara Palacios, 2011: 48 y 2012b: 47).

Este artículo, fundamentado en una metodología cualitativa que incluye la realización de entrevistas en profundidad durante el año 2012 a 18 traficantes de migrantes tamaulipecos empleados por empresarios agrarios estadounidenses, examina la situación sociolaboral y familiar de los entrevistados y analiza las causas que les condujeron a insertarse en esta actividad ilícita. En primer lugar, se analiza el empleo de trabajadores indocumentados en la agricultura de Estados Unidos; a continuación se presenta la metodología utilizada y se describe la muestra; después se examina el discurso oficial y académico sobre los traficantes de emigrantes, y finalmente se examinan las circunstancias que condujeron a los entrevistados a dedicarse al tráfico de migrantes.

La demanda de mano de obra indocumentada en la agricultura de Estados Unidos

Desde comienzos del siglo XX los productores agrarios estadounidenses han argumentado que la agricultura es un sector poco rentable que necesita mano de obra barata foránea para subsistir. Thompson (1956: 78) argumentó que el endurecimiento de la Ley de Contratos Laborales de Foráneos de 1885 a partir de la aprobación de la Ley migratoria de 1917 condujo a que muchos agricultores empleasen a agentes laborales o “coyotes” para proveerse de mano de obra barata indocumentada, que era tratada como virtuales esclavos. El programa Bracero (1942-1964) condujo a la contratación de 4.6 millones de jornaleros, pero no acabó con la inmigración ilegal; muy al contrario, los empleadores la alentaron porque era más barata y podía ser desechada sin problemas contractuales cuando las necesidades laborales mermaban (Verduzco Igartúa, 1995: 577).

En los años sesenta la conclusión del programa Bracero y el fortalecimiento de los sindicatos de jornaleros se tradujeron en un incremento de salarios agrarios ( Jenkins y Perrow, 1977). Esto favoreció la mecanización de actividades como la cosecha de tomates, de modo que economistas e ingenieros predijeron una sustancial reducción de la demanda laboral a finales de siglo. Sin embargo, el crecimiento de la inmigración ilegal en los años setenta hizo que los agricultores estadounidenses perdiesen el interés en la mecanización del sector (Martin y Mason, 2003: 197; Martin y Calvin, 2010: 248). Lichtenstein (2012: 51) habla de una transformación de la agricultura no por la “mecanización” sino por la “mexicanización”. La disposición abundante de mano de obra indocumentada condujo a cambios en las prácticas agrarias –Vgr.: el empaquetado de frutas y hortalizas en el campo, y la expansión de huertas hortofrutícolas en espacios cada vez más alejados de los centros poblacionales (Martin, 1996: 205)– que a la postre llevaron a una mayor dependencia de la mano de obra foránea.

Desde los años ochenta algunos autores pusieron de manifiesto que los bajos costos laborales derivados de la inmigración ilegal constituían un freno al desarrollo tecnológico del sector agrario estadounidense. Martin (1985: 143) en un artículo que resumía los resultados de la conferencia celebrada en California en mayo de 1984 sobre migrantes laborales en la agricultura, donde participaron expertos de doce países, señalaba que la producción de frutas y verduras en los países desarrollados, al igual que otras industrias intensivas en mano de obra, debería tender hacia una segmentación en tres estratos: uno mecanizado, otro producido en el exterior, y un tercero, de productos de alto valor, producido localmente. Sin embargo, argumentaba que la resistencia de los agricultores a mecanizar sus producciones y su oposición a la importación de productos agrarios, alentaba la inmigración ilegal para mantener bajos los costos de producción.

El empleo de indocumentados se extendió tanto en la agricultura que IRCA creó un programa de regularización especial para trabajadores agrarios (SAW, por sus siglas en inglés). Además, se creó el programa H-2A de trabajadores huéspedes, que permitía importar de modo temporal mano de obra foránea allí donde los agricultores no dispusiesen de suficientes trabajadores locales. IRCA parecía que pondría fin al empleo de mano de obra indocumentada en la agricultura, pero el empleo de contratistas laborales y una implementación sesgada de la ley permitió seguir contratando trabajadores sin documentos. Así, cuando a finales de los años ochenta los nuevos trabajadores regularizados por el SAW comenzaron a abandonar la agricultura los empleadores los sustituyeron por indocumentados (Martin, 1990: 85).

El bajo porcentaje de trabajadores indocumentados a finales de los años ochenta y comienzos de los noventa obedeció en gran medida al SAW; pero a medida que estos fueron abandonando el sector, la demanda de indocumentados creció.

La Encuesta Nacional de Trabajadores Agrarios (por sus siglas en inglés, NAWS: National Agricultural Workers Survey) distingue entre tres tipos de jornaleros migratorios: i) nuevos jornaleros foráneos (una categoría que ha experimentado un fuerte crecimiento, lo cual implica que la agricultura es un sector donde la tasa de abandono es muy elevada, por lo que los espacios vacíos deben llenarse con la llegada de nuevos migrantes); ii) migrantes de ida y vuelta (suttle migrants); es decir, migrantes que se desplazan a una sola locación situada a más de 75 millas; y iii) migrantes que recorren diferentes lugares siguiendo los periodos de cosecha (follow-the crop-migrants). Las dos últimas categorías han experimentado una tendencia decreciente (véase Carroll et al., 2005: 8). Asimismo, la categoría de jornaleros migratorios (aquellos que viajan más de 75 millas durante un periodo de 12 meses hasta el lugar de trabajo) presenta una tendencia decreciente (Carroll y Saltz; 2008 y Carroll et al., 2009); esto implica que cada vez más trabajadores indocumentados permanecen años encerrados en la misma explotación agraria por miedo a ser deportados si buscan trabajo en otro sitio. Como resultado, a partir de la segunda mitad de los noventa la presencia de mano de obra indocumentada en la agricultura estadounidense sobrepasó al número de trabajadores que podían acreditar su presencia legal en el país (véase la tabla 1).

Tabla 1
Distribución porcentual de los trabajadores asalariados agrarios en Estados Unidos según su situación legal (1989-2009)

Carroll y Saltz, 2008 y Carroll et al. 2009.

Por otra parte, la escasez de mano de obra agraria ha provocado un crecimiento notable del programa H2-A de trabajadores huéspedes para la agricultura. Esta segmentación entre nuevos migrantes foráneos y migrantes internacionales establecidos, ciudadanos americanos o residentes legales permanentes y trabajadores indocumentados, y trabajadores huéspedes contribuye a la creación de fricciones entre los trabajadores asalariados agrarios. La llegada de nuevos migrantes foráneos despierta el rechazo de los establecidos porque aceptan salarios más bajos. Los trabajadores legales rechazan a los indocumentados porque estos deprecian los salarios del campo. Por otra parte, la llegada de trabajadores con contratos H2-A despierta la envidia de los locales, pues ven cómo los empleadores les dan preferencia a ellos y los indocumentados porque descubren que sus patrones les dan mejores salarios a aquellos compatriotas que llegaron contratados (Izcara Palacios, 2010).

Metodología y descripción de la muestra

Este artículo está fundamentado en una metodología cualitativa. La técnica que se utilizó para recabar la información fue la entrevista en profundidad y el tipo de muestreo utilizado para seleccionar a los participantes en este estudio fue el muestreo en cadena.

El trabajo de campo se realizó entre los meses de enero y julio de 2012. En total fueron entrevistados 18 traficantes de migrantes de Tamaulipas que conducían trabajadores indocumentados para ser empleados en el sector agrario en los Estados Unidos. Como se aprecia en la tabla 2, los traficantes de migrantes entrevistados tienen edades comprendidas entre los 33 y los 45 años de edad, y todos con experiencia en el tráfico de migrantes indocumentados, ya que llevan en la actividad durante un periodo temporal comprendido entre 5 y 17 años.

Tabla 2
Descripción de los traficantes de migrantes entrevistados

Elaboración propia. Los nombres son pseudónimos

La mayor parte de los entrevistados se dedicaba al coyotaje de tiempo parcial. Tenían un empleo agrario en los Estados Unidos y regresaban a Tamaulipas, de una a tres veces al año, para reclutar trabajadores para su empleador; de modo que la mayor parte de sus ingresos procedía de su trabajo como asalariados agrarios. Unos años atrás, los “polleros” tamaulipecos reclutaban a los migrantes en áreas cercanas al municipio donde nacieron o residían.

Sin embargo, el recrudecimiento de la violencia hacia los migrantes en Tamaulipas a partir del 2010 hizo que muchos trabajadores rurales tamaulipecos ya no quisiesen emigrar a Estados Unidos. Algunos traficantes de migrantes, como Basilio, Mauro y Rodolfo, siguen reclutando trabajadores tamaulipecos. Otros como Melchor y Miguel logran realizar hasta seis viajes al año con trabajadores de Tamaulipas; pero ellos han pasado a dedicarse principalmente al tráfico de migrantes, y obtienen la mayor parte de sus ingresos de esta actividad. El resto de los entrevistados debe completar su “cargo” con trabajadores de otros estados cercanos.

La dificultad de reclutar jornaleros que quieran trabajar en los Estados Unidos hace que los polleros tamaulipecos empleados de tiempo parcial en este negocio dediquen cada vez más tiempo a esta actividad ilícita y deban recorrer cada vez mayores distancias para convencer a aquellos trabajadores que les acompañen a los Estados Unidos. Generalmente se desplazan en busca de jornaleros que quieran trabajar en el país del norte hasta estados limítrofes con Tamaulipas: Nuevo León y Veracruz. Braulio, Eusebio y Natalio reclutan cada vez más trabajadores de lugares tan distantes como Oaxaca, Chiapas o Guatemala; aunque generalmente se trata de personas que se encuentran deambulando por algún municipio tamaulipeco y que buscan a alguien que les lleve a Estados Unidos.

El discurso sobre los traficantes de migrantes

El discurso oficial define a los traficantes de migrantes como personas que engañan a los migrantes, o como miembros de los cárteles de la droga que utilizan sus corredores para transportar migrantes, drogas, y potencialmente a terroristas y armas de destrucción masiva (House Commitee on Homeland Security, 2006: 28-30).

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México (CNDH), en una investigación realizada entre septiembre de 2008 y febrero de 2009 (p. 9) estudió 198 eventos de secuestro y computó 9857 víctimas. Este informe señalaba que casi 59% de los secuestros fueron perpetrados por polleros (p. 15). Aunque un informe más reciente presenta una posición más benevolente hacia los polleros (CNDH, 2011).

El discurso académico también sostiene que los traficantes abusan de los migrantes (Martínez, 2010: 141; Alonso Meneses, 2010: 29; García Vázquez et al., 2007: 106; O’Leary, 2008: 117; Pérez García, 2008: 152; González González, 2009: 49; Legrain, 2009: 36). Sin embargo, un reducido número de investigadores afirman que los traficantes ayudan a los migrantes a llegar a países donde encuentran mayores oportunidades económicas, y cuestionan la incursión del crimen organizado en esta actividad (Kyle y Liand, 2001: 23; Kyle y Dale, 2011: 50). Spener (2009: 155-156) señala que aunque la prensa ha utilizado el término “traficante” para describir a los coyotes, lo cual implica la existencia de fuertes lazos entre el tráfico de drogas y el transporte de migrantes, su extenso trabajo de campo realizado desde finales de los años noventa hasta la primera década del siglo XXI indicaba que se trataba de actividades diferentes no relacionadas entre sí. Para Spener (2004: 35) la visión oficial se asienta sobre una percepción sesgada de este fenómeno, que se deriva de una concentración de denuncias contra los traficantes de personas que cometieron abusos. Como contraste, un menor número de denuncias contra los polleros que forman parte de la corriente migratoria y operan a menor escala genera una falsa impresión de que es el crimen organizado quien está acaparando esta actividad.

El discurso que subraya la relación entre el tráfico de migrantes y la delincuencia organizada enfatiza la vulneración de los derechos humanos de los migrantes. Es decir, los migrantes, al ponerse en manos de la delincuencia organizada para cumplir su objetivo de llegar a los Estados Unidos, sufrirían no solo el cobro de tarifas abusivas, sino también padecerían robos, secuestros y violencia física. En este sentido, diferentes informes, tanto de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México como de Amnistía Internacional, han documentado la creciente violencia sufrida por los migrantes en su tránsito por México para llegar a los Estados Unidos (CNDH, 2009 y 2011; Amnistía Internacional, 2010).

Como contraste, el discurso que niega la existencia de una relación entre el tráfico de migrantes y la delincuencia organizada subraya la alianza entre traficantes y migrantes para esquivar las barreras impuestas por los estados al tránsito de personas. Sánchez (2015) señala que los clientes de los traficantes son frecuentemente amigos y familiares, y subraya que los motivos económicos de los traficantes para involucrarse en esta actividad delictiva en muchos casos son menos importantes que los motivos sociales, como ayudar a otros a migrar. Spener (2011: 160) en lugar de utilizar los términos migrant smuggling o human trafficking utiliza el de “coyotaje”, que describe como un elemento esencial de la resistencia hormiga de los migrantes frente al apartheid global impuesto en la frontera México-Estados Unidos. En este caso, los traficantes, lejos de vulnerar los derechos humanos de los migrantes, son los aliados de estos. El argumento esgrimido para justificar esta tesis es que la mayor parte de los migrantes que son guiados por los traficantes llegan a sus destinos sanos y salvos (Izcara Palacios, 2012a, b y c).

Los traficantes de migrantes tamaulipecos

Los traficantes de migrantes de Tamaulipas, que conducen migrantes hacia diversas explotaciones agrarias estadounidenses, provienen de familias de reducidos recursos que emigraron sin documentos a los Estados Unidos, debido a la falta de oportunidades económicas en sus lugares de origen (Izcara Palacios, 2013). En el país vecino se esforzaron por abrirse paso y agradar a los empresarios agrarios para quienes trabajaron y tejieron lazos de confianza. La relación de amistad forjada entre estos y sus empleadores finalmente conduciría a que se dedicasen al negocio del coyotaje.

Todos proceden de familias de bajos recursos. Basilio y Óscar provienen de hogares monoparentales, ya que su padre los abandonó; Antonio era hijo de un pescador, y el resto eran hijos de campesinos empobrecidos que frecuentemente tenían que completar sus ingresos empleándose como jornaleros. El elemento más característico de la biografía de los entrevistados es su inserción temprana en el ámbito laboral. La mayoría procede de familias numerosas, por lo que muy pronto tuvieron que contribuir con su trabajo al sostenimiento de la economía familiar. Dice Ernesto: “sí había necesidades y mucha pobreza y necesidades, porque éramos siete de familia y a veces no había pa’ comer porque éramos muchos”. En este sentido, todos comenzaron a trabajar siendo menores de edad, y la edad media de inserción en el mercado laboral es inferior a los diez años de edad. El hecho de tener que comenzar a trabajar antes de esta edad hizo que tuviesen que abandonar muy pronto los estudios para dejar de ser una carga para sus familias. En este sentido, el número medio de años de escolaridad de los entrevistados es ligeramente superior a seis años (véase la tabla 3).

—Cuando empecé a trabajar tenía nueve años, a esa edad ya pescaba, y por eso dejé de estudiar, para trabajar y ayudar a mi papá con los gastos de la casa; así cuando yo iba con él a pescar sacábamos más pescado (Antonio).

—Trabajé desde que tenía ocho años; por eso dejé de ir a la escuela, porque tuve que trabajar. Antes la vida era diferente, era muy difícil, antes no había que becas para que los niños estudiaran, ni te daban despensas; antes los hombres eran los que mantenían a la familia, era muy diferente, y en los ranchos era más difícil porque la gente vivía de la agricultura, de lo que la tierra diera (Gerardo).

—Tenía siete años, a esa edad empecé a trabajar; a esa edad ya me pagaban, porque antes iba a trabajar pero no me pagaban porque iba como ayudante de mi papá, yo le ayudaba a trabajar a mi papá y le pagaban a él (Natalio).

—Siempre trabajé desde que tenía ocho años, trabajaba para ayudarle a mi mamá, pues mi papá nos había abandonado, y no teníamos casa propia, rentábamos, y sí, antes era muy difícil, no había trabajo y no pagaban mucho. Antes te pagaban en pesos, a mi mamá le pagaban cincuenta pesos a la semana, y con eso le tenía que pasar para la comida, la renta, el agua, la luz, y pues, por eso yo miraba la situación y me salí a trabajar para ayudarle a mi mamá. No le gustaba que me saliera, decía que era muy peligrosa la ciudad, pero yo no le hacía caso (Óscar).

—Siempre he trabajado desde que tenía seis años, y es que la vida en el rancho es diferente. Los papás saben cuando naces que si eres hombre es pa’l trabajo y si es mujer pa’ la casa; entonces en mi familia son así, y a uno lo meten a trabajar muy chico (Prudencio).

—Me acuerdo que (empecé a trabajar) a los ocho años, porque iba a la escuela y saliendo me iba con mi papá a la sierra (Teodoro).

Tabla 3
Características sociolaborales de los entrevistados

Elaboración propia.

Todos los entrevistados tuvieron que asumir muy pronto un rol de adultos para sostener la economía familiar. Sin embargo, ninguno de los entrevistados planeó involucrarse en esta actividad ilícita. Todos ellos emigraron de forma subrepticia a los Estados Unidos en busca de empleo debido a la escasez de oportunidades económicas en sus comunidades de origen. Cuando cruzaron la frontera encontraron empleos en aquella actividad que conocían mejor: la agricultura. Pero transcurrió una media de 8.2 años entre el año que emigraron por primera vez a los Estados Unidos y cuando comenzaron a trabajar como traficantes de migrantes (véase la tabla 4). A lo largo de este tiempo cruzaron la frontera en repetidas ocasiones conducidos por polleros. Esto les llevó a adquirir un conocimiento cada vez más preciso de la geografía fronteriza.

Tabla 4
Años transcurridos desde que emigraron a los Estados Unidos hasta que se hicieron traficantes de migrantes

Los motivos que condujeron a los entrevistados a dedicarse al tráfico de migrantes fueron entre otros: i) la necesidad de incrementar los ingresos familiares para hacer frente a un incremento de gastos domésticos; ; ii) el deseo de ayudar a familiares, amigos, vecinos o paisanos a llegar a los Estados Unidos; iii) la petición de familiares, amigos, vecinos o paisanos para que les ayudase a cruzar de modo subrepticio la frontera estadounidense, o vi) la búsqueda de ahorrarse el pago cobrado por el pollero. Pero, como se desprende de las siguientes citas, el elemento determinante para que se dedicasen al tráfico de migrantes fue la presión de sus empleadores, que necesitaban proveerse de mano de obra indocumentada.

—Yo había trabajado allá desde 1990 y venía siempre cada seis meses porque mis hijos estaban chicos y venía a verlos, y así venía cada seis meses, y cuando ya tenía varios años así, me dijo el patrón: tráete a gente para que trabaje y te pago extra y así te ayudas tú y me ayudas a mí, y así empecé (Antonio).

—[Mi patrón] me dijo que era bueno eso, que solo me cuidara de que no me agarraran porque me iba a ir mal con la migra, y bueno, pasaron dos años, y cuando vio que yo seguía haciéndolo, él me dijo que me apoyaría en darles trabajo y en mandar por nosotros a la frontera, yo tuve más confianza en mí y así lo seguí haciendo, y sigo trabajando con el apoyo de él y él confía en mí, y yo le ayudo con los trabajadores, él ya sabe que puede confiar en mí pa’ lo que sea (Ernesto).

—Cuando empecé a trabajar así, de esta manera, fue porque como yo ya tenía muchos años de ir, pues conocí un poco y luego mi patrón me animó (Eusebio).

—Yo me inicié en este trabajo por mando de mi patrón, porque no tenía quién le trabajara, y me mandaba a mí a buscar ilegales que estuvieran allá y que quisieran trabajar ahí con él, por eso me hice pollero (Gerardo).

—Empecé a ser pollero y siempre con la ayuda del gringo, mi patrón, él siempre ha sido buena persona y me ha ayudado bastante (Natalio).

—Me hice pollero por orden del capataz, y empecé a trabajar así, y ahora mejor me dedico a llevar gente a que trabajen allá; sí me quedo a trabajar, pero no toda la temporada, me quedo un mes allá y regreso, y cuando el patrón me llama que le lleve gente, la busco y los llevo, y estoy allá y me regreso (Óscar).

—Como me llevaba bien con el patrón, me dijo: si te animas y te avientas te doy trabajo de pollero y te pago por cada persona que me traigas a trabajar, y así me animé a hacerlo (Rodolfo).

La participación de los empleadores en el proceso de reclutamiento de migrantes indocumentados puede inferirse a partir de un análisis del perfil de estos. Todos los entrevistados transportaban varones a los Estados Unidos; pero solo 55% había conducido alguna vez a mujeres. Esto se debe a que en el sector agrario estadounidense la demanda de mujeres es menor que la demanda de varones. Las mujeres son más hábiles en la realización de tareas que no requieren esfuerzo físico sino destreza manual; pero en la agricultura la mayor parte de las actividades exigen mucha resistencia física. Únicamente 39% de los entrevistados había transportado alguna vez a personas de cincuenta o más años de edad. Esto obedece a que la agricultura estadounidense demanda principalmente a gente joven. Aunque en ocasiones personas de más edad tienen una expertise y disciplina de la cual los jóvenes carecen; como consecuencia, algunos empleadores también demandan a algunos trabajadores de edad más elevada.

Por otra parte, la mitad de los traficantes de migrantes reclutaban a menores de edad. Esto se debe a que en el sector agrario estadounidense no es infrecuente el trabajo infantil (Schell, 2002: 148). En este sentido, algunos autores (Linder, 1987: 1335; Holley, 2001: 579; Koreishi y Donohoe, 2010: 68) han subrayado el estatus de segunda clase de los trabajadores asalariados del campo en Estados Unidos. Pero ninguno de los traficantes entrevistados había conducido alguna vez a niños menores de diez años de edad porque estos no tenían ninguna utilidad para los empleadores.

En conclusión, como se aprecia en la tabla 5, el perfil de los migrantes conducidos por los polleros tamaulipecos que trabajan en tiempo parcial conduciendo jornaleros hasta las explotaciones agrarias de Estados Unidos se caracteriza por la presencia mayoritaria de varones jóvenes. La media de los grupos de edad de los migrantes transportados hasta los Estados Unidos oscila entre los 17 y los 42 años de edad. Esto responde a la preferencia de los empleadores agrarios estadounidenses por jornaleros que se adecúen a este perfil, ya que ellos son capaces de desarrollar un mejor desempeño laboral.

Tabla 5
Características de los migrantes reclutados por los traficantes

Elaboración propia.

Conclusión

El tráfico de migrantes constituye un oficio que tiene una fuerte presencia en el medio rural tamaulipeco. Se trata sobre todo de trabajadores migratorios que fueron empleados durante años en el sector agrario estadounidense; durante este periodo se ganaron la confianza de sus empleadores y terminaron trabajando para ellos proveyéndoles de mano de obra indocumentada. Esto lo hicieron regresando a sus comunidades de origen una o varias veces al año en busca de personas que quisiesen trabajar como jornaleros en Estados Unidos. Tras involucrarse en el tráfico de migrantes, no renunciaron a su antiguo trabajo; sino que continuaron trabajando como asalariados agrarios en el país vecino.

Los resultados de esta investigación indican que el tráfico de migrantes no es una actividad conducida por miembros de la delincuencia organizada que engañan, roban o secuestran a los migrantes, sino por personas que conducen a sus paisanos hasta los Estados Unidos para abastecer la demanda laboral del sector agrario de los Estados Unidos.

En Tamaulipas la disposición de potenciales trabajadores es abundante, de modo que los traficantes pueden elegir entre un numeroso grupo de personas dispuestas a acompañarles. Por lo tanto, únicamente los más aptos para el trabajo agrario son conducidos hasta Estados Unidos. Aunque en los tres últimos años, la disposición de los trabajadores rurales tamaulipecos para emigrar ha mermado debido a la violencia que sufren los migrantes que se disponen a cruzar la frontera. Como consecuencia, los traficantes tamaulipecos están reclutando a migrantes procedentes de espacios cada vez más distantes.

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Notas

1 Quisiéramos expresar nuestro agradecimiento a SEP/Conacyt por el apoyo recibido a través del Proyecto número 155901 titulado “Coyotaje y migración indocumentada en Tamaulipas”.

Notas de autor

Nacionalidad: Española. Grado máximo de estudios: Doctor. Especialidad: Sociología Rural. Adscripción institucional: Universidad Autónoma de Tamaulipas.
Nacionalidad: Española. Grado máximo de estudios: Doctora. Especialidad: Sociología Rural


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