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Facilitadores y obstaculizadores de la comensalidad familiar de la noche
Nóesis. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, vol. 29, núm. 57, pp. 198-214, 2020
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez



Recepción: 16 Enero 2019

Aprobación: 09 Abril 2019

Resumen: Dentro de la literatura se identifica una pugna entre una corriente individualista y los valores culturales materializados en las creencias tradicionales sobre el valor de la comensalidad. El presente estudio se basa en el uso de métodos cuantitativos transversales para la aproximación a los factores influyentes en la facilitación y obstaculización de la ocurrencia de la comensalidad familiar, materializada en la comida de la noche, la cual emerge como la bandera de lucha para la mantención de esta instancia. Entre los principales resultados se encuentran la prominencia de aquellos factores relacionados a la rutina del individuo en relación con facilitar u obstaculizar la realización de la comensalidad de la noche, en desmedro de las variables relacionadas a las motivaciones. Estos resultados destacan la relevancia de profundizar en factores cómo la composición del hogar o la clase social como determinantes principales de la comensalidad, y el contenido de su relación.

Palabras clave: comensalidad de la noche, motivaciones, familia..

Abstract: Within the literature, a conflict between an individualistic tendency and materialized cultural values on traditional beliefs about commensality’s value is identified. The present study is based on the use of transversal quantitative methods to approach the influential facilitation and obstruction factors in family commensality occurrence, materialized at the family-shared evening meal, which emerges as the battle flag to maintain this instance. Main results reveal the prominence of those factors related to the individual’s routine in relation to facilitate or obstruct evening commensality performance, in detriment of the related variables to motivations. These findings highlight the relevance to deeply analyze those factors to understand the composition of households or social class as commensality’s main determinants, and the content of their relationship.

Keywords: evening commensality, motivations, family..

Introducción

La comida y el acto de alimentarse satisfacen múltiples facetas en la vida humana, desde la necesidad biológica elemental para la sobrevivencia hasta la conformación de la identidad y la creación, mantención o reforzamiento de los vínculos sociales. Así, el alimento debe ser bueno para el cuerpo y para la mente de los individuos, pero también debe ser bueno para compartir. El acto de comer juntos compartiendo una comida se conoce en la literatura de ciencias sociales como comensalidad (Grignon, 2012).

La comensalidad se puede abordar desde tres dimensiones (Giacoman, 2016). La primera de estas corresponde a la dimensión interaccional, dónde se comprende a la comensalidad como un espacio privilegiado para el encuentro entre los diferentes grupos de personas, guiados por diferentes propósitos que resaltarían la importancia de este espacio compartido, el cual se ve amenazado por diferentes factores dependiendo del grupo de personas que se reúna (Giacoman, 2016). Por ejemplo, las constricciones que pudiesen dificultar la comensalidad entre compañeros de trabajo serán diferentes que las referidas al grupo con el que se comparta el hogar. Por otro lado, aquellos símbolos que se le atribuyen al acto de compartir la comida corresponde a una segunda dimensión mencionada por la autora, quien resalta la importancia de estos símbolos en la creación y reforzamiento de los vínculos sociales (Giacoman, 2016). Finalmente, una tercera dimensión corresponde a las normatividades dentro del compartir la comida, lo cual, según el estudio empírico llevado a cabo por Giacoman (2016), resultó ser particularmente importante para las familias y para quienes comparten la comida en contextos institucionales. Esta dimensión corresponde a los discursos que ubican ciertas características sobre realización de la ingesta alimentaria como una norma que debe cumplirse para reconocer la ingesta como un tipo de comida en particular (ej. almuerzo, desayuno o cena). Un ejemplo de esto sería el hecho de que la comida deba ingerirse con el uso de platos y cubiertos, que deba realizarse en cierto horario o que deba ser compartida con otros.

La comensalidad es producto de un grupo social preexistente y es una fiel representación de los principios y estructuras que rigen la organización social, reproduciendo aquellas divisiones sociales naturalizadas de género, edad, etnia, etc.(Grignon, 2012; Maury, 2010) por lo que las dimensiones de la comensalidad previamente mencionadas estarían insertas en un contexto social amplio, el cual determinaría el contenido de los símbolos y normatividades asociadas a este tipo de interacción social, resaltando la variabilidad cultural y social del fenómeno. Por ello, estudiar la comensalidad implica comprender la colectividad general en donde se realiza, ya sea un Estado-Nación, grupo religioso, asociación política o territorial.

En un contexto social caracterizado por un individualismo estructural, comer en compañía de otros aparece como problemático (Sobal y Nelson, 2003). Diversos sociólogos señalan que las sociedades contemporáneas viven un proceso de individualización donde los sujetos actúan menos por regulaciones colectivas y más por decisiones personales (Zabludovsky, 2013), revindicando su individualidad (Beck, 2003), así como su capacidad de construir su propio destino (Elias, 1991). En este marco, no existe un meta-relato que sirva para todos por igual, sino que impera una multiplicidad de discursos respecto a la forma correcta de alimentarnos. Esta cacofonía alimentaria mantiene al comensal moderno en una situación de incertidumbre, donde, relativamente alienado de aquellas estructuras tradicionales que solían indicar la forma correcta de alimentarse, se ve obligado a tomar por sí mismo dicha decisión en un contexto donde la vida cotidiana se mueve al ritmo de los horarios laborales y de la vida urbana (Fischler, 1995) .

El presente estudio trata específicamente aquella comensalidad realizada en familia en un momento particular del día como lo es la noche. Se consideraron las 3 posibles líneas de los actuales estudios sobre la comensalidad familiar identificadas por Riquelme y Giacoman (2018). Estas corresponden a: 1) La funcionalidad de la comida familiar; 2) Su relación con la estructura social y 3) La comida familiar como reflejo de estilos de vida particulares (Riquelme y Giacoman, 2018). Este estudio se posiciona en la tercera vía, en cuanto se plantea como objetivo analizar la relación existente entre la comensalidad familiar de la noche con las motivaciones para dicha práctica y diferentes factores sociodemográficos en adultos de la Región Metropolitana de Santiago de Chile. El foco en las motivaciones dice relación con los hallazgos de la literatura que muestran que la alta valoración cultural que tiene la comensalidad es un facilitador de dicha práctica con la familia, no obstante también comer con otros puede ser considerado conflictivo y por lo tanto un elemento que incite a desistir en su realización (Giacoman, 2016; Grignon, 2012; Sobal y Nelson, 2003). Por otro lado, también se busca analizar los factores sociodemográficos que influyen en la comensalidad familiar de la noche pues investigaciones previas muestran que elementos estructurales facilitan u obstaculizan su realización (Grignon, 2012; Mestdag y Glorieux, 2009; Sobal y Nelson, 2003).

A continuación se presenta el marco teórico que guía este trabajo. Posteriormente se detalla la metodología y se presentan los resultados. Finalmente, se exponen las principales conclusiones de estudio.

1. Marco teórico

La pregunta sobre los factores que facilitan y obstaculizan la comensalidad en las sociedades contemporáneas ha sido enfrentada en ciencias sociales principalmente a la luz de dos perspectivas, las que Sobal y Nelson denominan como el enfoque de los valores culturales y del individualismo estructural (2003). Ambas perspectivas son complementarias y relevantes en el marco teórico en este estudio pues los valores culturales se vinculan a las motivaciones para la comensalidad, siendo un posible facilitador de su realización, mientras que el individualismo estructural se asocia a factores sociodemográficos que en la actualidad obstaculizan el comer con otros.

El enfoque de los valores culturales sobre la comensalidad, enfatiza que dicha es una práctica aún vigente debido a la persistencia de una norma social que idealiza la comida en compañía y desvaloriza a quienes comen en solitario (Sobal y Nelson, 2003). Estos valores culturales serían un facilitador de la comensalidad, dado que lograr dicha práctica ideal es una motivación para efectuarla.

Detrás enfoque de los valores culturales está el concepto de “comida apropiada” (Douglas, 1972; Fjellström, 2008), el cual sintetiza las características que una comida debería tener idealmente para ser adecuada y por lo tanto para ser reconocida como tal. Esta versa tanto sobre las normas intrínsecas y extrínsecas de la situación alimentaria (Fischler, 1995), es decir, regula tanto el contenido como el contexto al momento de comer, a través de la formación de idealizaciones sobre lo que se considera una comida. Si bien, como menciona Giada Danesi (2012), lo que se considera una “comida apropiada” tanto como el significado simbólico que se le entrega varía de cultura en cultura, en la literatura referida a las culturas occidentales, se considera que una comida ideal es siempre consumida con otros (Warde y Hetherington, 1994; Mäkelä, Kjaernes, Ekström et al., 1999; Sobal, 2000; Marshall y Anderson, 2002; Sobal y Nelson, 2003; Blake, Bisogni, Sobal et al., 2008; Danesi, 2012); y teniendo un papel central en la conformación de la identidad y en la reproducción en el tiempo de la familia (Marshall y Anderson, 2002). Estos hallazgos se complementan con el hecho de que, específicamente para la población adulta de la Región Metropolitana de Chile, la predominancia de la realización de las ingestas se realiza dentro del hogar y acompañados por los miembros con los que comparte este espacio (Giacoman y Devilat, 2019).

Por otro lado, el enfoque del individualismo estructural señala que la comensalidad se ve amenazada en la actualidad debido que existen factores sociales que fomentan el individualismo y el aislamiento (Sobal y Nelson, 2003). Subyacente a esta perspectiva, está la idea que en las sociedades contemporáneas existen condiciones de vida que incitan a que las personas orienten su actuar alimentario por decisiones individuales más que por normas sociales, produciéndose una alimentación des-estructurada respecto al qué, cómo, cuándo, dónde y con quién comer (Fischler, 1995).

Investigaciones muestran que un elemento clave para obstaculizar la comensalidad dicen relación con la organización del tiempo y las rutinas (Devine, Connors, Sobal y Bisogni, 2003; Giacoman, 2018). Pues las presiones laborales y la vida familiar llevaría a que los individuos tuvieran problemas para coordinarse y realizaran prácticas más individualistas respecto a la alimentación.

Respecto al trabajo la literatura reconoce que es un factor condicionante de la comida familiar, en cuanto es difícil conciliar los tiempos de cada integrante de la familia debido a las restricciones que imponen los horarios laborales (Cheng, Olsen, Southerton y Warde, 2007; Cho y Allen, 2013 ; Devine et al., 2003). Sin embargo, en la bibliografía se trata a este conflicto, en su mayoría, desde una perspectiva psicosocial en relación con la producción de estrés o su influencia en el bienestar subjetivo y la calidad de vida (Anzorena, 2009; Jiménez y Moyano, 2008; Marín y Rivero, 2002; Osca y Martínez-Pérez, 1983), siendo pocos los estudios que aborden dichas estrategias desde una perspectiva cuantitativa transversal relacionada a la comensalidad familiar.

La estructura del hogar también parece tener un peso en las prácticas de comensalidad. Dado que la familia juega un rol fundamental en cómo las personas estructuran su vida y por lo tanto también sus comidas, la literatura indica que la composición del hogar afectará el tipo y la frecuencia de la comensalidad dentro del hogar. Así, la cantidad de personas dentro del hogar, como la presencia de cónyuges, puede afectar la frecuencia de comidas compartidas (Brannen, O’Connell y Mooney, 2013; Jastran, Bisogni, Blake y Devine, 2009; Marshall y Anderson, 2002).

En la medida en que las personas no pueden pasar tiempo con sus familias, las posibilidades de compartir juntos un alimento se hacen escasas. Dentro de los estudios académicos al respecto, se reconoce que la cena se alza como la bandera de lucha de la unidad familiar (Blake et al., 2008; Brannen et al., 2013; Cheng et al., 2007; Jackson y Pickering, 2009; Kremmer, Anderson y Marshall, 1998; Marshall y Anderson, 2002; Sobal y Nelson, 2003). En términos de comensalidad familiar, este es el espacio por excelencia para compartir en familia. Como determinante de la comensalidad, por lo tanto, se encuentra la posibilidad de compatibilizar horarios de trabajo y descanso. Esta situación se complejiza a medida que los núcleos familiares se diversifican. En su estudio sobre los cambios en los patrones de comensalidad de personas antes y después de contraer matrimonio, Marshall y Anderson (2002) exponen que sus informantes, luego de casarse, consideran que la comida apropiada debe ser en conjunto y con los mismos alimentos para ambos, diferenciándolo rotundamente de las ingestas previas al matrimonio, categorizándolas como snacks. En este sentido, los participantes de este estudio consideran que la comida en familia debe ser un evento estructurado, con el fin de que al compartir ciertas reglas y cierto tipo específico de comida se construye y reafirma la imagen que se desea proyectar como familia.

En este sentido, y tal como encuentra Jastran et al. (2009), las formas en que las personas se organizan para comer en familia reflejan los valores detrás de su elección alimentaria e ideales asignados al hecho de comer en familia dentro de las estructuras de la vida cotidiana, variando en su contenido y significado, pero en todos los casos, contribuyendo a un aumento de la frecuencia de comidas con los miembros del hogar. Así, tanto el tipo de hogar y el conflicto asociado a la coincidencia de horarios son dos elementos encontrados en la literatura que afectan sobre la comensalidad familiar.

Finalmente, cabe mencionar que existen diferentes formas de acercarse a la comensalidad familiar como fenómeno de interés, aunque la revisión de literatura sugiere que son dos alas principales, en términos de cantidad de tiempo dispuesta para comer con otros y en cantidad de comidas compartidas por unidad de tiempo. En esta investigación se utilizará el último enfoque debido a que interesa discernir la influencia de factores sociodemográficos y de percepciones en la cantidad de comidas realizadas, considerando la semana de lunes a viernes como unidad de tiempo para compartir la comida de la noche en familia, dado que ahondar en aquella comensalidad familiar realizada durante los fines de semana no estaría dando cuenta aquellos espacios donde factores asociados al trabajo se alzan como obstaculizadores de la comensalidad familiar. De esta manera la elección alimentaria que versa sobre la frecuencia semanal de la comensalidad familiar es una elaboración social, construida a través del tiempo e influida por diferentes factores en los distintos niveles del proceso. Esta construcción se materializa en rutinas particulares, las cuales son el reflejo también del estilo de vida que la persona busca llevar y, por lo tanto, de las metas que busca materializar.

2. Metodología:

2.1 Descripción del levantamiento de datos

El presente artículo se enmarca en el proyecto FONDECYT 11140407, “¿Cómo comemos juntos? Un estudio descriptivo sobre las prácticas de comensalidad en adultos de la Región Metropolitana”. Este fue llevado a cabo desde el año 2014 hasta 2017, con financiamiento público proveniente de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT). El objetivo de dicho proyecto fue describir las prácticas y las representaciones relativas a la comensalidad en adultos de la Región Metropolitana.

Los datos se trabajaron a partir de una encuesta transversal sobre prácticas comensales. El cuestionario se generó y aplicó durante el año 2016, obteniendo una muestra de 1177 casos válidos, siendo representativa de la Región Metropolitana[4]. El cuestionario se basó en un muestreo probabilístico multietápico sobre 30 comunas seleccionadas previamente de acuerdo con el tamaño poblacional y nivel socioeconómico en el Gran Santiago[5]. La primera etapa de selección probabilística (UPM) se realizó sobre las manzanas en cada comuna a través de muestreo aleatorio simple. La segunda etapa de selección probabilística (USM) correspondió a las viviendas al interior de las manzanas a través de un muestreo aleatorio por salto sistemático. La tercera etapa de selección probabilística (UTM) correspondió a las personas al interior de las viviendas a través de muestreo aleatorio realizado por tabla de Kish.

Los datos analizados en este estudio, los únicos de este tipo que existen en el país, no habiendo estudios precedentes ni posteriroes.

2.2. Descripción de las variables

La variable dependiente mide la frecuencia de onces[6] y/o cenas compartidas siempre o habitualmente en familia. Esta se construyó a partir de dos preguntas ordinales que miden la frecuencia subjetiva de onces y cenas en una semana de lunes a viernes. Ambas preguntas se dicotomizaron, dejándolas con los atributos “siempre o habitualmente” y “algunas veces o nunca”. Luego se combinaron ambas variables teniendo como resultado un indicador dicotómico con aquellas personas que “comparten al menos una once o cena siempre o habitualmente en familia durante la semana” y aquellas que “no comparten ninguna once o cena siempre o habitualmente en familia durante la semana”.

En línea con el objetivo de esta investigación y con lo postulado con la literatura sociológica sobre la comensalidad familiar, en este artículo se trabaja con dos grupos de variables independientes.

Un primer tipo de variables independientes se relaciona con el enfoque de los valores culturales, incorporando las tensiones que también genera, tal como se vio en la revisión de literatura anterior.

La variable “Motivaciones para comer en familia” se construyó en base a una pregunta de respuesta abierta, agrupando la variedad de respuestas para generar una variable nominal. Las categorías creadas producto de dicha agrupación fueron: 1) Por la unidad familiar; 2) Por compañía; 3) Por tradición o costumbre; 4) Por gusto o entretención y 5) Por coincidencia de horarios.

Para abordar el conflicto en torno a la comensalidad familiar se utilizó dos preguntas ordinales correspondientes al nivel de acuerdo con las frases: “Es difícil poder comer con los miembros de mi hogar porque pasamos poco tiempo en casa” y “Por el trabajo o el estudio cuesta que los miembros de mi hogar coincidamos en un horario para comer”. Se aplicó un análisis factorial, lo cual nos permitió generar indicadores según el nivel de cercanía de las variables incluidas en el análisis. El resultado de este análisis entregó una variable para medir el “Nivel de percepción sobre el conflicto familiar por coincidencia de horarios”. Luego se recodificó dicha variable agrupando a los primeros 4 quintiles en el atributo “Bajo conflicto”, mientras que el quintil superior se agrupó en el atributo “Alto conflicto” para generar una variable dicotómica.

Un segundo tipo de variables dice relación con los factores estructurales que pueden influir en la comensalidad familiar.

El indicador construido para dar cuenta de la composición del hogar agrupó a los participantes según las personas que habiten su hogar y la relación que haya entre estas. De esta manera posee los atributos: unipersonal (un jefe de hogar en solitario), unipersonal extendido (un jefe de hogar y presencia de otros parientes, pero no cónyuge), bipersonal (Jefe de hogar y cónyuge) y bipersonal extendido (Jefe de hogar, cónyuge y otros parientes).

Para el indicador de clase social se utilizó la clasificación de Goldthorpe, quien agrupa las diferentes ocupaciones en 3 categorías “Clase de servicios, Clase intermedia y Clase trabajadora”. Así, se tomó la ocupación declarada por el jefe de hogar, recodificándola de la siguiente manera: En la primera de las categorías se agruparon los atributos de ocupación alto ejecutivo, gerente general de empresa grande, director o dueño de empresa mediana y grande, ejecutivo medio (sub / gerente), gerente general empresa media o pequeña y profesional carrera tradicional. Aquellos que se clasificaron como clase intermedia fueron los que declararon ocuparse como Empleado administrativo medio y bajo, vendedor, secretaria, técnico especializado, profesor, obrero calificado, capataz, junior y microempresario. Finalmente, aquellas ocupaciones clasificadas como clase trabajadora fueron: Oficio menor, obrero no calificado, jornalero, servicio doméstico con contrato y trabajos menores ocasionales e informales.

Finalmente, la variable “Sexo” se mantuvo con 2 atributos correspondientes a “Hombre” y “Mujer”, mientras que la variable “Edad” se clasificó en 4 tramos: a) 18-34; b) 35-54; c) 55-68 y d) 69 o más.

Finalmente, el presente estudio aplicó una metodología de análisis estadístico inferencial basado en dos procedimientos. El primero consideró la descripción de las variables incluidas en el estudio. El segundo aplicó 3 regresiones logísticas para dar cuenta de la relación entre dichas variables. Cada una de estas fueron separadas en 3 modelos para dar cuenta de la existencia de variaciones en los efectos al considerarse las variables por separado y en conjunto. La unidad de análisis del presente estudio son los adultos residentes en la Región Metropolitana, mientras que la unidad de observación son las personas residentes en la Región Metropolitana mayores de 15 años que hayan respondido la encuesta durante el año 2016. Los resultados se dividieron según los dos procedimientos mencionados. Primero un apartado con la descripción de las variables incluidas y segundo, un apartado con el análisis de regresiones logísticas.

3. Resultados

3.1. Sobre las variables a contrastar:


Cuadro 1. Distribución de la muestra según sexo.

Elaboración propia a partir de la encuesta levantada por el proyecto FONDECYT 11140407.


Cuadro 2. Distribución de la muestra según tramo de edad.

Elaboración propia a partir de la encuesta levantada por el proyecto FONDECYT 11140407.

En términos generales, la mayor parte de la muestra declaró pertenecer al sexo femenino, mientras que, sobre la edad, existe una distribución uniforme de los tramos, concentrándose la mayoría en las personas entre 18 y 54 años.

Por otro lado, el mayor porcentaje de personas reportaron pertenecer a hogares bipersonales o bipersonales extendidos, entre los cuales los bipersonales predominan. Al mismo tiempo, se apreció una mayor pertenencia a hogares unipersonales que a unipersonales extendidos. En cuanto a la clase social, se apreció una distribución dónde la mayoría se concentra en la clase intermedia, seguidos por la clase trabajadora y luego la clase de servicios.


Cuadro 3. Distribución de la muestra según tipo de hogar.

Fuente: Elaboración propia a partir de la encuesta levantada por el proyecto FONDECYT 11140407.


Cuadro 4. Distribución de la muestra según clase social.

Elaboración propia a partir de la encuesta levantada por el proyecto FONDECYT 11140407.


Cuadro 5. Distribución de la muestra según motivaciones para comer en familia.

Elaboración propia a partir de la encuesta levantada por el proyecto FONDECYT 11140407.

Respecto de las motivaciones para compartir la comida con los miembros del hogar, aquellas más recurrentes fueron la intención de comer en compañía y la búsqueda del reforzamiento de la unidad familiar. El resto de las personas mencionaron razones relativas a la tradición, coincidencia de horarios y la entretención. Sumado a esto, la mayoría de las personas se ubicó en el rango definido para un bajo conflicto de horarios para comer con los miembros del hogar, sin embargo, un 20% de la muestra presentó lo definido como un alto conflicto de coincidencia de horarios para compartir la comida con los miembros del hogar.


Cuadro 6. Distribución de la muestra según nivel de conflicto.

Elaboración propia a partir de la encuesta levantada por el proyecto FONDECYT 11140407.


Cuadro 7. Distribución de la muestra según comensalidad de la noche.

Elaboración propia a partir de la encuesta levantada por el proyecto FONDECYT 11140407.

Finalmente, respecto a la comensalidad de la noche, la mayor parte de las personas reportó no compartir siempre o habitualmente la comida de la noche con los miembros del hogar durante la semana.

3.2 Análisis de facilitadores y obstaculizadores de la comensalidad familiar de la noche.


Cuadro 8. Frecuencia de comensalidad familiar de la noche según motivaciones para comer en familia y sexo

Elaboración propia a partir de la encuesta levantada por el proyecto FONDECYT 11140407. estándar en paréntesis. *** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1. Variables de referencia: Para motivaciones para comer en familia, por compañía; para sexo, hombre.

Se observa que no existe significancia estadística en la relación entre las motivaciones para comer en familia con la frecuencia de comidas de la noche. Por su parte, cuando se agrega la variable sexo, se obtiene que, en comparación a los hombres, las mujeres tienen 31,9% menos chances de compartir al menos una comida de la noche en familia, significativo a un 99% de nivel de confianza. A pesar de los resultados poco significativos de las motivaciones, vemos que con ambas variables actuando conjuntamente, el ajuste del modelo crece.




Elaboración propia a partir de la encuesta levantada por el proyecto FONDECYT 11140407. Desviación estándar en paréntesis. *** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1. Variables de referencia: Para tipo de hogar, Unipersonal; para clase social, clase de servicios.

En comparación con los quienes viven en hogares Unipersonales, las personas que viven con al menos una persona más en el hogar tienen mayores chances de realizar una comida de la noche siempre o habitualmente en familia durante la semana. Dentro de estos, son las personas pertenecientes a hogares bipersonales quienes tendrían mayores chances de lograr compartir siempre o habitualmente este tipo de comida al menos una vez en la semana, seguidos por los hogares bipersonales extendidos y finalmente por los unipersonales extendidos. En comparación con aquellas personas que pertenecen a la clase de servicios, quienes pertenecen a la clase trabajadora o intermedia presentaron 63.1% y 40,7% menos de chances, respectivamente, de compartir siempre o habitualmente al menos una de las comidas de la noche con los miembros del hogar durante la semana. Estas conclusiones son significativas a un 99% de nivel de confianza en todos los casos, a excepción de la clase intermedia, presentando una significancia estadística al 95% de nivel de confianza. Las tendencias presentadas en los modelos 1 y 2 se repiten para el modelo 3, el cual incluye conjuntamente a ambas variables independientes.


Cuadro 10. Frecuencia de la comida de la noche según rango de edad y nivel de conflicto dentro del hogar.

Elaboración propia a partir de la encuesta levantada por el proyecto FONDECYT 11140407. Desviación estándar en paréntesis. *** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1. Variables de referencia: Para rango de edad, 18 a 34; para nivel de conflicto, bajo conflicto.

El cuadro 10 no entregó evidencia de una relación estadística entre el nivel de conflicto por coincidencia de horarios y las comidas de la noche compartidas siempre o habitualmente en familia durante la semana. Sin embargo, los tramos de edad entregaron resultados interesantes. Comparado con personas del grupo etario entre 18 y 34 años, personas dentro de los grupos etarios 35 a 54, 55 a 68 y 69 o más años tienen respectivamente 39,4%, 49,6% y 69,4% menos chances de compartir al menos una comida de la noche con otros miembros del hogar. Estos resultados son estadísticamente significativos a un 99% de nivel de confianza. Al observar el modelo 3, se aprecia una reducción de aproximadamente 7 puntos porcentuales en las chances de los 2 grupos etarios mayores, pudiendo existir una relación entre el conflicto por coincidencia de horarios y la variable de tramos etarios.

4. Conclusiones

Con el fin de comprender la comensalidad familiar de la noche y los elementos que influyen en su realización, este artículo analizó la relación existente entre la comensalidad familiar de la noche con las motivaciones para dicha práctica y diferentes factores sociodemográficos en adultos de la Región Metropolitana de Santiago de Chile. La idea fue probar elementos que estaban presente en la literatura, tanto sobre el enfoque de los valores culturales, como del individualismo estructural.

Los resultados de este estudio muestran que aquellas variables relacionadas a las motivaciones o percepciones no muestran ninguna relación estadística con el compartir siempre o habitualmente con los miembros del hogar al menos una comida de la noche, emergiendo como mayormente relevantes en la influencia del compartir siempre o habitualmente esta comida con las personas presentes en el hogar, la clase social del individuo, su sexo y edad.

Dada esta situación, desde el análisis de regresiones es posible identificar aquellas características dentro de cada una de estas variables que se consideran facilitadoras y en su contraste, cuales obstaculizarían el compartir siempre o habitualmente con los miembros del hogar la comida de la noche.

Partiendo por la variable sexo, el hecho de ser hombre estaría facilitando el compartir siempre o habitualmente esta comida con los miembros del hogar. Aquí se considera pertinente el ahondar de manera cualitativa en esta relación, adentrándose en aquellas razones por las cuales serían las mujeres quienes tendrían menores chances de lograr esta situación con mayor habitualidad, barajando aspectos ligados principalmente a las tareas hogareñas que se deben realizar, desde una perspectiva de género. Sumado a esto, el hecho de que la población más joven tenga progresivamente mayores chances de lograr compartir con los miembros del hogar siempre o habitualmente la comida de la noche, comienza a situar a la rutina como un posible obstaculizador del logro de compartir esta comida con mayor habitualidad, en cuanto al aumentar la edad aumentan también las responsabilidades ligadas al trabajo y la familia.

Este análisis se logra respaldar en el hecho de que las personas pertenecientes a clase de servicios presenten mayores chances de compartir siempre o habitualmente con los miembros del hogar la comida de la noche. Los trabajos correspondientes a esta clase se caracterizan por una mayor estabilidad horaria, contribuyendo a que la rutina de estas personas sea más estable y por lo tanto volviendo más predecible su comportamiento, teniendo mayores oportunidades de planear sus actividades. Por el contrario, las personas pertenecientes a la clase trabajadora e intermedia tendrían horarios más flexibles, lo cual dificultaría lograr coordinar la comensalidad en la comida de la noche. Estos resultados son diferentes a lo encontrado por Rivera (2017) en su tesis para optar al grado de Magister en Sociología, trabajo realizado en el contexto del mismo proyecto FONDECYT, pero usando una base de datos diferente. En su trabajo, la autora encuentra que serían las clases trabajadoras quienes tendrían más oportunidades de compartir una comida de la noche junto a los miembros del hogar en comparación a la clase de servicios, al mismo tiempo de que serían las personas de 35 años o más aquellas con más chances de lograr compartir esta comida. Sin embargo, Giacoman y Devilat (2019), basándose en la misma encuesta que Rivera (2017), encuentran que la clase de servicios concentra la mayor cantidad de comidas de la noche, existiendo diferencias significativas con el resto de las clases, pero en dicho caso las autoras se cuestionan por la comensalidad en general y no sólo con la familia. Las diferencias entre los resultados obtenidos, puede deberse a las diferencias metodológicas. En el caso de este artículo se trabaja con la frecuencia de comensalidad declarada en una semana, mientras que en los otras investigaciones trabajan con diarios de auto-llenado de ingestas.

Estos resultados llevan a cuestionarse sobre la existencia de otras variables que estén influyendo en el análisis, tales como la flexibilidad del horario laboral, la distancia entre el trabajo y el hogar o el medio de transporte que se usa para movilizarse, además de la interacción que estas variables puedan tener con la edad.

Por otro lado, si bien los hogares unipersonales son aquellos con menores chances de compartir esta comida con los miembros del hogar por una razón deducible, sirven como punto de comparación para evidenciar diferencias entre los hogares con diferentes constituciones y cantidades de miembros. Se evidencia que aquellos hogares constituidos solo por una pareja fueron aquellos con mayores chances de realizar con mayor habitualidad la comida de la noche compartida con los miembros del hogar, pese a no ser el tipo de hogar más numeroso. Este resultado se encuentra en la misma línea del estudio de Rivera (2017), quien no solo resalta la importancia del conyugue a la hora de aumentar las chances de compartir la comida de la noche, sino que incluye el rol central de los hijos menores de 18 años para lograr esta comensalidad. Una explicación a este efecto sería lo abordado por Marshall y Anderson (2002), en dónde este tipo de hogares estarían privilegiando en mayor medida la realización de esta comida en conjunto basándose en el fomento de una identidad familiar.

Respecto a las motivaciones y los conflictos asociados a la comensalidad familiar, los resultados contrastan con lo esperado, pues son contrarios a la evidencia cualitativa anterior. A partir de estudios cualitativos, Giacoman (2016) encuentra que las motivaciones para realizar la comensalidad de la tarde abordadas por este estudio no estarían influyendo en el aumento de las chances de compartir con los miembros del hogar la comida de la tarde durante la semana siempre o habitualmente, sino que serían los factores ligados a la estructura social y a las características sociodemográficas de los hogares y de las personas las variables más relacionadas a la habitualidad del compartir la comida de la noche con los miembros del hogar, teniendo más peso en la posibilidad de coordinación de esta situación en específico.

Una explicación plausible para el hecho que las motivaciones y el conflicto no hayan sido relevantes dice relación con dos elementos. Primero, la alta valoración cultural que tiene la comensalidad lleva a que las respuestas de los encuestados no muestren variabilidad, generando poco impacto en la frecuencia declarada de comensalidad con la familia en la noche. Segundo, el fuerte valor de la comensalidad puede estar influyendo en el hecho que las personas no estén declarando conflictos por deseabilidad social. Próximas investigaciones deberán buscar alguna técnica de medición que permita enfrentar dichos problemas.

Comer con la familia en la noche es una práctica frecuentemente realizada, como muestra el hecho que 3 de 4 encuestados indican realizar con mucha frecuencia en la semana. Los datos muestran que la relevancia social de dicha práctica parece ser generalizada en la población, mostrando poca variabilidad según factores estructurales.

5. Referencias

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[1].- Nacionalidad: Chile. Grado: Doctora en Sociología. Adscripción: Pontificia Universidad Católica de Chile. Correo electrónico: cgiacoma@uc.cl. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-4527-625X

[2]. Nacionalidad: Chile. Grado: Licenciado en Sociología. Adscripción: Pontificia Universidad Católica de Chile. Correo electrónico: fcdelrio@uc.cl. ORCID: https://orcid.org/0000-0001-6042-5084

[3]. Nacionalidad: Chile. Grado: Licenciado en Sociología. Adscripción: Pontificia Universidad Católica de Chile. Correo electrónico: dpoggione1@gmail.com. ORCID: https://orcid.org/0000-0001-9248-2024

[4]. La Región Metropolitana de Chile es aquella región dónde se ubica su capital, Santiago de Chile, siendo la región más importante del país en términos de su concentración poblacional, desarrollo tecnológico y urbano.

[5]. El Gran Santiago corresponde al área metropolitana correspondiente a la ciudad de Santiago de Chile.

[6]. La “once” es una comida tradicional en Chile. Suele ser compuesta por una taza de té, café, leche o mate, acompañados de pan habitualmente con mantequilla, mermelada, palta, tomate, paté, queso o huevos. En general se realiza en la noche y en algunos casos, puede hasta llegar a ser la última comida del día antes de acostarse.



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